lunes, 15 de septiembre de 2014

Corbatas




Desde hace algunos meses entrego a mis hijos mayores las corbatas que dejé de usar. En las últimas semanas les he regalado relojes, gemelos y otros elementos del vestir masculino. No uso nada, no utilizo nada.

Recuerdo el poema Balance. Lo tengo grabado a fuego en la cabeza e intento dulcificar lo amargo de la vida, pero es imposible.

Un periodista cultural consulta a unos poetas sobre la poesía de alguna provincia andaluza. Y cada cual respondió a su propio entendimiento, a su propia sabiduría. La edad de oro de la poesía andaluza dejó de existir hace años, ahora casi todo es rancio y empalagoso, de hace un siglo que dijo el más avispado.

Hay poesía andaluza que huele a naftalina, a ropa vieja, un perfume de Mercadona.

Reparto mis pertenencias mientras encargo estanterías a un carpintero para llenar el pasillo de libros. Apenas queda hueco para la propia vida, apenas queda nada.

El acto de donar es sinónimo de presente. El hecho de imitar es pasado, y el pasado no existe. No hay poesía innovadora en esas provincias andaluzas. No hay que sorprenderse. El olor a tiernos recuerdos nunca será futuro.