miércoles, 25 de junio de 2014

Creación




Sigo leyendo. Escribo anotaciones en los libros que adoro y soy incapaz de crear nada. Nada puede reflejarse en el espejo y las sombras agradecen el silencio.

El libro sobre Edith Stein, Arendt, Weil y Zambrano tiene muchas hojas dobladas. Se encuentra sobre la bandeja de madera que utilizo para trasladar los libros de la habitación al salón, y del salón a la mesa del porche. Viajo como un camarero con bandeja, pero en ella solo hay libros, los mismos de siempre.

Traduzco poemas de autores franceses. Saco el anillo del dedo y busco un joyero que fabrique un nuevo anillo dibujado en la tierra que han trazado los pájaros. Los rabilargos han hecho un buen trabajo. Posee signos y círculos, tiene unas dimensiones exactas, una medida equilibrada.

No me gusta el verso blanco, el endecasílabo aburrido y monótono que recorre el césped. Viajo al árbol de dios y me acomodo. La posición del sol evita la sombra. Miro al cielo y no hay nubes. Se han marchado los pájaros.

Decía Ana María Matute que a la literatura se entra con dolor y llanto. No es la primera vez que lo escucho. No me sorprende.

Recibo de México unas extrañas fotos de finales del XIX. Las digitalizo y las archivo en la nube.

Dolor y llanto repito. Dolor y llanto. Sin dolor y llanto no hay creación, es imposible. La felicidad no existe en la creación. Si aparece no es creación.


Y fue condenado por solicitar el aforamiento de los poetas



martes, 24 de junio de 2014

Suficiente




Cuando escribo un poema lo reflejo en el espejo, el que tiene el marco marrón, y aguardo el comentario de las sombras. Cuando escribo un poema subo a una nube para leerlo pausadamente a los pájaros. Cuando escribo un poema hablo con don Nicanor por teléfono si ese día tengo suerte. Cuando escribo un poema cierro los ojos y converso con Claudio, con la Zambrano o con Ángel González.

Cuando escribo un poema todo es ya suficiente.

 

lunes, 23 de junio de 2014

El traidor




Leo a Ordovás. Una vez y otra vez. Me siento identificado con sus personajes.

No creo en los paradigmas de Platón, nada puede ponerse como modelo ya que todo es mentira.

Odio la vida literaria y odio a aquellos que se hacen llamar poetas y que lo anuncian en sus páginas. La poesía es del pueblo y para el pueblo, y en ellos radica la virtud. La apariencia y la presentación acaban siendo manifestación, y toda manifestación es egoísmo, envidia, limitación.

Odio las libertades, las indulgencias plenarias, las mentiras y los falseos. Si un poema o un libro no me gustan, no me gustan. Odio lo empalagoso, lo que no dice nada, aquello que no me levanta del asiento aunque esté construido maravillosamente.

La libertad es el síntoma de la desesperanza. Y la justicia es sinónimo de lo no bello.

Sigo saltando por los tejados, como Josu, el protagonista de la novela de Ordovás. No tengo ganas de reírme pero río. La civilización es un montaje, como la política.

No preguntes por favor. Si no me gusta ya he dejado de responder. He dejado de ser cortés para convertirme en incorrecto. Y un incorrecto no es traidor de la realidad, es  un adulto que alimenta los sueños, es un ser marginal como el aire, la nube o el rabilargo.


domingo, 22 de junio de 2014

Los girasoles




Los campos de girasoles son peligrosos. Aunque utilizo botas, las culebras intentan buscar el rescoldo entre los cordones para hacerse notar. Doy pasos lentos, toco los pétalos y huelo el campo.

Este año los girasoles están tristes, a pesar del riego y del sol no miran como otros años. Están cansados, como los españoles. La miseria también abunda en los campos de girasoles.

Suelo abrir los brazos entre sus enormes flores. Me adentro en su centro que es el único camino hacia la virtud. La justicia no condiciona la vida, lo hace la existencia. Nacer y morir, al fin y al cabo, son cuestiones que los girasoles entienden muy bien.

Abunda el ruido en los campos de girasoles. No sabes si provienen de arriba o de abajo. Hoy recuerdo a Kundera y a la felicidad. ¡Quién sea feliz que lance una piedra! Pero ningún girasol arroja nada. Todos guardan silencio entre el ruido.


lunes, 16 de junio de 2014

El sueño




El sueño estaba habitado de sombras. Me acercaba a cada una y, tras tocar el hombro, se volvían. No tenían rostro. Los no poetas no poseen rostro, sus sombras no dejan espectro.

Desde ese día dejé de temer a las sombras, a los no poetas. Acuden a casa diariamente. Les enseño los libros de Parra, los de Rilke, los de Leopardi. Los miran con interés, los tocan y manosean pero nunca los abren. No leen más que lo suyo.

Aquellos que viven como héroes serán derrotados, su muerte les conducirá al interior del cenicero de cristal, con las colillas.

Odio la poesía empalagosa, la que escriben los listos con estrofas medidas y nunca me levantan del asiento. La que dice lo mismo que cualquiera. La que podría volcarse en la ceniza y nunca llenaría el cenicero.