sábado, 30 de abril de 2011

Trece



Sevilla en primavera, siempre huele a sardinas. Es un olor distinto, diferente al de su propio entierro.

viernes, 29 de abril de 2011

Diecinueve



La poesía de Fernando Ortiz está más viva que nunca. Escuchada y recitada por jóvenes universitarios del máster de creación literaria de la Universidad de Sevilla, deja un sabor agridulce pero actual. Están los buenos, los que declaman bien, y otros que, con los nervios ante la presencia del poeta, se pierden. Una joven a lo lejos dejó entrever su calidad literaria. Creo que mencionó Manuel Ángel Vázquez Medel su nombre: Luna Rivas. Después se perdió en el susurro de los versos.

No había mucha gente. José María Conget, José Julio Cabanillas, Pablo Moreno, y algunos otros más. Eché en falta a poetas. Pero claro, me dice Abel Feu, que como Fernando últimamente se ha peleado con casi todo el mundo, las ausencias estaban justificadas.

Me gustó mucho el video del Centro Andaluz del Libro. Bastante. En la biblioteca pública Infanta Elena tuve ocasión de verlo por primera vez. Y allí estaba Pablo García Baena, menudo y discreto como siempre. Hoy han puesto de nuevo el video. Las fotos son magníficas, y los poemas también. A José Julio le ha gustado especialmente el piano de fondo. Ha sobrado la lectura de Vázquez Medel mientras el film se proyectaba. Prefería escuchar ese piano, ver las fotos y leer los poemas.

Fernando, al final, ha leído cuatro poemas. Pienso que esa aparición debe haberse grabado, con sonido. Es un documento visual y sonoro para el recuerdo. Fernando ha estado magnífico. Aunque la voz es baja, y lenta, el tono es insuperable. He cerrado los ojos y me he dejado llevar por ese tono a lo Rosales en Oigo el silencio universal del miedo. No ha cambiado el tono ni un solo momento. Ha sido insuperable. Suerte hemos tenido los pocos allí presentes. Quedará en la memoria para siempre.

De camino al Paraninfo buscaba una imagen para un poema. Una apariencia exacta que reflejara el dolor del amor ausente. Solo venían a la memoria versos de clásicos, o sonetos de Garcilaso de la Vega. Pero de pronto, surgió la chispa entre viandantes que paseaban por la avenida de Carlos V. La imagen de un quitamanchas. Dicen que nunca deja cerco, pero siempre aparece, y es difícil borrar, eliminar. Como imposible es hacer desaparecer el cerco del amor.

Mientras negociamos los derechos para publicar a Eliot en Siltolá me hablan de una traducción de Claudio Rodríguez del poeta que falleció en Londres en 1965, justo un año después de mi nacimiento. Pude convivir un año en este universo infinito con uno de los más grandes.

Repito una y otra vez los versos de Fernando Ortiz, que siempre estarán vivos en la memoria como una despedida, primera despedida.

jueves, 28 de abril de 2011

40. (Por el centro del parque)



Una duna se mueve como lo hace un verso, sin premeditación. Va dejando que el aire le otorgue una reserva acomplejada, sin poder desvelar las contraseñas. Suele ocurrir de noche.

Siempre es mediodía en Kensington Park. Mientras el mundo gira y los ángeles aman, hay una luz que viene y nos convence a todos. Es la luz del misterio, es la propia verdad que nos lleva hasta el sitio, al lugar de la duna. Espacio transparente donde los hombres leen y se crea la poesía. Y en ese instante mismo, tenemos diez minutos para hacernos momentos. Hay silencio. Una mujer pasea en bicicleta y se observa la vida a cámara muy lenta. La sangre de los cuerpos fluye con armonía, se respira diciendo que gozamos de esencia, de la justa verdad, de una sobria expresión sin resultado exacto.

Siempre es mediodía en Kensington Park. No me aparto del centro para seguir tan vivo. Sentado en ese banco te esperaré sonriendo, mientras duren los tiempos podré amarte desnudo, sin nada entre las manos, más que un libro de Parra y una rosa amarilla que en Londres he buscado.

Siempre es mediodía en Kensington Park. Llueve un secreto que no desvela nadie, y la duna se mueve. La duna es la poesía. Un corazón de arena que el viento determina. Y entre todos los versos, hay una luz helada, la ignición de la palabra siempre en la cultura. El amor de nosotros, los mismos.

Siempre es mediodía en Kensington Park. Suele ocurrir de noche. La duna va avanzando por el centro del parque.

miércoles, 27 de abril de 2011

Ropa de calle





Hace muchos años, en Madrid, acudí un mediodía a una cita con Susan S. Dedicada al cine y a las artes, le interesaba mi poesía. Tras una correspondencia intensa, y aprovechando su viaje a la capital de España, coincidimos por fin cerca del Prado. Aprendí mucho de ese encuentro: la visualidad, el espacio, el color, fueron nuevos conceptos que enriquecieron un interior hasta entonces oscuro y aburrido.

Ese mismo día, y cerca de Atocha, un poeta me recogió en coche para llevarme a su casa a las afueras de Madrid. Se llamaba José Luis Morante. Tuvimos ocasión de hablar, de conversar, de leer juntos. Incluso paseé por su buhardilla repleta de libros. También nuestra amistad y relación había sido fruto de la correspondencia. Después de muchos años, de nuevo volvimos a reanudar nuestro contacto, y hace unos días recibí Ropa de calle, la antología de Luis García Montero en Cátedra, en edición de Morante.

Acompañaba al libro una postal, una postal del Prado. La fragua de Vulcano de Velázquez. Son bellas las ideas que se escriben en una postal, al igual el complemento que enriquece la dedicatoria.

Siempre he preferido la poesía de Colinas o de Rodríguez, en detrimento de la de García Montero. Al igual que prefiero a Juan Ramón, antes que a Cernuda o Lorca. Pero tras la lectura de las casi trescientas páginas del libro (unas ochenta corresponden al estudio de José Luis Morante) debo felicitarle por el trabajo, y la dedicación.

Ha sabido seleccionar poemas de García Montero que llegan, que se leen con esa fragilidad propia del espacio. Morante ha hecho un buen trabajo, un gran trabajo que ha visto sus frutos después de mucho tiempo.

Acompañan al libro unas fotos de Luis en diversas etapas y ambientes. Y una de ellas con Morante. Y desde luego, es como si José Luis hubiera sido uno de los personajes del cuadro de Velázquez. La juventud no pasa por su fragua.

Ha sabido acercar al lector lo mejor de García Montero, lo mejor y lo necesario. Enhorabuena.

lunes, 25 de abril de 2011

En unas semanas estará en las librerías






Y esto dice la contraportada:


Con este libro va a salir de la crisis, al menos eso asegura su autor. Javier Sánchez Menéndez (Puerto Real, Cádiz, 1964) ha publicado diversos poemarios y ensayos. Odia los libros de autoayuda: el del queso, el del niño que no come, el del otro que no duerme, el que todo lo sana y nada cura. Indica que toda la literatura en torno a la superación es una patraña propia de los tiempos que corren. Con 8 simples consejos, prácticos y realistas, pone a su disposición algo necesario: la sonrisa.

39. (Un sueño que empieza en mediodía)



Es mediodía. El parque se alimenta de sus hojas, los designios que suelen ser misterios, las jornadas que no figuran en el calendario. Es diciembre. El suelo apenas blanco por un hielo malvado, y este frío, este gastado frío que rompe aquel perfume de la felicidad. Juana aparece ahora, es la tía de mi padre. Cuando tenía tres años organizó una boda. Desde entonces, yo sigo siendo el novio. Un patio de naranjos y pilistras, una anciana de riguroso negro, y un moño blanco y seco. La novia con muñecas y un babi del colegio. Y entonces me di cuenta que había llegado el arte. Era diciembre, misterioso y sincero, como son los diciembres. Siempre es lo mismo, la silla en la ventana, y una sombra que canta si no somos amigos. Envidio mucho a Juana, su buena voluntad, y el deseo de forjar una ilusión que muere por su nombre. Mientras se apaga el día, la forma de una rama me recuerda a la novia. Sus ojos de estaciones y una dulce pregunta que sigue en mi cabeza: ¿Quién eres?

Mi amor no tiene inicios, estos zapatos negros de charol dañan el alma. Se marcha el mediodía, y el parque va sembrando los himnos de la vida. Las canciones de Ana se quedan con mi mundo, también por estas cosas hemos de dar las gracias. Según dicen los sabios, suele ser en diciembre cuando la duda se convierte en poema, y aprendes de nosotros. El poema es un sueño que empieza en mediodía.

Cuando marcho hacia casa, un foco extraordinario ilumina el camino. Admito que he jugado indefenso, imaginando pájaros y luces. Nunca seré este hombre adecuado, ni aquel torpe resumen que unos padres soñaron una vez, en un diciembre frío.

domingo, 24 de abril de 2011

35. (Este tiempo lo entierra)



He cerrado la puerta sin esperar que vuelvas. Debo acudir a Bloomsbury House, y debo hacerlo solo. Bajo las escaleras despacio, espero verte recordando los ojos que se pliegan distintos. La muerte arranca al hombre su alegría, pero miro mis manos. Un temblor de memoria es como el viento físico. Cuesta mucho abrir el portal de la casa, la corriente de aire y esta puesta de sol, precisamente ahora, impiden al corazón su apertura. Si ha nacido el amor este tiempo lo entierra. Unos bancos de piedra y ese olor a cocina me acompañan al metro. Se acaba la saliva y la sed la he buscado, es un deseo de rabia que tienen hoy las cosas: las creencias, las sombras, las alucinaciones. Cuenta la historia que se llamaba Marta. Hoy es tu cumpleaños, y mi primer regalo ha sido una llave cansada que ayude a hacerte fuerte. Una llave distinta, compatible, que abra todas las puertas, los corazones rotos, la memoria del alma que se consume ahora, mientras estemos juntos.

Si estuviera escribiendo lo haría con versos huérfanos, el tamaño del llanto logra quitar la sed. Arranco de la niebla una dulzura, y el cristal como la vida, se ilumina. Te recuerdo muy bien, un día alzó los brazos, y ese día fue persona. Dice la ciencia que se llamaba Guadalupe. Las cartas sin respuesta si me quedaba quieto. O el banco de madera donde me refería, eran las narraciones que adquieren importancia. Censuraste mi mundo, estas manos recientes y hasta el brillo verdoso que desprenden mis ojos.

He vuelto, una luz se ilumina junto a la chimenea. Relata la verdad, se llamaba Loreto. Me han temblado los labios pensando que has llegado. Pero no descansabas. Un día te enterraron. Hace ya treinta años.

sábado, 23 de abril de 2011

31. (Una nube con forma de poema)



Hay días en los que el aire falta. Intento respirar a ritmo de campanas pero no me doy cuenta, lo que me falta es un poco de ti, un poco más de luz. Pero la luz molesta si entra en línea recta. Suelo bajar persianas o correr las cortinas, creando un ambiente íntimo, un refugio perfecto que permita a las sombras acampar a sus anchas. Los veranos solía encerrarme, desnudamente, evitando que ese rayo dañara los secretos del alma. Ahora soporto un poco más la herencia de la luz y sus conjuros. Pienso en la luz como pienso en la verdad. Hay que decir que no, y perder la patria, la casa, el mundo. Hay que dejar el corazón y pasar las hojas como pasan las puestas de sol, oscureciéndose un poco.

Una nube con forma de poema ha cubierto al sol temeroso. Es una nube alejandrina. Por arriba es muy blanca, y mientras bajas la vista, se va haciendo más gris hasta confundirse en el cielo. Debemos refugiarnos, han cerrado los bares y las farolas tardan más de la cuenta en encenderse. Es una premonición, un desconcierto. La diferencia que existe entre una nube alejandrina y una nube endecasílaba, es la misma que existe entre un hombre y un verso.

No me canso, soporto el frío con carbón y vino. No molesta la luz. Anochece. Sigue faltando el aire aunque te tenga cerca. ¿Estás ahí? Debes decir algo, que también nos cansamos los que tenemos hambre.

viernes, 22 de abril de 2011

27. (La dirección de tu mirada)



Dices que estás cansada de besar sapos, y no consigues nada. Mientras alces la voz de esa manera llamarás a la vida por su nombre. Sin poderlo evitar sonrío. He pensado olvidarte para dejar que vuelvas. Esquivo la dirección de tu mirada para hacer corazón, sin enterrarme en ella. El impulso afectivo de la tarde se ha ido, han llegado las sombras. Y van haciéndose nuestras, recorren todo el rostro para decirnos algo.

Mi ventana es muy blanca. Las nubes van pasando sin manos, aunque todo lo arrastran. He recordado el testamento que Diego y Luis hicieron algún día. Estoy en manga corta y el cristal está frío. Ladra el perro en la habitación de al lado. No me canso, me fundo en una luz, donde la vida afirma. Llueve. A lo lejos los árboles se hacen mayores, el misterio acaba nublándonos la vista.

Si alguien te necesita no debes darle un beso. A tu lado las noches son de oficio, y en el armario guardo, con toda exactitud, el leve roce, los relojes apagados donde circula el miedo. La taza está vacía, contigo soy capaz de detenerme al borde de la naturaleza. Damos un paso adelante y dos atrás. Jugando al escondite te he buscado hasta dentro del armario, y debe ser igual, estabas con un sapo.

jueves, 21 de abril de 2011

24. (El color de este cielo acomplejado)



Londres sí tiene mar, un infinito espacio verde donde se toma el sol. Una pradera de tonos multicolores que refleja el amor y la nostalgia. Es un inmenso mar donde puedo quererte, mientras miras los pájaros, las hojas, el color de este cielo acomplejado. Cuando nos falta el orden aparece la vida, pero no me acostumbro. Vivir sin un concierto es una sucesión de cosas principales, el mandato observado para cristalizar nuestra amargura.

El azul de este cielo es diferente, un número complejo y decimal. Aunque es natural lo imaginario determina. Prevalece el azul pero es grisáceo. Hoy se instalan las nubes y el ruido de un operario limpiando los caminos hace que le conceda primacía. Observo al empleado, con rigor y paciencia avanza solo un poco, la exactitud de su triste muestreo. Un jardinero uniformado se confunde en el verde, lo entretiene. Señala con el dedo un árbol que ha caído.

Es difícil escribir tristes canciones, con una inclinación notaba que vivías. Ahora no sé arroparme lo suficiente a ti. Apenas me defiendo con las notas y esa interminable lista de recomendaciones, ha salido volando. Hay un rayo de sol que se va haciendo diferente. Intento darte un beso, y en mi boca tarareas el estribillo. Es hora de volver, comienzo a comprenderte y a llevarte en volandas. Este color del cielo ha empezado a vivir. Una abeja veloz irrumpe en tu alegría. El color de este cielo no me otorga palabras si no intento escribir.

miércoles, 20 de abril de 2011

18. (La elegancia del canto)



La noche nunca asusta en el parque. El ruido de los árboles no será preocupación, nadie teme su daño. La adversidad se marchó en otros siglos. El viento y las ramas establecen un singular proceso de armonía, son los acordes de las hojas. El sonido agradable es un arte, la pausa que fija nuestra marcha. Damos curiosidad como otorgamos gracias prestadas. Ha dicho dios de pronto que su voz es la cláusula, la determinación de palabras y signos, la estipulación de los sentidos.

Los pájaros habitan en las hayas, sus cortezas no dejan penetrar la aventura. En la sombra del tronco reclamo ese arte de enlazar, de conseguir un tono que sirva en el lenguaje, la inflexión del carácter, la elegancia del canto. Toda palabra debe disponer de un sonido, una escala precisa que la orquesta desea. La arrogancia modera mi propia contención. El ambiente en el parque es la escala social.

Mientras va oscureciendo ya se apagan las luces. La distancia que existe entre el tono y el ritmo es la altura del árbol. Mi logro es la medida pero quedo en desorden. Oigo la voz de un chico que pide unos peniques. La niebla no permite que analice sus ojos, solo aparecen sombras. En la media verdad la mentira es esdrújula, como aquellos poetas que quedaron en Grecia y fueron oficiales, cortesanos, famosos. Los buenos se marcharon. Los poetas se fueron por miedo a sus palabras. Una media verdad sin tono y sin ritmo, todo era verdad. Cuando se expulsa el arte solo queda lo necio, una oficialidad que permanece arriba, el tiempo que una hoja de haya tarda en recorrer el trayecto de un tono falso y un ritmo apaciguado, la altura de un bonsái.

martes, 19 de abril de 2011

11. (El alma de los necios)



Siempre viene la muerte inundándolo todo. Te avisa, contrariada, de su triste presencia, y aparece de pronto, como en el catecismo. Los amigos que intentan jugar al escondite, acaban en su sombra. Es la muerte una joven con rostro de princesa, con cuerpo de muchacha, con voz de gran poeta. Si decides que pase sin hacer de las suyas, encontrarás un hombre, su hermano, su guardián, el alma de los necios que vela por la imagen, el mismo que aparece inundándolo todo, en las noches de mayo, cuando todo es silencio, cuando todo es amor. Siempre viene la muerte a este centro del parque.

Hay que apartarse, hay que dejar pasar su sombra negra. Si toca tu presencia debes saber que has muerto, si lo intenta y escapas, has salvado la vida. Cuando habla bajito, casi al atardecer, procura estar muy lejos, lejos, más lejos, más. Nunca acude a la fuente, la que mana la vida. Tampoco duerme en tierra, ama los buenos lechos. Hoy la muerte me ha dicho que vaya preparando un libro de Novalis y tres cuadernos grises. Quiere que en su destino escriba ese poema que nunca pude ver ni terminado.

Ha llamado mi madre, dice que le visita. Respondo que se esconda, que la deje marchar. La muerte es esa puta que dispara improperios, que convence hasta el sabio para sobrevivir. La muerte nunca acoge, determina el misterio. Hoy me duele el estómago, el aliento está helado. La muerte se ha plantado en la cama conmigo. Le he dado un beso justo, y le he dicho te quiero. Mañana nos veremos en el centro del parque.

lunes, 18 de abril de 2011

10. (El camino que empieza a dejarnos vacíos)



En el centro del parque siempre está la virtud. La armonía es desconcierto. Es la noble mentira que retiene la marcha de nuestro propio adiós. No encuentro una canción como la tuya. Una canción que diga que esta composición es un pretexto, nos hace concebir que todo sea oportuno, también innecesario. Nunca paras de hablar, has creado ilusiones como aquellos libreros tan desazonados por una diligencia. El ornato del parque es ahora mi recinto. Tarareo la canción y escucho tus palabras que dejan de salir. Debe ser armonía, sin ella nada existe.

Las personas mayores nunca paran de hablar. Y lo suelen hacer para saber que viven, no quieren estar solas, y es esa propia voz la que les otorga su representación y compañía. Es solo la alianza, la confederación de estados mutuos. Pero también es su condena, el comienzo del fin, el camino que empieza a dejarnos vacíos.

En la arena del parque me he quedado dormido. Nunca paro de hablar y lo hago solo. Hablo con la armonía.

domingo, 17 de abril de 2011

9. (La simple impresión de su eficacia)



En el centro del parque hay una fuente. Está muy elevada. Hay que hacer malabares para buscar lo fresco. El niño alza las piernas, el adulto se encoge, y aquel que es sorprendido, vuelve lleno de aliento. La fuente me persigue, si la quiero perder me viene sin dudarlo. De su caño no mana ninguna maravilla, pero todos la buscan, los seres la limitan a la simple impresión de su eficacia.

He pensado en la vida y me quiero morir. No hay motivos, traspasos, individualidades. La vida es irreal como el agua que mana. Debes estar aquí lo que decidan, debes mirar atrás cuando quieran que mires, no hay dos vueltas atrás. Nunca porfío a la vida, la dejo que me espante. Si hoy toca corazón prefiero rabia. Si es amor o pasión lo invento todo.

Hoy me quiero morir cansado de la vida. No es justo que se venga para estar un ratito. Ni siquiera que entierres a los seres queridos. Tus ojos me han llamado y corro hacia el convento que escora las campanas. Durante mi niñez nunca encontraba a nadie para jugar conmigo. La verdadera forma es mi secreto. Escuché a los artistas decir lo que ellos hacen, y los poetas fueron las personas mayores. Hoy me quiero morir para evitar que sufras. No soporto el dolor, no puedo con el llanto. Y a pesar de pesares has sabido llorar. He tocado tus lágrimas abrigando tu cuerpo, y he mirado otra vez desperdiciando ese inventario que hicimos aquella madrugada.

Hoy me quiero morir, no aguanto a los inútiles. Paseo por este parque, me escondo siempre al centro, y al final del camino aparece la fuente con la cola de ansia. He querido beber de tu secreto, y he perdido a la muerte inundándolo todo.

sábado, 16 de abril de 2011

8. (En el centro del alma)



Dice don Nicanor que el aire de la playa es más puro que el aire de los montes. Y debe ser así. Caminar sin oxígeno entre los matorrales siempre deja señales. Vuelve a decir mi madre que me quiera, que me abrace un poquito. Caminar sin amor entre los hombres nos lleva a lo insensato. Es lo justo. Fue un verso en un poema, buscaba el magisterio en unas citas y acabé como siempre: en el centro del alma. La voz de una mujer que ya se va apagando. Comienza desde arriba para acabar muy bajo. Tan abajo, que los niños se acercan a escucharla entre los labios. La sílaba, el fonema, una palabra errante, todo vuela bajito, el susurro es aliento. Puedes llegar a oír el corazón, sus latidos de fondo como banda sonora. Es el centro del alma.

Volvemos a la infancia. Este parque infantil de donde nunca salgo. Saludo a los recuerdos, los olores los dejo como segundo plato, para el postre una imagen. El fin de este paseo es conocer al niño, es la transformación, la ola que nos mece y nos arrastra fuera.

Hay un dios en el mar que abusa de nosotros. Le molestamos dentro. Hay un dios en el mar que se convierte en padre. Y somos los de nunca, los desagradecidos. Hay un soplo de viento que no resulta puro. De pequeño, todos los niños éramos cabrones. Mire don Nicanor, no volveré a la playa, y el monte lo regalo. Un obsequio donado mientras quiera morir. Con los brazos me estrecho, la espalda apenas cabe en la melancolía. Siento un dolor muy grande que me roba mentiras. Las que dicen tus ojos, se aparecen en lunes. A las doce del tiempo.

Nunca he estado en el parque en este mediodía. Cuando el sol nos irradia un estado civil. Cuando el calor aviva y no empieza a sentirse. El payaso me entrega una flor amarilla. Las paredes del cielo se nos presentan verdes, y debo describirlas. Un tono rojo con farolas de ambiente, y en la cocina un sueño: he encontrado el amor en este cielo, pero debo morir para tenerlo.

viernes, 15 de abril de 2011

Shuarma en México (¡Suerte Juanma!)





7. (Nunca pasa la angustia)



Con las palabras se busca la verdad, ese veneno que diferencia al hombre de sí mismo. No he podido querer como te merecías, e intenté demostrarlo con los árboles, los pájaros, las plantas, las sílabas dibujadas en un cuaderno limpio. Este día es muy extraño. Las nubes van perdidas, y el cielo está muy bajo. Apenas la blancura de una sola palabra ha caído otra vez afuera de la llama. Locos y sin memoria, hemos tomado la costumbre de elegir tristes sendas, los caminos del centro que molestan y asombran. Es la justa medida, la desesperación. En el medio del parque, sin levantar el vuelo, la letra del dolor acaricia la hierba.

¿Dónde estás? ¿Has llegado? Tengo lágrimas repletas de cenizas. Sin claridad esta felicidad se convierte en necesaria. En mi pueblo, hace años, un niño paseaba una cartera grande. Los libros debían tener los picos doblados. Nunca pasa la angustia sin hacer el saludo. Me sigue donde acudo, es una sombra negra con torres y con casas. El colegio es amor, el dolor es el alma que empieza a despedirse.

Solo se vive bien en el silencio. Miras lo que deseas, duermes con la esperanza, las campanas advierten que existe compañía. Todos estamos solos, en silencio. Te dije, alguna vez, que la duración es una acción humilde; no me acostumbro a ti, ni siquiera a la necesidad de un nombre como el tuyo.

La silla está vacía. He dejado la manta apoyada en el tiempo. He querido ver ojos, tus ojos, en el cuaderno sucio. Cuando encuentre tus manos las llenaré de trigo. Ahora debo escribir, dibujar las maneras de sostener un silencio que nunca dice nada. Y hablamos para siempre.

jueves, 14 de abril de 2011

6. (La máquina del tiempo)



El alfabeto es la máquina del tiempo. El poso que deduce todas las intenciones. Un lugar, en la sombra, que ejercita solemne la modestia. El desorden del tiempo, curiosa introducción. Siempre estamos los mismos. El debate comienza cuando estamos los justos. Si no hablas, no te veo, y así pasan las horas de la histeriagrafía. Ser amigo del alma es rechazar la hipérbole. Es la cursilería. Quiero vivir mi tiempo, y ser contemporáneo. Y asistir al debate viviendo entre lo exacto. Intento inmiscuirme y soporto el rechazo. Encuentro la verdad, un diálogo apócrifo que crece en humanismo.

La posibilidad se muestra en nuestra propia esencia. Y ser existencial, ignorar la grandeza de nacer despiadado. Se me condena a muerte por los actos del gesto. El punto de cinismo no sabe de la nada. Poeta, tú, el mismo acento, debes bajar del cielo hacia la tierra. Y aprender de los hombres y la naturaleza. Infinita conciencia esencial, y discurso, y verdad. Buscar el intermedio en las obras platónicas.

Todas las conclusiones suelen ser una pérdida. Como el beso de ayer, comienzo del principio. La manera normal de decir que te amo. Después de esto salgo, defino, desespero. Las grandes obras nunca se acaban de leer. Fracasas y descubres que dios no está presente.

No comparto la forma de escribir la poesía. No defiendo que un grande habite entre los nuestros. El tiempo lo dirá. Quinientos años. La vida es ya la muerte, y nunca me desprecia.

miércoles, 13 de abril de 2011

5. (Lo bueno de ser luz)



La habitación está siempre ordenada. El orden de la vida es impropio del orden de la muerte. Los libros y las sombras me acompañan. Arrastro la estantería por el pasillo y miran con una ingenuidad desconcertante. No me caben los libros. Acudo de Marylebone al Paseo de la Palmera. Hace mucho calor y no recuerdo, ordeno las ideas. Entre la dispersión, causada por tu olor a hierba fresca, y el sufrimiento, no consigo acabar nunca el poema. ¿Se debe acabar algo? Todo es siempre el comienzo. Todo empieza después, nada se inicia antes.

Un día las limpiadoras dejaron una nota encima de la cama. Una nota precisa. Era la integración.

Can not be cleaned books

Los libros no se limpian, los libros se devoran, se leen. Una manzana verde y un libro, se ven en el espejo casi siempre. En la literatura todo lo imprevisible es prescindible. Igual que el simple orden, incansable y veloz. Como esos pájaros que habitan en la infancia, donde quiero volver.

Lo bueno de ser luz es la mirada. Estar seguro entonces, que nadie vendrá a odiarnos, ni los imprevisibles. Lo bueno de ordenar está en el caos. Nadie puede dejar de estremecer el orden.

Los poetas se marchan. Los poetas no acuden, con la galantería, a las fiestas políticas. Los poetas se expulsan. Su poder de palabra es manifiesto, nadie quiere temblar. Por eso los poetas, que son los del lenguaje, no pertenecen a veces a las desilusiones. Y el orden vuelve a irse y a quedarse conmigo. Las reglas ortográficas de la caligrafía se colocan de acuerdo al rigor conferido. Los libros y las sombran ocupan poco espacio.

martes, 12 de abril de 2011

4. (De luces y de sombras)



Con un ritmo pausado camino hacia Eaton Square. Mi casa ahora, la casa de escritores que es un hogar único de hambrientos y emociones. Una casa de luces y de sombras que huele a vanidad. Entro sin hacer ruido, saludo a los poetas y pido una tortilla. Hace un instante estaba entre las plantas. Los pájaros han vuelto. La discusión sobre un libro de un nuevo narrador, no suscita polémicas. La casa tiene sol, vaga apariencia. Ni solo una palabra es capaz de arruinarnos en nuestra extranjería, el saberse lejano de la tierra que miente.

Hay un armario estrecho donde cuelgo la ropa. El albornoz lo uso como memoria ciega. Ni siquiera nosotros sabemos, sostenemos, amamos. Nadie juega conmigo, los libros por el suelo y el pan es la humildad que ajusta estas desavenencias. La ventana pequeña disfrutaba de vistas e importancias. Debes saber amigo, debes correr muy rápido. Hay seres envidiosos hechos de un cristal que persiste, de una pereza que nunca nos abraza.

Son las diez de la noche. Ya todo el mundo duerme. Yo muerdo la manzana mientras vigilo el plato. El olor a comida en madrugada hace que venga al huerto, al patio de mi tía en Puerto Real, la transparencia habla. Es tarde. Los párpados se cierran. El olor y tu beso, precisamente. También yo tengo recuerdos.

lunes, 11 de abril de 2011

Mañana martes 12 de abril, Gregorio Luri en Sevilla presentará su libro sobre Platón



Mañana martes, 12 de abril, Gregorio Luri presentará en Sevilla, su vocabulario de Platón.

Se trata de un libro imprescindible, del que ya se prepara su edición al búlgaro.

El acto tendrá lugar a las 19'30 horas en el salón de actos del IES Murillo de Sevilla (zona Nervión).

Los que aún no dispongan de la obra podrán adquirirla en el acto.

El catedrático Paco Socas, hará de maestro de ceremonias en dicha presentación.

Escuchar a Gregorio Luri es aprender. Quedan todos invitados.



3. (Entra la luz dispuesta)



Con las gafas de sol oculto la armonía. Lo que queda de mí y no molesta, la luz que me persigue y no dejo que encuentre, lo que queda de ti. Todo es fatiga si abandono esta pasta y este cristal que cubre bien los ojos. No hay dos verdes iguales ni en una misma planta. Me he sentado en el banco y he cogido tu mano. El verde tuyo es ágata con mezcla de semillas. Entra la luz dispuesta a confundirme, hace que no descubra el color verdadero. He apretado la mano y un señor me ha reñido, pensaba que hacía daño, solo estaba sufriendo. El olor de tu piel es hierba fresca. El calor en el banco hace que corra hacia Bayswater.

Mantengo un tono firme en los aperitivos. Pero la armonía muere, como el verde en invierno. He olvidado las gafas en el banco. Debo volver. No sé si estás sentada. Hoy he visto mil verdes y todos eran distintos.

domingo, 10 de abril de 2011

2. (El aire ya ha cambiado)



Aunque puede llover, el aire ya ha cambiado. Es la respiración que dificulta un poco más esta pureza, nos tiene acostumbrados a la luz y en el silencio apenas se respira. El parque es un conjunto de seres de otro tiempo. Nadie quiere venir y todos ellos entran, como si de un golpe de suerte o de fortuna se tratase. Saludo a los alegres para romper esta monotonía, paseo y piso las hojas, las hormigas, la tierra seca y roja, lo que queda en el suelo de la floración de las encinas. Todo está ahora amarillo, un amarillo raro que recuerda a la vida.

Un gorrión herido ha muerto entre mis manos. Su pico tenía sangre, las plumas han quedado entre los dedos. Lo he llevado lejos. Muy lejos. Junto al olmo. Allí, despacio, lo he escondido en el tronco. Un hueco de esperanza que es ahora su nicho. He lavado mis manos en una fuente rota y el agua, tan caliente, ha ensuciado las uñas. Tengo una herida abierta en el fondo del alma aunque ese gorrión me hará de salvadudas.

Los jóvenes sonríen y los ancianos hablan. Yo sigo mi camino y el parque está florido. Aunque quiero vivir, la luz sobre mi espalda no deja que me aburra. Un enigma ha surgido junto a un soplo de viento. Dos caminos de pronto: la izquierda y la derecha. A la derecha observo a tres jóvenes hábiles, con un balón, un libro y un torso muy desnudo. En la izquierda no hay nadie. Un olor a humedad y sombra norte.

Cruzo entre los arbustos, muy cerca del estanque. He elegido ir al centro, sin camino, sin vida. Nadie puede cambiar las emociones, ni el poeta preciso y de fácil lenguaje. En el centro el olor comienza a presentarse. La sombra puede hablar, no nos invita. Sigo andando y acabo en el olmo del pájaro. Miro el tronco y no está. Ha salido volando.

sábado, 9 de abril de 2011

1. (Las tardes magníficas)



Hay tardes inciertas, sobre todo esas tardes de azul ennegrecido que hablan por sí mismas, esas que el hombre no consigue olvidar ni aborrecer. Son las tardes magníficas. Las bienaventuranzas. Cuando comienzo a andar ya me he cansado. Vuelvo por la calle del Obispo Infante hacia el Duende. Moguer tiene ese aroma de fresa y primavera. De pastel y naranja que no olvido. De vejez y amargura que habita entre nosotros. La vida de los santos es ese nuevo amor que permanece. Agua, azul, y un hemisferio. El semblante de luz en la cal blanca. Hoy mi madre me llama. El silencio del aire determina un fracaso en la visita. Nunca he ocultado a nadie pero todos se esconden. Un misterioso alguien que llora entre nosotros.

Ya el agua en el estanque nos huele a simulacro. Los pájaros se arriman y contestan. No podemos dejar que nos acosen, si es la luz la que viene a impresionarnos. Mi madre que me quiere, dice que le hago falta y puedo estar con ella. Todo es blanco, nada es verde. Paseo por la afueras y seguimos de blanco. Un coche rojo y grande corrige nuestros pasos. Esa es la luz del cielo. Este amor de amistad nunca lo entiendo. Más falsos que las nubes, los pájaros sonríen.

Hace mucho calor. En Cádiz un levante impresiona. Mañana cambia el tiempo. He corrido en busca de Maricarmen y sus pasteles. Una morena sobria que dejaba el incienso y hasta las intenciones. Acabo la canción en la amistad. Un simple vaticinio que salta al vacio. No temeré a la muerte. No temeré males. Si tú estás conmigo, he de volver. Y siempre estoy aquí, ya nunca es tarde. Ahora quiero llorar. Ahora quiero morir, y es esta muerte un tarde magnífica. En el parque, en lo blanco, aquí, en algún sitio. Te quiero y no te quiero. Siempre hay tardes inciertas.

viernes, 8 de abril de 2011

Novedades SILTOLÁ



Pablo Moreno y Juan Peña.


José Luis García Martín.


Andrés Luque Gago.

Este mar y este calor




Este mar y este calor me abaten. Esta tarde he vuelto de Huelva tan rápido, que los coches parecían fronteras, y los astros del camino, virtudes. Me esperaban R.O. y M. Nuestra reunión ha sido muy productiva. Los Inklings en Siltolá han causado efecto, y motivo de alegrías. Comenzamos en septiembre. La nómina es más que sobresaliente.

Mi amigo José Guerrero Roldán, el Yuyu, dice que los riñones de los gaditanos son ideales para trasplantarlos porque están nuevos de no doblarla. Y me acuerdo de su madre y de su padre, a dos manos. Hablan de la publicación de unos libros de Bécquer que me ilusionan mucho. Bécquer era más inteligente de lo que muchos creen, y la publicación y los estudios de su obra, siempre son un acierto. Muy necesarios.

Una oriental me pregunta la hora. Y sonrío. Es la voluntad de acercamiento. Una simple sonrisa que eleva voluntades. Era muy bella para ser oriental. Unos uniformados, la han saludado. Su novio, un futbolista de segunda división ha mirado extrañado. Vestía muy informal, tan poco convencional, que llamaba la atención discretamente. Era una luz. El nuevo amor del aire.

Si es Jesús Aguado el encargado de la obra del poeta de Sevilla, hay mucho más interés. Su cultura es amplia y su fe ciega. Su conocimiento indiscutible. Vuelvo a casa con el maletero lleno de fresas, de libros de Luis Rosales y Claudio Rodríguez, y de uno de Punset. Me atrae ese señor del pelo blanco.

Yuyu, va siendo menester que dejes de cachondearte de nosotros, de ti mismo, y de las sombras. Es peor que pregunte por tu nuevo amor, el que has ocultado en las sombras de la noche. Faltan palabras en el diccionario es un hecho real e indiscutible. Pero hay dudas ahora. Si todo fuera tan fácil, la vida me transformaría.

Se me aparecen los lamentos, las virtudes, y la historia de los riñones. Debo hacer una consulta extrema a mis amigos en la ceguería. A los grandes. A Jurado y a T.R.R. Aquellos que saben definir entre concepto y voluntad. Mejor mañana. Es tarde. Las encinas no dejan de soltar vida y el porche está asqueroso.

R.O. me ha hecho un 5% de descuento en los libros. Todo un detalle. Lo agradezco, lo comparto y lo abono. Es mucho dinero. La presentación de los diablos debe ser en otro sitio. Un lugar de primaveras calurosas. Este calor es insoportable. Los cantantes son unos macarras. Cuando he paseado con Jorge, todos acuden a él para hacerse fotos y pedir autógrafos. En cambio a un poeta cursi, poético y anticuado, nadie le quiere. Tal vez mis riñones tengan más éxito. Y sean un buen trasplante entre los ciegos.

jueves, 7 de abril de 2011

Cosmogioconda



Mientras Córdoba se viste de cosmo (mira que es bella Córdoba para poetizar sin talento), en Italia un comité nacional con el nombre muy largo, comenzará el próximo 27 de abril los trabajos de exhumación de los restos de Lisa Gherardini del Giocondo, la famosa mujer que, según parece, posó para el inmortal cuadro de Leonardo.

Y para ello, como un Garzón cualquiera dispuesto a levantar tumbas de la memoria histórica, utilizarán todos los medios disponibles a su alcance: pruebas de ADN, de carbón radiactivo, estudios tridimensionales del cráneo…

La cosmogioconda ha comenzado. Ni Isabel, ni Gualanda, posiblemente Lisa. La mujer de Francesco del Giocondo, un aristócrata florentino.

Primero deben encontrar el cuerpo, enterrado en la cripta de un antiguo convento. Y a partir de ahí, a indagar. Con el dinero que se van a gastar podían realizar la edición de las obras Dante, en papel bueno, y regalar un ejemplar a cada italiano.

Esperemos que no se levante el cadáver (por el carbón radiactivo) y exija un canon digital por tantos años de exposición pública. Porque es posible que Lisa, en otra vida, fuera la íntima amiga de la González Sinde.

miércoles, 6 de abril de 2011

El intrépido courrier



Imagínese por un momento, con toda la ilusión del mundo, que hace un regalo. Un buen regalo, un glorioso regalo. No ha dejado todas sus perras pero sí ha realizado una importante inversión. Y todo para hacer feliz a alguien. Una celebración, una onomástica, un aniversario, un cumpleaños. Lo mismo da. Un regalazo.

Envuelves el obsequio en papel perfumado, le pones unos lazos, y llamas a un mensajero con moto para que lo lleve al fin de mundo. Y así sucede. El intrépido courrier, después de sortear miles de obstáculos, hace entrega del paquete.

Han pasado quince años desde que el regalo fue a parar a manos de su destinatario, y el remitente (que aún paga la broma o la dicha) no ha recibido contestación del mismo. ¿No le ha gustado? ¿Habré sido poco original? ¿A qué motivo puede deberse ese silencio sepulcral e inaudito? Preguntas sin respuestas.

En algunas ocasiones he tenido la fortuna (por llamarlo de algún modo) de encontrar al destinatario en alguna parte. Los saludos de rigor, y nada. No he querido preguntarle ya que considero que la reiteración es prepotencia. Quince años. Esta experiencia es mal educada.

Hoy he recibido un regalo de E.M. ¡Qué ilusión! He puesto unas líneas en un correo para manifestar mi sorpresa y mi agradecimiento por esos cuadernillos de A.C. que no tenía.

Dice Baltanás en su libro de Álogos que los universitarios de Filología Hispánica no conocen los nombres de nuestros poetas cincuentones. Y añado, no solo no conocen, sino que no agradecen su lectura. Si a alguno de ellos le hacen un regalo, no duden que por messenger o facebook, dirán al remitente “G. t. coxonudo”.

Impostura



La diferencia entre la mala suerte y la sonrisa es el sentido común. Hay que vivir con coherencia. Maldito, bastardo, loco, calificaciones que apartan al más cuerdo de la verdad. Y resulta que se vive en una impostura manifiesta. Y no hacemos nada. Escuchamos, lamentamos, asentimos, y ahuecamos el ala, no vaya a ser que nos tachen de algo que no queremos asumir. Nuestra vida es falsa, completamente fingida. Y con miedo, mucho temor a la actitud lógica.

Hoy recordé que la experiencia está llena de poetas maleducados y consentidos. Por ejemplo, un señor me ha pedido hoy el email de dos poetas. Se los he facilitado. Y ni las gracias. Yo no espero las gracias, pero las apunto. ¿Es tan difícil agradecer? Hasta el alcalde de mi pueblo, un republicano madurito, dispone de mejor educación que muchos.

Mi madre me enseñó que es de bien paridos ser delicado. Compensaciones las justas, ¿para qué? Respuestas favorables, las mínimas. Pero de todo se aprende. Creo que al final me voy a convertir en uno de la experiencia o de la circunstancia (queda mejor). Ser poeta circunstancial es más sexi.

Si no lucho por mis intereses nadie lo hará por mí. Eso es tan manifiesto como ocultar algo en la canción de Ale Sergi. Mi nueva ocupación será joder y matar. Joder a los misterios y matar hormigas y arañas que han vuelto a repoblar mi casa. Lo demás es lo de menos.

Sevilla ya no huele a azahar, huele a canalla. Sus ruidos son vagos. Hoy me decían M. y J. D. que este cielo era inglés. La tarde ha sido lúgubre. Los accidentes de tiempo hacen que María vuelva a cantar, una nueva canción. El cielo de Sevilla está horroroso. Vivo con la madre de Spiderman y con sus tías solteras. Pero huevos, lo que se dice huevos, no nos faltarán nunca. Uno es de Puerto Real, reconversión de Astilleros.

martes, 5 de abril de 2011

Feria del Libro de Sevilla



He dicho innumerables veces que la política debe estar fuera de la literatura. Y de la cultura también. Lamentablemente los políticos, esos que tienen vocación de asco y jodienda, lo intentan acaparar todo. Y el resultado, pongamos un ejemplo, la Feria del Libro de Sevilla.

O se tiene el carné de un PSOE que agoniza y se resquebraja, o no se puede hacer ninguna actividad cultural que beneficie a nuestra ciudad hispalense.

Las cuentas de la Feria del Libro de Sevilla son las cuentas del gran capitán. Analizamos ingresos, apartamos lo que nos vamos a llevar (un año tocándonos las pelotas por quince días de trabajo) y con lo que sobre, hacemos un poco de cultura que los imbéciles ciudadanos y ciudadanas de esta pobre ciudad (ya pueblo) ni se enteran.

Y la Cultura, al carajo. Traemos a uno o dos nombres de cierto peso visceral, y para el resto de actividades contamos con la múltiple hornada de escritores hispalenses faltos de cariño y con un ego como ellos solos. Les invitas una vez, y acuden setecientas (y gratis).

Sevilla tiene lo que se merece. Un pésimo e inculto alcalde, una consejería de incultura, y una organización que prefiere otorgar la plaza de San Francisco a los cierres de campañas electorales del partido antes que llenarla de casetas de cultura.

Así nos luce el pelo. Canosos o calvos. Infortunados y tristes. Pobres de espíritu que verán sus bolsillos llenos, y este año un poco más (hay que agarrar todo lo que se pueda que el año que viene no saben si estarán aquí). Pobrecillos, es la ley de la morcilla: si le preguntas no te responden, de color negro pergamino, y cuando te ven se arriman a estrecharte una mano morcillera.

Nuevas presentaciones en la Isla de Siltolá

Independencia



Preparo Faltan palabras en el diccionario para su envío, y recuerdo. Los versos los repito de memoria aunque algunos estén escritos en 1980. Miro de vez en cuando el pequeño cuadrito de Edgar Neville. Cierro los ojos y observo los colores, los trazos, los árboles estilizados y el grueso marco blanco roto.

Hace tres años acudí a un centro de enseñanza de adultos. Cuando llegué (un día de bochorno insoportable) las alumnas tenían en los tablones de anuncios mis poemas. Incluso me recitaron uno: “Sin que venga la niebla”. El tono que imprimía, una señora mayor, mientras declinaba los versos, me ha recordado a Neville.

Cambio palabras. Cambio versos. Modifico una puntuación extrema por otra más suave. Enciendo un cigarro y de fondo Delibes (Leo). Suena el teléfono para interrumpir un punto y coma.

Quiero amar a Saint-Saëns, pero Leo me fascina. Ahora los pasos los doy medidos. De losa en losa. Antes podía ir ganando algo más, pero no reconforta. Encuentro un email de enero de JC sin contestar. Ya es tarde. Me aprietan los pantalones. Y siguen faltando palabras en el diccionario.

Mientras mis compañeros de generación engrosaban las listas capuletas de la experiencia, coqueteé con la diferencia. La experiencia era muy triste, se cabreaban mucho, hablaban siempre por teléfono sin conclusiones y, principalmente, comían muy mal: un sándwich mixto, una triste ración. En cambio la diferencia era de mantel, copa y puro. Exquisita comida.

Tanto en la experiencia como en la diferencia había buenos poetas, aunque unos a otros no se reconocían. En 1992 dije adiós a ambos, y me fundí en el sueño de los justos. No soportaba tanta miseria, la seducción engañosa de la podredumbre.

Ahora, después de muchos años, compruebo que siguen igual. Eso sí, más viejos, con canas y correo electrónico. Tristes, como ellos solos. Y ninguno ha descubierto la independencia. La bendita independencia que enriquece. Como la de esa señora mayor que recitó un poema en un tono fanático sin admitir intervención ajena.

lunes, 4 de abril de 2011

El huerto y la tumba: el faro



Quiero que en mi huerto, el huerto deseado, esté la tumba negra. Y que sea el faro de todos los poetas. ¡Qué grande es Colinas! Tal vez el mejor libro que publique Siltolá en su existencia presente y pasada. Es difícil que Antonio llegue a crear una obra tan profunda y silenciosa. En cada verso observo la teoría de las inclinaciones, y sonrío.

Hay una generación de escritores jóvenes, con un cuerpo de lecturas y un criterio magnífico. No llegan a los treinta años, son muy pocos en España, pero dejan ver un futuro más que prometedor. Además, y creo que es lo más importante, han descubierto la verdad y la vida. Miran y observan. Entienden y creen. Indagan y saben. Antes de emitir un juicio leen. Y no se dejan influenciar por nadie.

Poco les queda a las glorias efímeras, tan falsas como las reseñas en los medios. La historia de nuestra literatura fue manipulada hace años. Se emitían juicios de valor que iban pasando de generación (poética) en generación. Y así nadie tenía una oportunidad aparente. El poeta bueno era el que ya venía en el cliché de los anteriores, como fotocopias idénticas en diferente papel de color. Los nuevos poetas no permiten que se encienda la máquina copiadora. Tienen criterio (¡tan ausente durante tantos años!).

Y nos han enseñado, y nos enseñan, que los descubrimientos estaban ahí. Siempre han estado. Cuando alguien me dice “menudo descubrimiento”, sonrío. En los últimos días tengo muy buen humor (¿?).

Quiero que mi muerte sea un huerto, y una tumba, y un faro. Me acerco a los jóvenes sabios y poetas, y no piden nada (¿no os suena extraño?), no quieren nada, solo aprender y escuchar. Sus lecciones son la vida, en una tumba negra. Con un gran huerto deseado.

domingo, 3 de abril de 2011

Simonetta Vespucci



Buscamos el tono. La armonía entre la existencia y la propia creación. A menudo pienso que estas líneas apenas tienen interés. Y siempre siento esa vergüenza digna del consuelo. El silencio de algunos me aprisiona. La flaqueza de otros enorgullece. Ante una llamada repito mi opinión de las antologías:

Una antología debe ser breve. Un puñado escaso de poemas de cada libro, y una conjunción superior que dignifique el tono común. Ampliarla siempre es un error. Hay versos que, el paso del tiempo, desvanecen en la espesura del bosque. Y aunque entremos a rescatarlos nunca hallaremos un ritmo propio y el equilibrio armónico.

Ahora todo es recuerdo. Los ojos de Luis mirando a María tras el cristal de unas gafas de pasta. El pelo de Antonio en Ibiza recitando el poema de Simonetta Vespucci. El cuello estilizado, elegante y poético de MVA, siempre ante la vigilante mirada de Rafael. La boca de Claudio y sus labios blanquecinos, una expresión que era un don.

Ha perdido la carta el interés. Es más fácil encender el ordenador y expulsar correos electrónicos con destinatarios inciertos. Incluso en ocasiones se convierten en CC o en CCO. ¡Es triste! Recibir una carta es un lujo de otro siglo. Las cartas eran armónicas. Conocías al remitente por la letra, el color del papel, la tinta del bolígrafo o la pluma. Disfrutaba con las cartas mecanografiadas y corregidas a tinta.

Encargué hace años la ordenación de todas las cartas que tenía en cajas. Consiguieron organizar veintidós carpetas. Las últimas cajas quedaron sin abrir. Esta pasada semana, y con motivo de la petición de un organismo público, abrí las cajas cerradas buscando unas reseñas. Y descubrí un infinito mundo de recuerdos cerrados y precintados.

Agitados por las aspas de un molino y por la fuerza de Noto y Apeliotes, los testimonios de la memoria escaparon del cartón arrugado. Buscamos el tono mientras los sucesos resucitan.

sábado, 2 de abril de 2011

La norma



Los escritos que aparecen en este cuaderno son reducidos. Los otros están guardados en una carpeta. Pueden molestar. Y si algún día ven la luz dudaré de la literatura.

Sigo sin poder leer a Parra, ni a Rosales. Creo que ya lo dije, pero fuera del cuaderno (en los otros). Paseo con las Meditaciones de Marco Aurelio. Pero no como alma en pena. La ilusión se esfuma como el cigarrillo en el cenicero. Y deja un olor lamentable cuando está a punto de morir.

Busco oficina en Barcelona para que Siltolá se traslade definitivamente. Sevilla es muy pequeña y sus gobernantes nunca han dado (ni darán) la talla. Mientras paseo por el campo casi florecido y lleno de insectos, recuerdo de nuevo a Vázquez Montalbán. Pero hoy no me sugiere. Nada me atrae.

Frente al ordenador tengo un retrato de Benito Pérez Galdós, de principios de siglo. Fue un regalo. Al final el regalo costó caro. Suele ocurrir.

Cuando peor te encuentras todo son recuerdos. He escrito varios folios explicando la poesía común de la experiencia y la diferencia. Los guardo. He sido muy objetivo y la objetividad como la norma, atrae problemas.

Mientras escribo escucho un profundo eco lejano. Un eco que repite una a una las meditaciones. Redactadas en la noche y con ausencia de paz. Dejé hace unas horas una flor en la mesa y ha perdido toda la fuerza y la vida. Se arruga, se marchita. Tengo que rebobinar. No puedo pasar página pero sí darme cuenta de lo listos que son los tontos. Eso creen. Y juzgan, sacan conclusiones, y hasta alaban a Trapiello sin leerlo. La norma destruye lo evidente.

viernes, 1 de abril de 2011

Trapiello



Desde el día de ayer mi concepto de la vida y la literatura ha cambiado mucho. Desde este momento los acontecimientos surgirán de forma exponencial, quiero decir, ajenos a los impulsos. Se apaga el interés, como se apaga la llama, y no tengo a mi lado a Juan de Yepes para apoyar en lo inapreciable.

Puede que Andrés Trapiello tenga algo en sus escritos que nos engancha. Comienzas una lectura y no puedes parar en una página concreta. Ocurre lo mismo con Ulises de Joyce. Hasta ahora Trapiello se ha limitado (en buena parte) a narrar definiciones y acontecimientos, no considero que su escritura sea un diario, más bien es una manifestación literaria de la propia vida y sus impulsos.

Todo el mundo puede escribir un diario. De hecho es uno de los regalos de más éxito en una etapa concreta de nuestra vida. Pero hay diarios vacíos y otros, en cambio, reportan la necesidad del escritor. Es como el huevo de Twitter. Miles de no imágenes representadas por un simple huevo en el universo virtual.

Cuando leo a Trapiello recuerdo a los presocráticos. Sobre todo a Jenófanes y a Anaximandro.

La antología de Cumbreño causa furor. No paro de recibir mensajes de lectores que dicen haber descubierto a un poeta inmenso y diferente. Y tienen razón. Para José María la unión de los géneros es la precisión del propio lenguaje. Es su propio estilo.

Y nadie se moja. La vida literaria nos aburre. Ocurre lo mismo con Ulises de Joyce. Ulises es un aburrimiento necesario. Y sobre todo, no puedes dejar de leerlo.

Entre las palabras que repito con más asiduidad se encuentran silencio, noche, defensa, pureza y definición. Esas cinco palabras definen pobremente la obra de Trapiello. Su literatura es mucho más rica y comprometida. Ha creado un nuevo género literario, el género Trapiello. Es la intelijencia de JRJ.

¡Quince años!







Pedidos: simlibros@gmail.com
PVP: 10 euros.