martes, 31 de mayo de 2011

Seis



Sigo con el inventario y se amontonan los problemas. ¿Te quedas? Necesito ayuda, por el suelo hay muchos libros, papeles, carpetas, reliquias de inventario. Te vas, buscas tu libertad mientras hago lo propio con mis versos. No los encuentro, se los llevó Satán en la visita. No seré capaz de volver a intentarlo, ni saldrá el mismo tono. El Ocaso en Poley era bello si Vicente lo enseñaba. Visto o leído así, nunca es lo mismo.

Me muero, lo hacemos todos cada mañana. No dispongo de tiempo suficiente para leer lo que debo leer. No soy fácil y no lo soy. Incapaz de comprar mi libertad me entretengo con una vida ajena que no me satisface. Le meto mano al inventario antes de terminar el verso sobre la realidad. ¿Te quedas? Anda, piénsalo bien, no te pido más, esa ayuda que amontona los problemas.

No sabes lo que quieres. Doy media vida por tomar un café con Satán y la otra media se la llevó dios. En un minuto he cambiado una palabra seis veces. Me quema la nuca. Es una descompensación neurovegetativa, o lo que es lo mismo, una paja mental en un verso. Si no lo hago me duele la cabeza, el poema es pobre, vulgar, una reliquia de anticuario. Y el verso, para ser verso, debe parecer un inventario de mentiras errantes.

He acabado en el suelo. Busco un poema mágico en Después de la noticia, pero no lo encuentro. ¡No lo descubro!

Has venido y ya te vas. Hay más libros por el suelo. Gracias, tu ayuda ha sido nada productiva. Sigo leyendo.

Cinco



Hago inventario en el mundo genial de las cosas que dices. Y he tenido suerte. El día que Satanás llamó a mi casa dios abrió la puerta. Transcurridos unos minutos pregunté quién había venido y mirándome a los ojos de una manera extraña exclamó: “¡Nadie!”. Supe entonces que algo había pasado. Vivía con dios desde hacía unos meses. Aún no tenía la seguridad de los últimos tiempos.

Es fácil y sobraron precipicios. Lo complicado se quedó en el cajón de los zapatos. Con el paso del tiempo la confianza se hizo música. Y entonces, justo en ese momento, nos dijimos la verdad. Escuchaba y olvidaba. Nunca deseé enterarme de una exacta descripción. Tampoco le atendía mientras sacaba conclusiones. El miedo se había apoderado del juego.

No podíamos ser agua el último día. Por más que insisto dios no quiere llamarlo para quedar. Ni siquiera invitarlo a casa a tomar un café con pastas. Creo que tiene mucho pánico.

Con lo que nos hemos dado. Casi todo. Siempre faltó esa palabra atormentada, quedé con el ansia de aprender, de conocer la realidad del visitante y sus motivos. Creo que me buscaba. Le he tentado tantas veces, hasta en el agua, que el reconocimiento ha omitido la propia condena. En una ocasión estuve cerca. Justo al lado. Calentó mi cama una noche de esas en la que duermes mucho. Sentí una extraña sensación de hundimiento. Junto a mí había un hueco y no era la esperanza. La almohada amaneció húmeda.

No queda nadie, verso acabado y punto. He dejado de escribir. En muchos años apenas un puñado de palabras con un ritmo sonoro y un tema: el juicio final. Temo el castigo, la decisión me exime. Un día vino a casa y le abrió la puerta dios. Mi amigo dice lo mismo, pero con sus palabras, TRR tiene razón. Ruego máxima difusión a algún poema, o a estas canciones de Jorge.



lunes, 30 de mayo de 2011

Cuarenta



Entre Satanás y hablar de la poesía me quedo siempre con lo segundo. Confirmar que un buen poeta es capaz de escribir en su vida diez poemas buenos es una afirmación categórica. Que un poeta inmenso eleva esa cifra a veinte, no lo dudo. Y que un grande entre los grandes puede ampliarla aún más, es otra evidencia.

Pero ahora que leo a autores contemporáneos, y los releo, desmenuzo sus versos e intento llegar un paso más allá. El resultado es lamentable. Su horizonte es tan limitado como desolador. La mayoría ha tomado un modelo también contemporáneo y eso recorta su grandeza y la hace escasa, de corto entendimiento.

Me contaban el otro día que un poeta vulgar, muy vulgar pero conocido, decía que una poeta contemporánea era su figura sublime, la mejor de nuestros días. Mientras mi amigo pronunciaba las palabras tomé su último libro y acabé con las manos en la cabeza, por no decir con la cabeza entre las manos.

Los más avispados (no por ello mejores) han tomado a algún autor extranjero como molde y esencia, llámese Chesterton, Lewis o Tolkien. Y me pregunto, ¿dónde dejan a Dante, por ejemplo? ¿O a Rilke? ¿No es mejor y más sabio aspirar a la cultura aún sabiendo que en la vida no escribirás diez poemas buenos?

Me dirán subjetivo, pero estoy en el mundo, en el mundo externo. El de todos los días. Parece que se lee con dos ojos sin utilizar el propio entendimiento. Y en el fondo, usted, tiene razón. Todo es subjetivo. Justifíqueme sus diez poemas y mi reverencia se hará patente, mi asentimiento figurará como leyenda.

Satanás se ha fugado con una poeta de la Cosmopoética. ¡Menudos versos!

domingo, 29 de mayo de 2011

La nueva Ley Mordaza de la Pajín y el blog



(Aquí)

Cuatro



Que yo te vi primero. Tu brillante abrigo verde, esas botas de ante por debajo del hombro y un pelo ensortijado que en Baena llamarán cabello. El brillo de tus ojos sospechaba. Cogías el micrófono con las dos manos intentando sentarte. En un preciso instante, una gota de agua en el cristal, cruzamos nuestra vista. Y yo te vi primero.

Descubrí en ese momento que el mundo se había caído. El resto de la canción me la cantabas. En la tercera fila, y sentado junto a Armando, me fijaba en tus medias. Mientras ibas acabando me marché. No propusiste guerras. Pasaron varios días hasta que una llamada me hizo odiar el teléfono.

Desde entonces un verso es una fórmula mágica repleta de complejos.




Con alumnos del IES Albarrega (Mérida)



En la Feria del Libro de Sevilla 2011.



sábado, 28 de mayo de 2011

Dos



Es la palabra justa la que conduce al poeta por el camino de la esencia. Desde el centro del parque aprendemos a respirar. Un pájaro sonríe cuando no sabes dónde mirar y, acaso, si agachas la cabeza todo es mediterráneo. En un banco de piedra, las sombras de los árboles hablan siempre bajito. Te susurran palabras que debes construir, se tienen que ordenar. Primero la semántica, después los signos y todas sus combinaciones.

En el centro del parque debes buscar un ritmo. Una fórmula mágica que agregue al ritmo el tono. La llaman armonía. Dicen que es un tratado. Me gusta que la noche interrumpa en silencio. Las sombras se confunden con el sentido extraño. Sentido inesperado que nos va suicidando.

He paseado por Sevilla con Antón Castro. Un tipo singular y excelente persona. Un autor magistral, humilde y muy sincero. Le he contado algunas de mis cosas. De esas que nunca cuento por miedo a las manías.

Este cansancio es un estado civil como la soltería, el matrimonio o la viudez. Lo llevo ya conmigo. He perdido el anillo. El aro de metal, la joya de la vida. Lo he perdido en el parque. En el centro del parque. Y no lo encuentra nadie.

Tengo a todos los pájaros buscándome el adorno. Algunos ya de vuelta me dicen que se marchan. Junto a la fuente mágica, la que chorrea palabras, una estrella refleja lo justo y necesario. No aparece el anillo. Debo vivir sin él. He lavado mis manos. He sacudido el agua en las plumas de aves que nunca me abandonan.

Vuelvo al banco de piedra. Allí descansa el aire. He visto primero como ha pasado el tiempo, pero me acerco lento. Después he mirado tu boca. Estaba abierta. Esperaba ese beso que nunca nos hemos dado. Era un beso celeste como la formación de sílabas. Descubro en tus labios la maravilla y un puñado de esencia. La que uno necesita para escribir un verso.

Amanece en el parque. Libre de la tormenta que dijo Garcilaso. Libre de todo rostro que recuerde un poema. En el centro del parque estos rayos de luz hacen nacer las sombras. Los árboles sonríen. Los pájaros prosiguen y buscan un anillo que me devuelva el tono. Y un cansancio se lleva la palma de todas las alhajas.

viernes, 27 de mayo de 2011

Entrevista de Truman Capote / Toni Montesinos con motivo de la aparición del "desconcierto"



Toni Montesinos: (Ver aquí).

Ocho



Acabo de enviar una entrevista genial. La hacía Truman Capote. Parecía un test de personalidad donde la pregunta número 13 se repetía con otro enunciado en la 21. Pero creo que no he picado. La mandó esta mañana Toni Montesinos para que le respondiera a unas cuestiones con motivo del desconcierto. Todavía recuerdo las preguntas. He intentado contestar a la primera, sin impulsos y sinceramente. El resultado lo leeremos en unos días. Por un momento he recordado a Capote, he sido él.

He saludado a Aquilino, he escuchado a Wiesenthal. He asistido a un claustro de docentes para un curso de expertos del próximo otoño en una escuela de negocios. La tarde se me ha hecho corta. Elías me envía otra joyita. Esta vez un libro titulado Ashes to Ashes, de Ada Salas y Jesús Placencia. Eliot de nuevo me visita. Esta vez se queda conmigo, señoritas de Faber and Faber.

En estos días inciertos oscurece más tarde. Tengo que agradecer a Rocío los libros de JRJ para mi hija. Las palabras que ella aporta a veces son más grandes que los textos que aparecen.

Mientras sujetaba una bolsa de plástico de Aquilino Duque (le hacían un reportaje gráfico en el claustro de Buenas Letras) no dejaba de observarlo. Una lectura de poemas, mano a mano, entre Aquilino Duque y Pepe Cala sería una joya.

He pasado los días malos de esta primavera. La alergia, el cansancio, el calor. Aguanto un poco más, lo justo para no apartar de mi lado el Kirk Raven. Las hojas en papel biblia se van desgastando poco a poco como la cara de nuestros políticos.

Por más que insistan debo ser fuerte y fiel a mis principios editores. Pero se de cosas que he escuchado. Mejor es no pensar, imaginar y recordar se superponen y confunden siempre en el misterio, nunca en el silencio.

jueves, 26 de mayo de 2011

Siete



Justo en el momento que la noticia iba a ser comentada al amigo, la similitud de ideas se hizo carne. Y habitó entre nosotros. Es un instante preciso, un segundo sincero. Es un principio. Mejor que en Tao lo busco en los presocráticos. Es el principio de reciprocidad. Cuando las mentes disponen de fines comunes, cuando la literatura, o el arte, se entienden como un concepto mágico e interno, aparece la correspondencia mutua.

A muchos kilómetros, o a la vuelta de la esquina. Incluso en dos personas que no se han visto nunca. Hay circunstancias donde ese principio no llega a formularse. A priori es un hecho. Con posterioridad se hará verbo.

Suele impactarme de una forma diferente a mi amigo. Me hace ver la grandeza de la similitud. La esencia de esa reciprocidad. En la vida apenas ocurre con dos o tres personas, nada más. No debe extenderse. Su manifestación es limitada. Y ahí está su majestad y su poder. La excelencia moral y literaria. La dignidad en el fondo.

Hablaba hoy Rafa Téllez de los manipuladores de la pureza poética. Y el tono de su voz temblaba a través de un micrófono nefasto. Un par de señoras mayores sentadas delante de mí, cada vez que el maestro Cabanillas recitaba un poema, decían: “¡Qué bonito!”. Cuando el poeta dio por finalizado el acto, se levantaron y se fueron. A lo lejos escuchaba ese ¡Qué bonito!

El delirio provocó una estima (bastante objetiva por cierto) sobre los versos del poeta. Quizá se veían identificadas en una madre y su hijo. Mi problema, o mi delirio, es que me he identificado tanto con los seres del principio mencionado, que todo lo demás no existe. Se puede convivir, pero nada más. No existe nada más allá.

Cuesta mucho. No es fácil. El círculo cerrado se va haciendo cada vez más pequeño. La ley de la elección personal juega un papel fundamental. Un grupo de escolares extremeños de tercero de Eso se ha fotografiado conmigo en la Feria del Libro. Sus profesores habían leído mis textos y la naturalidad de la foto era propia de un fin común. Por un momento se abría el círculo para otorgar una muestra de generosidad. Cuando tomé el taxi en Plaza Nueva la figura geométrica volvió a cerrarse.

Se puede vivir así. No hace falta mucho. Un buen puñado de libros, discos de vinilo, (varios cartones de cigarrillos) y una voluntad extrema de elección. Sin establecer el sentido peyorativo a la teoría. Hay que aceptar. Hay que asumir.

El resto de mortales no lo entiende. Suele ocurrir. Debes vivir con eso. Y convencerte, si realmente lo estás, que es la única de las formas posibles que has elegido. Libremente.

Lo que piensen los demás, está de más. Se de cosas que se dicen. Ocurrió en un momento, iba a llamar por teléfono y me encontré con un fantasma, la imagen del silencio, la visión del misterio. Discúlpenme un momento, se ha vuelto a caer el mundo al suelo y debo recogerlo.

miércoles, 25 de mayo de 2011

En "La nave de los locos"



Fernando Valls: (Aquí)

Sesenta



He paseado desde la esperanza hasta el convencimiento. Tuve que tomar un atajo, el de la angustia. Pero he llegado. Por fin estoy aquí. Tomo aire, enciendo un cigarrillo y saludo al señor de la corbata roja que me ha mirado de forma acomplejada. Era pequeño. No medía más de uno sesenta. Ha pasado justo cuando tomaba el aire y llenaba los pulmones con un poco de ira. Estaba de puntillas, claro está.

La plaza de la vanidad está llenita de poetas. De todas las edades. De todos los colores. Los hay con experiencia, otros son diferentes, incluso alguno se atreve a proclamar lo sentimental. Si sigues el camino y tomas la primera de la izquierda, llegarás al pasaje de la melancolía. Es oscuro, muy triste, apenas llega el sol. Los que habitan allí suelen ser ásperos, con cara estreñida. Un amigo alquiló su residencia y estuvo poco tiempo.

Ya descansado prosigo mi ruta. Espera un gran destino. Una nueva ciudad, un municipio, la casa del silencio y del misterio.

martes, 24 de mayo de 2011

Veintiocho



¡Qué cosas se te ocurren! Lo dejo todo por el suelo y acudo veloz a tu llamada para al final, nada. Un triste desengaño que parece un misterio. Y entre un abismo y la indiferencia queda la realidad. Se te ha ocurrido llamarme justo en el momento que hablaba por teléfono. Por eso ha salido una voz que respondía por mí. Sobra lo demás. No te he colgado, ni he apagado el móvil, ni siquiera he pulsado la tecla roja. Hablaba por teléfono. ¡Qué cosas se te ocurren!

Por la noche, cuando trabajo, siempre me acompaña Benito Pérez Galdós. Lo tengo sobre la cabeza, justo enfrente de mis ojos. Un marco antiguo, verde y dorado, un poco dañado y abierto. El óleo no está terminado. En el ángulo inferior izquierdo queda un vacío, un hueco sin pintura. Ese bigote blanco bajo la singular nariz, y un traje de época difuminado en el lienzo.

Mayo siempre es triste. El calor agobiante de los pájaros y una luz que estremece. Un poema puede ser banal y, tal vez, no es capaz de interpretarse. ¿Para qué? ¡Qué cosas me dices! Ha pasado el tiempo y no es ayer. Lo insustancial es primitivo, trivial. No quisiera aventurar que el terminal ahora se carga, que la tarjeta sim no me reconoce.

Ha pasado el tiempo. Mucho tiempo. Sabiendo que te marchas procuro no hacer experimentos. Tampoco pulsaré el botón de la vida que todo lo recrea. Ya verás que si me conocieras un poco más, entenderías mejor. Mucho mejor. Soy muy limitado. Tengo muchos defectos. Puedo roncar un poco. Pero sobre todo, y es lo más importante, no me gusta hablar por teléfono.

lunes, 23 de mayo de 2011

Feria del Libro de Sevilla 2011




Europa Press y el "desconcierto"



Europa Press (Aquí).

Hoy a las 20 horas en la Feria del Libro de Sevilla (¡Alivio de luto!)




Cuarenta y cinco



Se ha caído el mundo al suelo. Voy a acercarme a recogerlo. Un señor, con mala cara y muy feo, me impide el paso. Dice que es poeta. Para escribir poesía debemos apartar de nuestro lado la religión, la política, el trabajo, la familia, al amor. Todo debe estar fuera. Claro que si consideras que esto es un divertimento propio de los atareados, te quedas con ellos. Es lo mejor que haces. No los dejes hombre. Tú sabrás.

Te vi primero. Ibas tan guapa. Unos labios pintados de carmín, un vestido de lino, y una aproximación al desencanto. Mientras te acercabas intentaba apartarme. Han llegado los cuervos. Vienen en bicicletas. Uno me ha guiñado un ojo. Con la mano en alto, he dicho adiós. No ha pasado el tiempo. Ya no es ayer.

Se de cosas que me dices al oído. Se ha caído el mundo al suelo otra vez. Tengo que volver a recogerlo. Llevo un cubo de basura muy grande. Tú lo sabrás.

domingo, 22 de mayo de 2011

Nuevas reseñas y menciones de "Una aproximación al desconcierto"



Una aproximación al desconcierto, SIM-Libros, Sevilla, 2011. (Editorial aquí)



Olga Bernad, en su cuaderno Los Otros: (Aquí).

ABC de Sevilla: (Aquí).

José Luis Morante: (Aquí).

Veinte



En los últimos días me encuentro muy cansado. Agotado de todo y con todos. Los que se creen sabios, los que dicen ser cuerdos, no los soporto ya. Es triste, pero permanecer al margen de las horas tiene su incertidumbre. No te dan argumentos, son bruscos y soberbios, desapacibles, ásperos, una mierda de hombres. Se de cosas que se cuentan que no desvelaré. Lo de los “indignados” es una mera anécdota comparado con todo este artificio.

Los grupos son nefastos. Benefician a pocos, ya que todos los burros agachan las orejas. Las tendencias, corrientes, oficios literarios, los han creado ellos. Los simples y malévolos, los bienaventurados de un infierno muy frío.

Los líderes poéticos, esos que crean escuela (dentro de una corriente tan turbia como el lodo), deberían presumir de ser muy feos, machotes, mujeriegos, maricones de ayer y tristes gais de hoy.

Últimamente duermo mejor. Voy cayendo por ahí. En casa de mi madre, tumbado en la piscina, en el sofá marrón (adquirido en Meguerry). Pienso de otra manera, no me apetece quedar para cenar, ni tomar la cerveza. El teléfono lo uso muy poco, y respondo, eso sí, a todos los correos.

Espero carta de Chile. Un paquete muy grande. Lleva un gran corazón. Después de hablar unas horas con él (el poeta de todos los poetas) ya todo me da igual. Tenía el mundo por el suelo y me lo ha levantado. Que me digan poeta me importa ya muy poco. Lo que debía escuchar ya me lo han dicho.

Y después de esas horas, que han sido una gran vida, que se metan con esto, con la edición de aquel, o el verso de ese libro, me hacen que incurra en el desliz más bello de la historia, en la aproximación.

Me ha llenado de vida. De misterio, silencio, de musicalidad. También de pasotismo, ironía. Un poco de justicia y una pizca de angustia. La receta del arte. De toda la poesía.

sábado, 21 de mayo de 2011

Uno



Era Motivos (1983) un primer libro juvenil. De esos que se escriben con diecisiete años, y dejas entrever la aristocracia. Una forma impulsiva, y las meditaciones ocupaban los versos. Ahora que corrijo Faltan palabras en el diccionario, descubro su grandeza (a pesar de pesares). En el fondo nunca salí de allí, del tono inusitado, las sentencias pausadas, y una vida amargada por el simple hecho de ser vida.

Derrota y muerte a los héroes (1988) fue un ejercicio culturalista. Un homenaje interno a los grandes poetas. Quedó la esencia, el ritmo, y enriqueció la forma de entender la poesía. A partir de este momento dejé de leer los versos ajenos de la misma manera. Y los propios cantaban con un compás lejano. La cabeza movía sus intenciones.

El violín mojado (1991) fue un único poema. El libro de una noche. Una aventura de amor. La integridad del ritmo rondando las esquinas. Unos versos larguísimos (unos cuantos tan solo), y una historia que iba, venía y se marchaba. Todo lo que he podido escribir en la poesía se encuentra en este libro. Y de él todo fluye, nada se desespera.

Introducción y detalles (1991) incluía la justicia social, la ironía, la crítica veloz, y el mismo tono. Última cordura (1993) es su complemento, una continuación. La muerte oculta (1996) me enseñó a amar la noche, la muerte, la oscuridad. Y todo ello en silencio. Un misterio que corta toda respiración y la revive.

Hace unos días recibí la carta de un amigo poeta. Un magnífico autor. Una bella persona. Se ensañaba conmigo por haberme apartado de la misma poesía. La que él defendía. La que él custodiaba. Incluso se atrevió a describir Una aproximación al desconcierto (2011) con un término vano, vulgar, insostenible: experiencia. La vida es un misterio, mi buen querido amigo. Un misterio grandísimo. Y por más que yo quiera, nunca saldré de él. Siempre vuelvo al camino (no me puedo salir, aunque lo quiera). Siempre escribo lo mismo, de la misma manera.

Hay que leer los versos con libros en la mano, y verás que repiten las historias. El amor por encima de la vida de dios. La tristeza y la infancia que siguen dando miedo. Y esos juegos coquetos que gustan o no gustan.

Mi buen querido amigo. Ya te mandé una carta, ahora me justifico. Espero esos estudios que hablan por tu boca. La gran sabiduría. Agradezco tenerte otra vez a mi lado, del que nunca te fuiste. Y admiro tus consejos. Si todo lo fundimos salen unos cien versos, todos ellos iguales.

Act (Catorce)



Sobre el tejado, han venido los cuervos en bellas bicicletas.

viernes, 20 de mayo de 2011

Heraldo de Aragón (Suplemento ARTE & LETRAS)





(19/05/2011)

Veintidós



Me gusta que me hagan regalos. Regalos sorpresa. Que me entreguen algo a la luz de la luna o al claro del día no provoca la misma ilusión. Hoy he recibido un regalo muy bello. Un poeta me envía un ejemplar de la edición limitada de un libro de versos e ilustraciones. Una joya, que conservaré mientras esté en mi mano.

Se empeñaron que fuera esta tarde a la presentación de un libro de poemas en el Hotel Colón. Cuando llegué y mientras buscaba la mesa de ventas, para adquirir un ejemplar del libro, me preguntaba qué hacía allí. Miraba los rostros de los asistentes. Algún conocido, caras que suenan a la ciudad de siempre y muchos que nunca había visto. Descubrí, con el paso de los minutos, que la mayoría de los invitados procedían de Granada, y gran parte de los otros, de la Hacienda Pública.

A lo lejos Rafael de Cózar. Nos saludamos muy cariñosamente y conversamos un poco. Tuvo la amabilidad de presentarme al autor del libro, al protagonista. Me senté junto a mi amigo, y aguanté como un regalo envuelto el tiempo completo del acto.

No permanecí en el ambigú a la llegada de las cervezas. Monté en un taxi hasta mi coche y ojeé los poemas del libro. Un poco complicados para no decir nada.

Hoy he descubierto que me siguen gustando los regalos que recibo por sorpresa. Pero también que la poesía es universal y eterna. Todo el mundo puede hacer poesía. Puede escribirla. Pero es difícil, muy complicado ser fiel a la poesía verdadera. Lo fácil es efímero, lo auténtico es misterio, silencio.

Un epigrama caligráfico en el cuaderno de TRR, y muchas palabras de agradecimiento que debo enviar ahora que el desconcierto comienza a ser verdaderamente desconcierto.

Un joven periodista me envía un cuestionario para una entrevista. Y cuando leo las preguntas me digo “¡Joder, que se ha leído el libro entero!”. Es la primera vez que un periodista se lee un libro a la hora de redactar algo.

Me he acordado mucho de Olga. En Zaragoza hoy El Corte Inglés se ha vestido de grana y oro. Una nostalgia armada recorría los estantes de los pasillos en esos grandes almacenes. Estoy convencido que ha cortado oreja y rabo.

No encuentro en tu boca nada. Absolutamente nada. Posteo con Jesús Aguado recordando nuestras letras de jóvenes. Los trazos, los principios de una verdad que empieza a ser acumulada. Y esos principios los dejo en la Puerta del Sol. Me gustan los regalos que recibo. Muchos libros, algunas chucherías, y entre todos ellos la amistad. Y así, por sorpresa.

jueves, 19 de mayo de 2011

Unas palabras sobre "Una aproximación al desconcierto"



Álvaro Valverde: (Aquí).

22-Mayo



Y a mí que todo esto de los indignados me huele a Rubalcaba. La verdad. Cuando ya empiezan con organizaciones dentro de las organizaciones, y alegatos a los alegatos, malo. Es lo que pienso, ustedes disculpen. Ya dice mi madre que soy muy bruto. Pasó con el 11-M. Y ahora con los indignados.

Fíjense. Dicen las encuestas que el PP arrasa. Y el único perjudicado de tanta indignación es el PP, y la jornada de reflexión. El PSOE no pierde nada, pues el que no le iba a votar, no lo va a hacer.

Ahora la política se ha convertido en cabeza de turco violento. Pero una violencia con redes sociales. Ya han empezado a organizarse, y se van extendiendo por las capitales de provincia de este país, más muerto que vivo.

Una forma de parar tanto descalabro. Y tendrá consecuencias. Muy graves. Y yo que al principio me sentía identificado con eso de abajo los políticos, los banqueros, los sindicatos. Y dentro de nada (no lo olviden) los políticos, los sindicatos y los banqueros con el carnet del PSOE más grande que el reloj de la plaza, estarán con ellos en la sombra siniestra de la mediocridad.

¡Qué mal pensado soy! Pero cuánta razón tengo, señores.

Ochenta



Llueve. Una manifestación de aves interrumpe mi paso. Eran aves dichosas. Y entre ellas había una esperanza. Digo las cosas como son, y lo único que estaba permitido era mirarte. Me levanto cansado. Repito en la cabeza los últimos versos que leo por la noche. José Julio Cabanillas presenta un libro que le pidió, rápidamente, Pepe Serrallé. Un libro de poemas. Tengo tantas ganas de leerlo como de revisar la antología de Paco Bejarano.

Juan Manuel dice que apenas se venden libros en las ferias. La afluencia de público ha disminuido mucho. Otros años, los actos se llenaban con Boris Izaguirre, y cuando viene un escritor de verdad, media sala. No se venden libros.

Tengo que replantearme la isla. Publicar a escritores que garanticen un mínimo de ventas. Las justas y necesarias para poder publicar a autores nóveles e interesantes. El círculo permanece cerrado.

El poema que leí anoche era de Nicanor Parra. Se titula “Cartas del poeta que duerme en una silla”.

Me da sueño leer mis poesías
Y sin embargo fueron escritas con sangre.”

Ya verás como olvidas los versos que no te reportan ese mínimo de acción-emoción. La enumeración corrida de palabras absurdas y frágiles. Un lector del cuaderno me ha escrito esta mañana. Dice que compró en una plataforma un libro del 91. Me lo manda para que se lo dedique. Es tan frío dedicar como seguir creciendo. El silencio me mata. El silencio me vive.

Un día lo necesitas y otro lo deseas. Y cuando no lo quieres aparece. Desde que me enteré que me acompañaba, he cerrado las puertas. Es el silencio. Sobre el césped el rocío. Sobre él la esperanza. Era morena, con unos ojos grandes. Jugaba con sus hijos. La terraza del bar se convirtió en la improvisada discoteca donde movía su cuerpo.

Desde una ventana, ajeno al cielo raso, la observaba. Daba vueltas y vueltas de las manos de los niños. La gente la conoce y no reprocha nada. Se llamaba esperanza. Se llama silencio.

Los versos de esta noche también de Nicanor:

El deber del poeta
Consiste en superar la página en blanco
Dudo que eso sea posible.”

miércoles, 18 de mayo de 2011

Quince



Sí, debo reconocerlo, prefiero a Víctor Botas o a Miguel d’Ors antes que a Francisco Brines por ejemplo. Es gusto, es poesía. Y cada uno la ve de una manera diferente y necesaria. Una abeja revolotea por encima de mi cabeza. Es la inseguridad. La vi primero, antes que ella a mí. Y a partir de ese momento decidí abandonarla junto al pozo. Me iba moviendo extrañamente. Ella me seguía. Al llegar abrí la tapa y, con un giro de brazos, cayó atrapada. Permanece encerrada mientras leo poesía.

Bajaremos por el camino de madera hacia la playa. Tras andar diez minutos con un calor sofocante, llegamos. Una familia había instalado un campamento base. Hasta tiendas de campaña, mosquiteras, y unas hermosas sandías sobre la arena. El abuelo tomó una navaja de grandes proporciones y procedió, con un arte excelente, a cortarlas en tajadas.

Mientras paseaba, descuidado del mundo, un niño se acercó a ofrecerme el suculento postre. Acepté encantado. La abeja volvió a mi cabeza. Corrí hacia el coche. Había dejado en el asiento Historia antigua (1987), de Botas. Abrí una página. La abeja, que me había seguido hasta allí, desapareció. No había inseguridad. Tampoco ingenuidad. Un poco, o porción, o fragmento, o tal vez tajada, de desconcierto.

Ya verás cómo no olvidarás nunca sus nombres. Recuérdalos. Se llaman Miguel d’Ors y Víctor Botas.

martes, 17 de mayo de 2011

Sesenta y nueve



Tengo lo que tengo, debo lo que debo y quiero lo que quiero. Hago mías estas letras de Diego. Buenas amistades en Extremadura, todas mujeres, por cierto. Y una ilusión tremenda a que llegue el domingo para poder votar en las municipales. Hay que votar. No acudir es un error. Ahora preparo mi papelito que introduciré en la urna: “Todos los políticos se vayan al infierno”. Eso es lo que hay que votar. Apoyar a un partido es ya partidista. Y los partidos están constituidos por sinvergüenzas. No se salva nadie. Ni uno solo. El Estado Universal Compartido ya, es necesario. Hacer teoría de la política o de la educación (y de la cultura ni hablamos) es absurdo mientras exista la clase política.

Claro que hay algunos, que tienen el cielo ganado (eso creen ellos). Y su misión en la tierra consiste en convertir. Pero en esa conversión pierden la identidad con la que nacieron. Ahora son máquinas efímeras de un arte efímero. Pobrecillos. Y hasta aparecen en la prensa, en la radio o en la televisión. Si supieran que España dentro de veinticinco años tendrá mayoría de practicantes musulmanes y nuestros alcaldes serán los machupichus.

Los organizadores de la Feria del Libro de Sevilla les dan, a última hora, caseta a los Cangrejos Pistoleros y a los Poetas en Acción. (Os deseo mucha suerte editores). Es la vida al revés. Tengo que ir a firmar ejemplares el 23 a la caseta de una librería, pero no voy a acudir. Mandaré a una sombra que no es mía. Lo que hay que ver allí da asco. Y huele a miseria política hermética. No me defino, ni lo haré nunca.

Mis amigas extremeñas me quieren mucho. Unas dan clases en la Universidad, otras trabajan en oficios liberales, y algunas son amas de casa. Lectoras enormes, pero de lo que les convienen, exclusivamente. Mis amigas extremeñas como viven en una comunidad autónoma pequeña y pobre, se han acostumbrado a negociar la verdad con metáforas. Los recursos estilísticos los modifican a su antojo, pero da resultado.

Hoy me han regalado dos novelas. El cuento número trece y Una estatua en busca de un parque (o algo así). Dos libros enormes que servirán para quitar la cojera a la mesa de plástico verde del jardín (hay desnivel en el terreno). Si te acercas al final de la parcela, el suelo se deja caer hacia la izquierda. En cambio, si acudes a la piscina, todo tiende a la derecha. Justo en el centro, donde está plantado el madroño, habita la verdad.

Debemos intentar que nos dé un poco el aire. La mejor hora es la última de la tarde, cuando sopla esa brisa que se lleva a la izquierda hacia la carretera. Sobre la media noche la derecha acaba en el contenedor de la basura. Mis amigas extremeñas me han invitado a almorzar un día de estos, pero les he pedido que vengan a Sevilla.

He solicitado consejo a unos poetas sobre un libro. Coincidimos en la opinión general. También en la particular. El libro es mucho mejor que algunos de los publicados en Siltolá. Es un poeta inédito. Tiene oficio. Pero veamos, hay que matizar. Oficio en este país tiene el más pintado que no sale de su entorno (o de su armario), y su poesía acapara la dicha del desajuste.

Hay que cerrar un ciclo. Acudo al súper de Aznalcóllar para comprar provisiones. Hay que encerrarse una temporadita a esperar que pase el huracán. Y mientras a leer a los clásicos, que ya va siendo hora. Y yo que me creía que en Extremadura se comía bien.

lunes, 16 de mayo de 2011

Gracias Gregorio Luri, Miguel Ángel Lama y Antón Castro



Gregorio Luri. (Aquí)

Miguel Ángel Lama. (Aquí)

Antón Castro. (Aquí)

Sesenta y seis



Hace solo unos días, don Nicanor cogió su coche y se dirigió a un restaurante playero en Las Cruces. Un viejo escarabajo. Su sonrisa, la alegría, la vida. La incierta manifestación de la poesía auténtica. Y es que don Nicanor, con 96 años, se atreve a conducir por esas carreteras, y a saltarse la siesta si es la poesía quien le requiere. Nicanor Parra es más grande con sus años.

Después de lo de Cádiz he intentado descansar. Córdoba, Cádiz, otros viajes mayores. Y por fin, un minuto de respiro que he convertido en horas. Muchos han sido los libros que he recibido por mail. No he respondido a todos. Uno de ellos ha provocado un rato de sonrisas. Un poeta me envía un libro “Para que usted lo publique en su editorial”. Y culmina el texto: “Y le exijo papel reciclado en la edición de la obra, ya que soy un hombre muy reciclado”.

Otro que me trasladó el libro de un conocido, y le respondí hace varias semanas, ahora invita a la justicia con insistencia. ¡Qué grande es la poesía! Después de escuchar lo que ya he oído, nada más me queda. Todo resbala por los acantilados. No deseo nada, todo me sobra.

Una cantante española remite la obra de uno de los autores de sus letras. Y es que esa cantante no me gusta. ¿Qué hago? Le he dado al Play pero no suena. No se ha ido la luz. La lámpara sigue encendida. Me gusta que la poesía acumule vida. La poesía que escriben los peces sigue en el agua.

¿No te ha ocurrido a veces, después de leer un poemario, que quedas vacío? Magnífica construcción, oficio premeditado, incluso hay tono y ritmo. Distancia y actitud. Pero no hay vida. Le falta el paso que algunos no ven. Ni siquiera la crítica. ¿Pero, hay crítica? Se confunde la vida con los acantilados de la playa. Hay que vivir, hay que seguir viviendo. La vida es una errata en nuestro calendario. Una errata muy grande.

El deseo de la suerte se agradece. Es como ver al toro y esperarlo. Disfruto de los lectores. Mi hijo Jaime me acerca su primer vídeo, me lo hace llegar para saber mi opinión. He recordado a T.R.R. por un momento. Sus apuntes sobre arte y música me han hecho abrir los ojos. ¿Qué cantidad de cosas se pueden hacer en un vídeo? La poesía no cuenta con tantas ayudas virtuales.

Hay que vivir, hay que seguir viviendo. Y esa simple actuación nos cicatriza. No logro salir del círculo. He leído que eso se denomina acumulativo. Me gustaría entrar en un triángulo, en un rectángulo. En un rombo tal vez. Pero este círculo me lleva siempre al punto de partida. Y eso es el desconcierto.

domingo, 15 de mayo de 2011

Diez



Cuanto más necesitas a la persona que quieres, menos posibilidades tienes de acceder a ella. Es la ley de la vida. Se organizó con las caderas destrozadas, y la cabeza quedó en la despensa. O alguien miente o esto está muy mal hecho. A uno le entran ganas de esconderse otros veinte años. Pero de verdad. Esta vez sin responder a nadie y, ni siquiera, enviar un triste email.

He aprendido mucho de Enrique y de José Manuel. Más de lo que creía en un primer momento. Pero menos de ella. Se tiene que forjar un futuro (aunque sea incierto), y debe garantizarse el pan que todo lo otorga.

La vida siempre se presta a este concierto. Nunca acaba en desencanto. Y por más que recomiendes ese poemario no acabo de entenderlo, no me dice nada. Resulta que las pretensiones dejan de ser precisas y se convierten en ley de género. Una verdad es un municipio sin alcalde. En él reina la dicha.

Decirme que soy tu pesadilla ha dejado de ser definitivo. Mira, las tonterías debes dejarlas en casa. Y sobre ellas añades las tostadas. Un poco de mermelada y nada más.

He pasado la noche mirando el móvil a ver si había suerte. Y he quemado el dedo pulsando la tecla roja. Lo apagaba, lo encendía. Lo tocaba, lo dejaba. Estamos muy cansados. Así no iremos a ninguna parte. Hay una coalición que es imprecisa. Y están muy equivocados. Tú también. Ya no lo olvides.

Hace mucho calor. No tengo gato. La tortuga ha escapado por la ranura que existe entre tu vida y tu mentira. Tus últimas actuaciones han sido una mera justificación. Y lo he entendido. El pan es mucho pan. Y vivir con un poeta, un poco triste y medio loco, te depara un futuro de cierto menosprecio.

Quédate con lo dicho. Tus palabras de ayer son miseria en los labios. Esos que un día besé creyendo que te amaba. Pero fue un espejismo. Ahora no voy a consentir ni la nostalgia. Cuanto más claro lo tenía viéndote caminar por el pasillo, menos pan como. Y su fermentación nos comunica. Un mosquito fugaz se planta entre las piernas. Es un insecto frágil. Si en la dedicatoria he puesto libertad es lo que quiero.

No tienes libertad, vives en la miseria, muy acatadamente, y escuchando palabras que no debes escuchar. No apagues el teléfono. Hoy te van a llamar. Te dirán que te quieren. Es una falsa, pero como viene con pan, tú te lo crees.

Necesito libertad. Es lo que tú no tienes. Poder escoger nuestro destino y marchar esta tarde y para nunca. Hoy me siento engañado. La poesía no ha podido con la suerte. Por más que recomiendes, no tienes ni puñetera idea de lírica. Te mueven las amistades, y el amiguismo, si es lírico es tan falso como el peine que usas.

Debo decirte adiós. No puedo ver tu rostro como ahora. Si pido que te marches, pensarás en el pan. La harina hierve. Te he querido infinito y he recibido cuatro. Una pena. Y el libro no lo quiero. Tú te puedes marchar. Adiós. Mujer. Poesía. Debo hacer una llamada a Chile.

sábado, 14 de mayo de 2011

Doce



En España no existe la crítica literaria. En primer lugar no es literaria, y en segundo no es crítica. Pero nos conformamos con poco. Como alumnos recién salidos de la Logse y preguntando qué debo hacer ahora, manifestamos nuestra algarabía por un simple comentario amigable y difuminado en las tristes páginas de un diario. Un buen libro de poesía recibió hace unos días una crítica que su hacedor anunciaba a bombo y platillo. Incluso se permitió el lujo de enviar, por email a sus contactos, tan magna reseña.

Resultó un auténtico bodrio con incorrecciones sintácticas, semánticas y hasta me preguntaba si en realidad habría leído el poemario.

Preparo las líneas de Cádiz para mañana mientras busco una fuente. La fuente que complete las primeras pruebas de Faltan palabras en el diccionario. He acudido al parque, he llamado a la puerta de la melancolía. Pero la fuente no aparece.

Esta tarde he recibido una llamada algo hiperbólica. Me avisaban de algo que llevo preparando desde hace meses. He actuado con el más trágico de todos los respetos. Y aún así, me comentan que esté atento. Como Benítez Ariza se reserva las anécdotas de la Feria del Libro de Cádiz, yo guardo este aviso sin retirada de puntos y sin multa. No sabía si dar saltos de alegría o esconderme debajo de la mesa esperando el terremoto que vendrá algún día.

Sé de cosas que usted desconoce. Pero a esta hora de la tarde no sé dónde mirar. Son las vueltas de la vida. Ha sido un primer aviso. En las corridas de toros hay más de uno. Y además, depende del presidente, algunos llevan el reloj parado.

Sigo buscando la fuente. Un grupo de amigos se reunió un día para recibir libros gratis. Se dice que los autores literarios son los que menos obras compran (y eso es una verdad tan grande como una estrella). Este grupo de amigos y enemigos comenzó haciendo una crítica real (nada objetiva, pero real). Hasta que un día llamaron a la puerta de la subjetividad y les abrió el hacedor.

Desde entonces manifiestan ingenuidad, descontrol e irrealidad. Alguno de ellos incluso, dicen que ha hecho carrera literaria gracias a sus extraordinarias reseñas.

No aparece la fuente. Es una fuente de texto. No es un plato grande y hondo. Esa fuente me ha robado el corazón. Tiemblo de los artículos de contrabando, de la poesía de tu piel. Hoy el ángel de la guarda ha cogido sus vacaciones.

jueves, 12 de mayo de 2011

Tres



Te he visto primero. No digas tonterías ahora, vamos, deja de justificar una acción que ni siquiera has intentado. Ya verás cómo me olvidas. Te he visto primero pero no has hecho caso. Has pasado de largo, sobraba lo demás. Diego Cantero dice que me olvides. No será difícil. Una simple impresión en el telediario y cuatro tonterías. Dentro de unas horas viajarás con Jorge, camino de Murcia, hacia la vida.

Darás saltos de alegría, no lo olvides. Perderás la memoria o algo así. Es la justificación. Mientras, me acerco, lento y temblando. Nunca debí saber quien eras. Lo he intentado todo y ya la vida da vueltas y vueltas. No puedo olvidar la poesía. Nunca seré cantante. Olvido y misterio. Ha pasado el tiempo y no es ayer.

Sabiendo que te irás te he dado un beso. Al estrechar tu cuerpo he apretado las manos. Tu ropa se arruga dando vueltas. He sentido un calor afeminado en la entrepierna. Hay que ver las cosas que se te ocurren siempre.

Me preguntan por la poesía. Un medio me hace hablar del desconcierto. Y hablo de la postpoesía y su vergüenza. Eso no es poesía. Ni las cosmos ni gónicas. Se cae el mundo al suelo, y tengo lo que tengo. ¿Te enteras Diego?

Sabiendo que te irás he dejado pasar una paloma por encima de tu cabeza. Era blanca y tenía hambre. Ha pasado el tiempo y no es ayer. Y eras guapa, y bella, y trabajadora. Mejor es no pensar. Imaginar y recordar se superponen y confunden.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Mil



Doña María de las Mercedes, el Betis ya está en primera división. Los capotazos de Curro por la Palmera han levantado pasiones. He acudido al Paseo de Colón para saludarte montada en el caballo. He mirado antes a Curro y le he guiñado un ojo. Cayetana reía con lágrimas mientras Alfonso la custodiaba. De fondo una melodía de Alejandro Sanz. Morante, el Litri, el Cid, Fran Rivera, salían por la Puerta del Príncipe.

Doña María de las Mercedes no ha sido nada fácil. Los altibajos, y la pésima labor de un intruso que puso su nombre al estadio, no han sido motivos finales para conseguir el último objetivo. Costó trabajo retirar las enormes letras de la fachada. Tenían que haberle puesto tu nombre al campo, pero no estabas para otorgar esa sonrisa.

Carlos Herrera dentro de unas horas dará su crónica particular. Y lo hará con las faltas de expresión, manifiestas y agudizadas por la alegría.

Felipe y Alfonso son unos santos comparados con el inútil de Zapatero. Y ellos también disfrutan. Kiko Veneno se ha montado en el tren de la alegría para viajar a la felicidad.

Doña María de las Mercedes qué bueno que has bajado del cielo para mezclarte con los béticos. Y entre ellos estás en casa, en la casa del futbol. El Betis ya está en primera.

Cien



De vez en cuando me digo que hay que pasar de tanta miseria que rodea la literatura. Pero no es que la literatura sea mezquina, son los autores los que la hacen así. Me he quedado inmerso en un círculo cerrado, no vaya a ser que ande en un camino equivocado. Y tengo miedo a salir. Apenas se necesita nada más para vivir. Una sinceridad manifiesta y ser ajeno a los intereses mutuos que circulan por la vida de actor, en la película del simple recorrido.

Tantos kilómetros agobian. Mayo es siempre triste. Un calor malicioso y el viento de La Línea que tira hacia un lado a las personas. Intento sujetar cuanto pasa pero resulta imposible. El mundo cae al suelo. Y yo que lo veía.

Se ven cosas en la vida que intentas olvidar cuanto antes. Nunca supe quien eras de verdad, ni lo sabré. Es la sorpresa que nos depara el alma. En las tardes de amor suelo encogerme. Y lo hago despacio, con premeditación. Aprovecho el movimiento para recoger del suelo las palabras. Una a una. El empacho de letras provoca somnolencia.

No deseo perder la amistad con nadie. Son ellos los que intentan perderme mientras aprietan el cinturón, y tiran, tiran. Puedo asfixiarme. La vida acaba en un círculo cerrado. Sé de cosas que se cuentan pero guardo silencio. No merece la pena. Sé de cosas que he visto, confieso que no he vivido un ápice de alegría. Pero tengo ganas de decir la verdad. No debo contar las penas.

Una pena es el agravio de la lucha, la manifestación sin recorrido. En una ocasión un poeta se presentó como el cortés caballero de la mano en el pecho. Esbelto, elegante. La sonrisa la guardaba para los ratos de acción. Los momentos donde el delito es falta, y el cuidado es aflicción. Todos dieron saltos de alegría menos yo. Sé de cosas…

El poeta, un día, marchó a hacer fortuna al nuevo mundo de la ciencia. Y allí permaneció cien días con sus cien noches. Se llevó los teléfonos y los datos de todos los contactos del aire. Le sirvieron de mucho. Volvió con un plan de amor lleno de vértigo. Cometió un error, contó lo que sabía.

martes, 10 de mayo de 2011

Cincuenta



Con estos recuerdos del pasado no llego a ninguna parte. Nunca te dije todo lo que tenía que haber dicho. El hombre da vueltas en ese ayer eterno, y cita sus propósitos. Ya no hay tiempo de nada.

Un periodista de Madrid me pregunta sobre la ausencia de citas en Una aproximación al desconcierto. Y la verdad es que en ese momento entré en trance. ¿No tiene citas el libro? Ninguna visible, pero sí internas. No figuran como en otros libros de poesía. Una cita puede condicionar un poema, y un libro completo. Se escribe libremente, y la mejor de todas las citas posibles es la propia vida. No quería que este libro reflejara nada a la luz de los otros.

Un poeta siempre escribe en torno a un círculo cerrado. Debe ser así. Está bien que ejercites y establezcas metas concretas para desarrollar. Bien una idea, un tema, una evolución, un motivo. Pero desde el primer poema que se escribe hasta el último, está presente el círculo cerrado donde todo se encuentra, donde todo se halla.

En una ocasión, un joven poeta preguntó a Claudio Rodríguez sobre lo corta que resultaba su obra lírica y sobre la temática de su poesía. Y respondió: “Mi poesía no es escasa, es muy abundante. ¿Hace falta más? Y sobre la temática, es la búsqueda de la perfección constante”.

No hay más que contar. Después de esto uno entiende la diferencia entre la primera y la segunda división. El poeta de segunda no ha sido tachado como tal por nadie. Él mismo se lo ha buscado. Su obra le ha delatado. Nunca podrá ascender, ni disponiendo de los mejores recursos. Pero no crean que los que están en la primera división nacional permanecerán ahí. El descenso está condicionado al tiempo, y dentro de cincuenta años, casi todos bajarán a segunda (y a regional preferente). Nuestra liga es muy justa, y poetas como Claudio descubrieron la luz en las tinieblas, el silencio entre tanto ruido, la verdad sobre el orgullo falso.

Delante del ordenador preparando unas palabras para mañana. Viajo a La Línea de la Concepción. Desde la ventana de la sala donde intervengo (lo recuerdo de otros años) observo triste a Gibraltar. Un trozo de España que ahora está en segunda división. Una cita constante en un puñado de tierra.

Todos aprovechan un encuentro para hablar del nuevo libro de García Martín, pero comparándolo con el de Trapiello. Y no entro a saco, pues siempre está roto. García Martín es José Luis y Trapiello es Andrés, digo. Pero debo añadir que el libro de José Luis está muy bien escrito, magníficamente, y se lee con la pasión de una primera división.

Tenía que haber cambiado el título a Una aproximación al desconcierto. Ropa interior negra hubiera resultado más cosmo, pero me niego a incluir citas sucias y gónicas.

lunes, 9 de mayo de 2011

Treinta



A veces hay motivos para no peinarnos. En otras ocasiones es mejor no vestirnos. Y ahora, cuando el cansancio aprieta de las suyas, no puedo dormir. En Córdoba, bien. Muchos poetas locales (el viernes más que el jueves), mucha mujer bonita y cordobesa, y una cena que supo a terciopelo. Al final nos quedamos cuatro: Jesús Cotta, José María Jurado, Tomás R.R. y un servidor. Tomás no vino a Córdoba, ni estuvo en el acto del jueves, ni cenó con nosotros, pero estaba presente. Tampoco acudió en el coche por las carreteras, pero se mencionó. Me he confundido intensamente. ¿Estuvo Tomás? Sí, su presencia se dejó notar, incluso picó de algún plato del restaurante que disminuía en proporciones áureas.

El viaje a Cádiz resultó muy pesado, no creía que llegaba. Un impasible sueño me apartaba del Baluarte de la Candelaria. Ya en el sitio, me senté a fumar un cigarrillo y respiré tres veces. Justo cuando andaba por la segunda expiración apareció Antonio Serrano Cueto. Más tarde llegaron Ángel Mendoza, Jesús Fernández Palacios, José Manuel Benítez Ariza, José Miguel Domínguez Leal… Un domingo por la tarde, con casi treinta grados, poesía en Cádiz. Las treinta personas presentes disfrutaron de los versos. Y hasta María Kodama paseaba por el recinto. Estaba María. La Feria del Libro de Cádiz se dedica a Borges.

No puedo pensar en nada más. Un atrevido editor gaditano irrumpió en los postres para argumentar que publicar poesía es una ruina. Yo miraba a una mujer bonita y gaditana. Prefiero seguir sin comer gambas. He recibido mensajes de todo tipo con motivo de los consejos para los poetas que deseen ganar un premio. Algunos amigos elevaban a público (vía sms o email) su satisfacción y coincidencia. Treinta llamadas de teléfono para varias opiniones diversas. Pero lo más curioso son los email (a la cuenta del Cuaderno) de prácticamente desconocidos, donde había de todo. A uno le había destrozado sus teorías de los premios, otro que llevaba “toda la vida” presentándose, y por fin ha descubierto el motivo de no ganar ninguno, pero otros me decían bonito en el idioma de Judas.

En sus bocas no encuentro rebeldía, tal vez inoperancia, falta de inteligencia y disminución de su capacidad literaria en esas proporciones áureas. Todavía no he terminado de leer los correos de todos. Es muy tarde, y hay que preparar unas palabras para el viernes. José Manuel y Enrique presentan sus Álogos. Y lo hacen en el Baluarte de la Candelaria. Muy cerquita del Falla. En Cádiz. Si hace treinta grados no me visto, ni me peino.

viernes, 6 de mayo de 2011

Consejos para poetas que deseen ganar un premio de poesía



1. Citar a Gamoneda.
2. Citar a autores importantes: Eliot, Rilke, Novalis, Pessoa, Kavafis…
3. Nada de prosa poética.
4. Nada de estrofas clásicas.
5. No mencionar a Dios.
6. Nada de trascendencia.
7. Nada de política.
8. Crear poesía políticamente correcta.
9. Hacer un “libro blanco”.
10. No obstante se pueden admitir: citas de lesbianas concupiscentes, realismo sucio y “Nocillas”.
11. Crear poemas con lenguaje poético: “aire”, “luz”, “espacio”, “cristal”…
12. Cortar la prosa poética en verso corto (suele dar resultado).
13. No poner título a los poemas, así el libro da la sensación de poemario unitario.

jueves, 5 de mayo de 2011

Ya está disponible, después de quince años sin publicar poesía








Pedidos: simlibros@gmail.com
PVP: 10 euros.

Setenta y siete



Tienes una forma diferente de mover las manos. Es tu manera de ejecutar las cosas. Un modo con mesura. Las actividades las realizas basándote en los criterios exactos. La formalidad siempre es cuidado, las reglas deben estar presentes. La consecuencia es cumplimiento. Aunque suelo olvidar muy a menudo la configuración de mi propia vida, intento que el estilo no resulte dañado. Pero no lo consigo. Un paso, una lucha, y al final siempre lo mismo. Aquí estoy matando hormigas que han entrado por quién sabe dónde.

He tomado café con Andrés Luque Gago y señora. Me ha enseñado su rincón taurino, su casa, su vida. Los trofeos de su historia repartidos en un ambiente íntimo. Un torero mayor que rebosa la sabiduría de los años. Estaba tan emocionado que ha encontrado los cuadros, los grabados, las fotos con Paula, Curro, Bienvenida. Los casi veinte viajes a América para triunfar quedaban plasmados por todos los rincones. Le ha llamado un Guardiola y Julio Cuesta. En vez de despedirme intenté un pase de muleta. Un gran hombre formal.

He observado que esta ciudad en este tiempo se engalana furtivamente. Y lo hace sin vergüenza, a la vista de todos, pero a escondidas. Y van apareciendo por las calles los disfraces y las sombras. El olor de humedad recién plantada nunca dará sus frutos.

Anda cabreado por el Twitter Pérez-Reverte desde Lisboa, con el asunto del plagio. Que había dos sentencias a su favor. Que una jueza ahora dice lo contrario. Que confía en el Supremo. Que lo haga, yo no. En la justicia de este país ni existe la mesura, ni los criterios, ni la formalidad. Menudo cachondeo.

Tengo ganas de ir a Córdoba mañana, pero no tengo ganas de conducir, ni siquiera de salir. La vida en soledad y silencio, a escondidas, es más gratificante. Si sales vas chocándote con sombras y fantasmas constantemente. Y ahora las sombras son furtivas. Llevan volantes y hacen el paseíllo.

Suelo fijarme en las manos de las personas cuando quedo con ellas. Las fotos o retratos siempre me llevan a las manos, y las personas son reflejos de las suyas. El alma se la ha llevado la jueza esa con lo del plagio.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Treinta y dos



Hubo un día que me enamoré de las matrices (invertidas, claro está) y fui tomando cariño a los diagramas familiares (de Euler Venn). Siempre he buscado la lógica, la realidad del círculo sin posibles combinaciones. El universo es un discurso, y con los cuadernos cerrados siempre se encuentra la verdad. Pregunto por la extraña forma de conducir por la izquierda. Hace años, cuando en el Puente de Londres cruzaban las carrozas, para evitar que la fusta o el látigo del cochero hicieran daño a los viandantes, se promulgó la norma de circular por la izquierda. Pero debo seguir buscándote, esta vez es una diferencia. Natural y legítima creencia.

Me he sentado en las escaleras hasta esperar que vuelvas y has aparecido. Dispuesta a escuchar una lógica sin leyes ni discursos, sin normas aplicables a un lenguaje artificial. Me pierdo en tu sonrisa, en tu cadera, en tus manos. Mejor es no pensar. Mejor es no pensar. Imaginar y recordar se superponen y confunden.

Busco la verdad y encuentro sombras, fantasmas. Un alma que ya ha disimulado la felicidad. Una aproximación al desconcierto como una realidad, y sin matices. Amor, si has de venir, que sea pronto, que también nos cansamos los que tenemos hambre. De ti, por supuesto. Duermo solo, y tengo cuarenta y tantos años. Los mismos que tenía aquel poeta loco, que repetía los versos en la ducha, en noches de domingo, cuando todo era igual, y tú lo sabes.

Rosales tiene una forma de escribir algo peculiar. Cuando quieres oírlo, se repite el silencio y acabas con Colinas en Ibiza, con García Baena en Torremolinos, con MVA en el Paseo de la Farola y con Claudio en el bar de la calle de su vida. En La Rábida, Jaime Siles acabó durmiendo solo. Lo pretendía. Al igual que García Martín. Todos aquellos que repitieron los mandamientos de la ley de la poesía lo consiguieron, como lo hizo Lola Luna, mientras recitaba los cuentos en la noche de rabia. Y después Guadalupe, opinó.

Hace muchos años, escribí un poema que nunca salió a la luz. Se titulaba “Polémica y expectación en torno al caso Grande”. Era para Guadalupe. La poeta. Era para ella. Pero prefiero esconder ese cuaderno marrón, que permanece cerrado, como los sentidos en primavera.

He llamado a un taxi. El acto ha terminado. No hago nada solo, en la puerta de un antro, a las cinco de la mañana. Dice que viene ahora. Mientras, recito los versos en inglés de un tal Paul D., que escribe muy bien, y tiene tono. Un tono que se va por la izquierda en el Puente de Londres. Sharleen observa. Doy saltos por la calle mientras repito esos versos. Natural y legítima creencia.

martes, 3 de mayo de 2011

Un poema inédito de Juan Ramón Jiménez

Cuarenta y uno



Hay una rosa que despunta por encima de todas las rosas. Es una rosa roja. Está en el arriate, junto al pilón. La planta la compré sin garantías, en una triste tienda, y resultó barata. Esa rosa se observa por su gran magnitud, esa rosa es la vida.

A cada rosa nombro con un verso de Javier Salvago. Por ejemplo a una la llamo “El amor no lo es todo, pero ayuda”. A otra “No es bueno que el hombre esté solo”. Y para la gran rosa no encuentro ningún verso. Uno de Eliot o tal vez de San Juan. Pero aparece de pronto la Zambrano y deja caer una sentencia suma: “La voluntad sólo puede en la luz del entendimiento”. Debo tener cuidado, no vaya a ser que la rosa siga creciendo y acabe en el pilón. Entonces recordaré a Guillermo Carnero y ese verso: “Mientras flotan sin rumbo cadáveres y rosas”.

Dicen que ha muerto Bin Laden, y no lo creo. Han arrojado su cuerpo al mar, pero no flota como en ese verso de Carnero, y mucho menos sin rumbo. Todo es un pacto para hacer que el crudo baje y las bolsas suban. La situación de los mercados financieros es crítica, y esto puede aliviar un poco. Total, Laden tiene diabetes importante, y lleva muchos años escondido. Es una digna muerte, la del silencio pactado. Bin Laden murió con las revueltas islamistas. A los políticos y líderes mundiales, las personas normales no importamos, ellos creen que hacen la historia cuando en realidad la historia se hace con rosas en las manos. Y ahora creemos mucho menos que antes, y desde luego, de ellos nada.

Las masas salen a la calle para celebrar algo incierto, y todos se cuelgan las medallas, cadáveres, rosas marchitas. Como el matrimonio Hallett (William y señora), que acude diariamente a su Paseo matinal (1785). Lo barroco de sus vestimentas, un neoclásico rococó algo exagerado, y el rostro de la señora. Thomas Gainsborough (1727-1788) me fascinó, y lo sigue haciendo. The Blue Boy (1770), Mary Robinson (1781), o el escorzo de Ann Ford (1760). Me enamoré de la señora de Thomas Graham (1777). Cada obra de Gainsborough es una rosa que despunta por encima de todas las rosas.

Los cuadernos deben permanecer cerrados. Abiertos se ensucian de polvo y adquieren un malestar nada literario. La creación es una rosa humilde. La rosa que nunca despunta entre las otras, pero guarda su color intenso, y sus espinas. Atrapas la rosa entre las manos y la sangre se confunde con sus pétalos. La edad no nos hace callar, aunque vivimos en un olvido consentido. Nada nos importa más que nuestro propio silencio. Y si viene la luz, a este centro del alma, el dolor es intenso, como si alguien robara la verdad a los necios.

Voy a seguir leyendo a Jesús Aguado: ”Si amarte hubiera sido una forma de ser definitiva…”.

lunes, 2 de mayo de 2011

Veintinueve



Hace mucho frío. La humedad de la tierra me ha subido al alma, y tiemblo. Una araña con el cuerpo tatuado asciende por la pierna. En un instante pasado llegó al fin de sus días. Pienso en Sábato. Su lectura me impresionó en la adolescencia, incluso alguna vez acudí a él en su palabra. Todos le recuerdan como un grande. Admiraba la pintura y la música, estudió Física, y cultivó con notable lucidez el ensayo. El túnel (1948) fue devorado en varias ocasiones, con fascinación y credibilidad. Pero sobre todo fueron sus fantasmas los que ahora recuerdo. Se han ido al universo paralelo de los Informes sobre ciegos. Larga vida Sábato, allá donde estés.

Unir la decadencia y la independencia fue algo muy pretendido en la poesía contemporánea de los años ochenta. Tanto, que resultó un complejo experimento, propio de Sábato en Sobre héroes y tumbas (1961). Se utilizaba mucho la expresión decadentista para la poesía en los circuitos literarios reales y eficaces. Comentaba un poeta extremeño hace unos días que García Martín –que sabe de eso- ha mencionado en alguna ocasión la poca validez y la ausencia de confianza y veracidad de los suplementos literarios españoles en la actualidad.

No ha parado de llover. La tierra es incapaz de absorber tanta agua, y eso se nota en el ambiente. No me atrevo a encender la chimenea ya que mis compañeras de casa (las arañas), me tacharían la loco. Pero lo haría de buena gana. No quiero ser Fernando Vidal Olmos. Esta vida es una gran metáfora. Mi cuerpo se está transformando en un cambio semántico inoportuno. No es el momento todavía, aún preciso alguna que otra discusión con estos fantasmas que aparecen a cualquier hora por Siltolá.

He propuesto a Pablo Moreno y a Juan Peña una presentación mutua. Así, recíprocamente, como ocurre en Londres, en sus tertulias oscuras y repletas de cultura. Tengo que preparar esta semana unas palabras para Manuel Gahete, y otras para Pablo García Baena. Ambos estarán en la Feria del Libro de Córdoba. Me alegra salir de Sevilla en estos días inciertos de abril (ya es mayo), donde todo es ficción y fantasía. También debo decir algo en la Feria del Libro de Cádiz, para Ángel Mendoza y Antonio Serrano Cueto. En esta semana, que termina en domingo.

Es visible la decadencia de Sevilla. Y lo es por momentos, a pasos agigantados. He mirado a mis hijos y les he dicho con matices: “¡Sevillanos!”. Una ciudad pequeña, mal intencionada, donde no quieren estar ni siquiera los fantasmas. Esos que se visten de elegancia y te hablan al oído en las mañanas de calor soporífero. Sevilla es ya un término figurado y, o cambia, o pierde todos los atributos innatos y desconocidos por culpa del miedo.

Necesito diez minutos para prepararme un poco de comida. En cambio siete meses para escribir un poema que aún no he culminado. Se titula “Las bodas de Caná” y busca la simpleza en la expresión, para terminar en uno de esos latigazos que te da la vida de vez en cuando. Parece que el poema y sus versos han hecho que entre en calor. Miro hacia el pasillo y aparece Sábato. Le faltan unos días para cumplir los cien años. Debo comprar una tarta.

domingo, 1 de mayo de 2011

Nueve



La vida es una vez. No disponemos de una segunda oportunidad para terminar aquello que empezamos. Busco a oscuras un credo, un camino, un querer quererte sin hacerlo. Maldigo y perdono. ¿Quién me perdona? Cuando Antonio Martínez Ares escribió María se bebe las calles, se encogieron las nubes de Cádiz. Y cuando Pasión Vega tomó la letra y le puso voz, los hombres escapamos de los gritos de grandeza que promulga la naturaleza. Nunca decimos no, siempre perdonamos a los sabios. Los mandamientos se pasean como lo hacen las flores, y si es el quinto, dejamos de tener miedo.

Los libros de Pablo Moreno y de Juan Peña han quedado preciosos. Muy luminosos. Continente y contenido han sabido fundirse en el primer mandamiento de la ley de la poesía. El gris de Pablo es especial, espacial. No existe el metalizado en las ediciones, pero como si lo tuviera. He vuelto a leerlos esta tarde, y he recordado la foto que publicó Trapiello. Los libros más vendidos nunca serán de poesía, lo exótico, político y estático nunca será poesía.

A Alfredo Valenzuela le gusta mucho el post “Postpoeta Dos”. A mi hija Isabel le apasiona la Nocilla, pero no puedo decir lo mismo. Lo mencioné antes, lo exótico, político y estático. Lo post. Es una pena, después los conoces, y son buena gente, inteligentes (de eso nunca dudamos, que conste), y cuando manifiestan abiertamente su obra, son buenos literatos. Algunos magníficos. De pequeño aborrecí tres cosas: los quesitos El Caserío (los que me daban eran La vaca que ríe), los plátanos y la Nocilla. Fue tal la cantidad ingesta que recibía de esos productos que llegué a odiarlos. Hoy no pruebo un plátano ni en pintura, a pesar del color amarillo que siempre tengo presente.

Hablar del amarillo trae el recuerdo de Julio Llamazares y su poemario La lentitud de los bueyes (1979), aunque realmente fue su novela La lluvia amarilla (1988) la que nos acerca de nuevo a los mandamientos, allá en Ainielle. También el recuerdo de Juan José Espinosa Vargas y su Marzo o la traducción del aire (1984), (“Pobre Berta / creía que el sol iba a ser siempre amarillo amarillo amarillo / tanto que sólo con él podría iluminar las pupilas de todas las muñecas de trapo / y amanecer cien mil veces en un mismo instante / pobre Berta creía que el sol iba a ser siempre /amarillo amarillo amarillo”).

Se intenta fundir un mandamiento en la nostalgia y el resultado es ritmo y decepción, como se llama una de las últimas canciones de Miranda, y Ale está como siempre, además de genial, extravagante y dando fe de sus impulsos latinos. Pero a los sabios, siempre perdonamos, no lo olvides. He llegado en el momento equivocado, en un tiempo impreciso al que Martínez Ares denomina prisionero de los miedos. Se me va la vida en el perdón, y yo sin saberlo.