jueves, 31 de mayo de 2012

El verso del gorrión


HA venido un gorrión con un verso en el pico. Se ha posado en mi mano. La indiferencia de tenerlo tan cerca es la justificación de la razón de la palabra.

Vivo para seguir perdiendo la inocencia.

Darán cuenta los necios


HABLO conmigo mismo. Cada vez que abro la boca para respirar miles de mosquitas blancas se adentran en mi garganta. Trago. Exhalo. Me alimento de cuerpos diminutos, molestos, egocéntricos.

Dos ranas verdes se escondieron en el contenedor de la basura. El que siempre tiene una bolsa negra. Cuando acudía a arrojar las malas ramas daban un salto grande hacia arriba pero no conseguían su objetivo. Pretendían vivir, respirar, alimentarse de la mosca blanca.

El verde de las ranas es eléctrico, brillante. ¿Hay humedad en su silencio? ¿Hay consideración? Llevo un rato agachado, de rodillas. Recorto las hojas sobrantes y arranco las hierbas de la despoblación. Calmo la sensación de angustia con la desesperanza. Pablo me manda un video donde se promete la ayuda y la honra. Diego sueña que arrojamos los libros a un río desde un puente. Ana lucha por la acreditación obligada.

Esta vida es una puta mierda. Existe el hambre, habitan los discípulos de la mediocridad. En la naturaleza no existe la poesía tal y como la conocemos, renace el centro, el centro indudable. La pura observación. El verso prometeico.

Paseo por Siltolá con Vázquez Montalbán. Le suplico que me enseñe su educación sentimental. Guarda silencio. Es una sombra. Corro hacia las ranas y levanto la tapa del contenedor. No pueden. El salto es infinito. De una patada tiro el recipiente. Salen las ranas. Corren tras las hormigas.

Cada cual a lo suyo. El verso en el cuaderno. El marrón ahora es verde. Abro la boca todo lo que puedo. No entra nada. Tiemblo. Me duelen las mandíbulas. Me apasionan las vanguardias, los presocráticos y la descripción de tu rostro. El hilo de agua que recorre tus muslos se lo dejo a las ranas o a la mosca blanca. Ellas darán mejor cuenta que yo.

miércoles, 30 de mayo de 2012

El libro de Lampedusa


MIENTRAS recomenzaba recostado en el sillón azul de la película escuché un ruido muy fuerte en el porche. Un sobresalto arrojó al suelo el vaso, el hielo y el libro de Lampedusa. Me asusté. Tengo una edad ahora que no es la de ayer ni será la de mañana. En este instante el corazón late con desenfreno. Hay dos letras mayúsculas en la botella verde: J y B. Justerini le dijo a Brooks que prefería las ánimas a los escorpiones.

Salgo fuera para informarme del alboroto. Los pájaros no dejan el malestar para mañana. El trozo de una estrella ha caído en el porche. Brilla. Ha quemado la grama y ha arrancado una rama muy grande de la encina que está junto al árbol de dios. La estrella mueve su corazón en la oscuridad brillante pidiendo una resurrección, un poco de gracia. Si voy hacia tu encuentro será porque no quiero dejar el tabaco, ni el amor, ni las luces de la misma apariencia.

En el amor no existen cosas raras. Amar es temblar. Encontrar de mayor a la niña que quisiste y nunca supo nada. Corazón latente. Seguridad. Pasión. Dicha. Suspenso.

Noto que llegas. Huelo tu perfume barato que confundo con el alcohol de quemar. Lanzo un beso al aire para aromatizar el mediodía. Tiembla la luz de asalto. Las velas moradas siguen en suspenso.

He tomado a la estrella. Al trozo de la estrella. Le he contado mi vida. Comencé con Loreto, me salté la parte esa que empezaba en Puerto Real con tres años. Total, a la niña del patio de pilistras nunca la volví a ver. Se rió con Susana. La veracidad de los actos es un cuerpo enfermo que no toca la tierra. Ni se arrastra. Ni escarba. Ni come los gusanos. Ni reconoce los versos del cuaderno marrón. En suspenso la vida solo son los sentidos, en general asumir como principio la naturaleza y todas las demás cosas. Tiemblo.

Me han rodeado los pájaros, las hormigas, los topos debajo de la tierra van haciendo montículos. La parte de la estrella mira el cielo. He cogido una manta, por si tenía frío, y le he cubierto el alma. Llora su cuerpo. Sigo viendo tus piernas cuando bailas al son de la música de Delibes.

martes, 29 de mayo de 2012

La señal del alma


PASA una nube veloz por encima de todas las cabezas. Es una nube blanca. Tiene una señal en el alma, una mancha, como una insinuación. Cuando bajó a la tierra la nube presumía. Recitaba sus versos con espontaneidad, otorgaba presentes a cuantos la miraban. Pero no soportaba la esencia y la existencia desde el centro. Firmó un pacto muy amplio (llenó cuatro cuadernos marrones) y volvió a su destierro.

En tardes de calor se deja ver la nube. Permanece muy quieta cuando salen las estrellas. Conversa con Venus, tiene un golpe de tos si sube mucho el humo. La nube es la esperanza, la justicia poética de la razón de la palabra.

Hoy las hormigas vuelan. Cuando paseo por las losas que rodean la casa, del césped salen arañas que vuelven a esconderse. Es el saludo de poder arrastrarte. Desde el suelo la vida se ve de otra manera.

Arranco varias plantas que se han dejado secar y en su lugar pongo adelfas. Necesito color, música, un poco de nostalgia en las tardes de siembra. Siempre la claridad parte del centro, de la tierra ya seca. Aquello que observamos, en un mismo nivel, es la naturaleza. Si escribimos de más nos duele la cabeza.

Sigo fumando para perder el miedo a las mujeres, para robar el pánico a la poesía.

 

lunes, 28 de mayo de 2012

La camiseta blanca


FANNY se ha quedado unos días en casa. Se acuerda de Giacomo y ha preferido la compañía de sus libros al recuerdo de la muerte en Nápoles. Le he tomado las manos con dulzura y he añadido: “Prometo no defraudarte”. En ese justo instante llama a la puerta la muerte que había ido a tirar la basura. Mala vida. He perdido la conexión con el otro mundo. Ambiento mi diario con sombras. Miro las estrellas, las nubes las digiero con un poco de agua mineral. Botella azul.

Dos imágenes orientales han añadido su recuerdo entre los libros. Sigo siendo una carabina francesa. Pensaba que podía, que era capaz, que el silencio era despedida, que todos estos años servían de algo. Nada. Fanny se sienta con sus negros ojos, marcando pezones con la camiseta mojada por el riego, los rojizos labios deseantes, y solo habla de Giacomo, de su nariz curvada, de los pómulos salientes. Los Cantos son sinónimo de soledad, de eternidad, grandeza, de poesía.

Regreso de Siracusa con algo más de conocimiento de griego. Pasaré el próximo invierno en Catania. Me ha invitado Dionisio. Viviré en la latomía. Rodeado de rocas y de gatos. La tierra servirá de alimento. En el centro. Lo quise todo. Perdí tanto.

La mujer, como el almendro, pierde la vida por culpa del gusano cabezudo. Lloras. Hay lágrimas en tus mejillas. Tanta vida, mentiras, desengaños. ¿Tienes fe todavía? La fe es amor, amor a la poesía. Deja las tonterías para más tarde. Delante de tu presencia están los acebuches, las encinas con casitas para pájaros verdes o blancas. Acelgas, rábanos, patatas, zanahorias, pimientos y tomates incipientes.

Un gran girasol ha crecido en el porche. Dice llamarse Fanny. Le quedan unos meses para enseñar su flor hermosa y amarilla. Me sigo preguntando si la poesía que escribo sirve de algo. Le he pedido que me bese y ha solicitado que le recite un poema. Como no creo en los míos he tomado prestado uno de Leopardi. Se ha quitado la camiseta. ¡Mira que tienes suerte Giacomo, amigo!

 

domingo, 27 de mayo de 2012

Gitanos de la poesía


LA muerte lo permite todo: los cantos, la dialéctica, tumbarse en la naturaleza a recoger los frutos. Ha llegado la muerte con las manos vacías. Pretendía que trajera un poco de cabernet sauvignon para mejorar el poema de Leopardi. Si te sirve de algo dedicaré a Paolina la estrofa acompasada, la música de Supersubmarina y el último cuaderno marrón, adquirido en Verona.

Ahora voy todavía más despacio. Si dices que me entiendes respiraré tranquilo. Ayer escribí dos versos en el cuaderno y esta mañana he arrancado la página. Política Poética, Almas de Violeta, Espacio, Estación total y Eternidades. ¡Qué burrada! Estoy tranquilo con los libros entre las manos. Observo como cenas, nunca miento, callo. Digo poco o nada que es lo mismo. Me abstengo de manifestar las descripciones del camino hasta el centro. Es un secreto. La mosca blanca lo inunda todo. Un saltamontes infiel se ha cruzado con una araña y ha caído en la piscina.

Dice la muerte que vaya preparándome. Que el poema es actividad, esencia, objeto, arte, manifestación. Dice la muerte que la mística nunca se identifica con dios. Tiemblo y siento el frío de la tarde al salir de la piscina. Sonrío cuando leo sus manifestaciones. Entre flotar y separar vivo lentamente.

Sigo leyendo a Leopardi, a Pound, a Rilke, a Novalis, a Hölderlin, vivo con Juan Ramón. Colinas llamó ayer pero no pude atenderlo. Estaba con Mauricio y con Stefan Zweig. El pájaro de siempre es la vida de mañana. Las nubes son estrellas, el pilón rebosa, lo sigue haciendo. Huele a cloro la eternidad. ¿Dónde coño está dios?

El último cigarro de la muerte se apaga en el agua del cenicero dorado. Somos gitanos de la poesía.

sábado, 26 de mayo de 2012

El peor error


CONFUNDIMOS los razonamientos con las conveniencias. Por excelencia es más cierto ser sincero que anímico. El peor error radica en la Apología. Todos los cojines andan por el suelo. El desorden de mi cuarto es reflejo del conocimiento. Solo tengo delante los esquemas visibles, lo preciso y adecuado. Entra el sol por la ventana e ilumina el cuaderno marrón y sus clasificaciones.

La expresión más correcta es aquella que produce algún daño. Corro hacia el porche. Ha venido un golpe de frío al cuerpo. Hay ramas de encinas por el suelo, la flor amarilla del acebuche y filamentos de agapantos. El pilón rebosa. El caño tiene poca fuerza y ya no proporciona enseñanzas. Debo llamar a Parménides para que me ayude con su limpieza. Abrazo la tradición pero confío en el nuevo rebaño.

El hilo que separa la vida de la muerte es una fina metáfora sin capacidad creadora. Los asuntos, los términos, las obsesiones del alma. Has comenzado a hablar. Estás feliz. Guardo silencio. Deseo aprender. Estoy tranquilo. Fijo mis ojos en tu rostro, en el cabello rojizo, en las gafas negras que has dejado sobre la mesa de cristal. Fumo. Evito que el humo llegue a tus ojos. Ser eterno es poseer una historia magnífica y que otros la entiendan. Mido despacio el pulso. Una vez que me has admitido pasamos a ser diferente.

He llegado al lugar donde los grupos se dividen. No te encuentro. Cierro los ojos para buscar la luz, la expresión de tu rostro. No te encuentro. Bajo el terreno no he mirado. No debo ser dogmático, mejor irreflexivo. Amo lo inflexible, profeso culto a todos los errores. La representación propia es la opinión verdadera. Conocemos las obras de los otros, escritas en otros idiomas, indignamente. Es un problema interpretar, otro imaginar, también el describir.

Confundimos las conveniencias con los razonamientos. Parece legítimo pero es pretencioso, cursi, superfluo, perplejo. Me has ofrecido un poco de agua, la obsesión de saber. La realidad es la imitación que eleva con fuerza la reflexión. Desde los peldaños del porche miro los pájaros, los árboles, las nubes, el agua, las hormigas que corren por el calor hacia sus galerías.

Confundimos la esencia y la existencia. Vivimos en la naturaleza. Por la ventana del despacho, la habitación que tiene las cortinas con motivos de caza, salen los libros. Mi alma violeta es guiada hacia la política poética.

 

viernes, 25 de mayo de 2012

Fino y despreciable


HA vuelto el calor. La sofocante sensación de vacío. Leo a Parra para calmar la sed y a Gaya para refrescarme. Los grillos emiten la sinfonía de la estación ardiente. Sigo hablando con las sombras. Agacho la cabeza para escuchar mejor sus comentarios.

Choco sale a mi encuentro y me escondo tras la palmera enferma. Hay poetas que no merecen nada. Hay editores que no son dignos de menos. Escucho unos golpes en la ventana. Descorro las cortinas. Es dios. Es la imagen de dios y su presencia.

Los rabilargos tienen un jefe. Alguien que les dirige y les ordena. Si mueve el ala izquierda todos van hacia las tomateras. Si hace lo propio con la derecha permanecen quietos. Vuelvo a encender el cigarrillo que se ha apagado sobre el cenicero. La duda es la única posibilidad que otorga conocimiento y sabiduría. La duda como contemplación. La duda es la entidad que separa lo hermoso de lo feo. Aquello que nos diferencia lo sabio de lo valiente.

El movimiento del ala extraña, la misma dirección, la concordia y la felicidad. La duda que supera la única discusión. Contender es una sensación de extravío. La muestra de diálogo entre seres semejantes. Prefiero observar, callar, oler, mirar a dios y leer a Parra.

Mis círculos nunca serán restrictivos. Permito la pluralidad y la precisión. Amo las derrotas. Somos invisibles, somos nada, reflejos ante un espejo, sombras violetas. Saber lo que no sabemos o lo que no podemos saber es la justicia de la naturaleza. Aunque veamos al rabilargo jefe. Bebo sorbos pequeños de agua fresca. El alma examina cada gota antes de asimilarla.

El vaso ancho y fino tiene manchas de carmín en el borde. Domino las injusticias y me siento obligado a tomar un papel para limpiar sus restos. Lo natural y lo cultural persisten. Lo vivía Platón. Somos ingenuos y sensatos. Somos repetición e hipótesis. En la naturaleza todos somos culpables de la imitación. Amantes de la sabiduría. Quien dejó la mancha de carmín en un vidrio fino y despreciable.

jueves, 24 de mayo de 2012

El propio enjuiciamiento


LA mirada de E. es la mirada de Juan Ramón. La cobertura de la esencia más pura. La generalidad. Si te sirve de algo te diré que hoy es mañana y pasado vendrán los rabilargos sobre los acebuches. Llueve. Este año del noventa y cinco es frecuente en lluvias y en declamaciones.

A Mantecón no le gustaban las fotografías. En los niños veía la pureza, la virginidad de ir despacio, dando tiempo al espacio.

Tomo entre mis brazos a la grandeza. Tiemblo. Los pájaros me miran, las nubes lloran. En el centro descifraremos las costumbres. Las maneras de ser uno mismo siempre. La gran vela ha dejado surcos en la cera. Huecos inmensos que hacen sentir la causa, el verdadero efecto, el cuerpo de los necios que revive la forma.

Me pregunta T.R.R. por los músicos. ¡Qué debo decir! Que el predicamento es cierto. Que aparento estar tranquilo, que llueve. Que no hay sensaciones en la melancolía. Ahora que te veo lloro. Sudan mis manos. Voy hacia el encuentro dejando de ser por un momento instante y figuro en todas las histeriagrafías. Es tu cuerpo.

Si digo que te quiero me duele la cabeza. Otra vez. A Mantecón le importunaban las fotos con los niños pero se las hacía. Denotaban paz, remordimiento. Pureza y armonía. Ha llegado Colinas en el tren de las cinco. Viene con retraso. Su cuerpo no se manifiesta, permanece intacto hasta la hora del cierre.

Viene la claridad y llega con las luces de La Caleta. En el mar de la tarde. Digo a Juan Carlos que nos veremos la próxima semana. A Gonzalo apresuro. A José delimito. Natalia sigue riendo. Jorge me llama. Manu tiembla como yo.

Temblar es aparentar estar tranquilo y agitarse. Pope es un héroe. Mozart una tórtola turca. Delibes un gorrión. Se han comido las plantas del invernadero. María, en Madrid, ya no me quiere. Si Elisa llegara ahora con premeditación y alevosía. Fernando aparenta estar tranquilo, pero en el fondo tiembla. Va tranquilo.

Juan Ramón Jiménez Mantecón es E. Si te sirve de algo te diré que mañana vienen los gorriones a las encinas y habitarán las casas blancas y verdes. Las minúsculas veracidades.

La botella de agua de cristal es una gran mentira. Engaña pero no recompensa. Apenas recompone. Es agua. Un único elemento.

Quiero morir en la naturaleza. Separado del suelo, aislado. En el centro, con la cobertura del propio enjuiciamiento.

 

miércoles, 23 de mayo de 2012

Teoría de las inclinaciones




Teoría de las inclinaciones (Cadión, The Feelings, The Face)
Segundo libro de Fábula.

Los Papeles del Sitio, 2012


Pedidos: editorial@lospapelesdelsitio.com

De la naturaleza


UNA vez escribí: “Dice un poeta social que la paz es su herencia, y como no tengo paz nunca tendré herencia”. Lo recuerdo esta tarde frente al perejil que ha crecido en demasía. Su flor asoma entre los tallos amarillentos. Recorto las ramas, el resto de la menta que rebosa, las flores de la lavanda que van secándose ahora.

Quito las malas hierbas. Debo arrancarlas de raíz, hay tierra que viene con ellas y lo ensucia todo. Una tierra húmeda y esperanzada. La tierra con herencia. La paz de la materia y los cuatro elementos.

Araño mis manos. Convierto el alma individual en gratitud. La tierra es generosa. En la naturaleza las causas son los seres y nos interrogamos sin la voluntad. La mala poesía es como los brotes que deben separarse del suelo. Lo inundan todo. Se acaban comiendo el espacio.

El primer episodio consiste en malinterpretar. El segundo en negar la totalidad de la naturaleza. Y el tercero en ignorar. Ninguna afirmación es múltiple. Son ideas que confirman la existencia de los contrarios. El último extremo de las cosas. La interrogación.

El poema es un teléfono inalámbrico que se carga permanentemente hasta agotar su batería. La repetición, los impulsos, la herencia sin paz.

Debemos vivir más allá del cielo, justo en el centro. Enterrados en la tierra y manchando todo. Como la raíz de la propia representación. La poesía es el género supremo que nace en la naturaleza.

Espero sentado a que alguien me enseñe a entender. El término relación suplica al término reconocimiento. Dentro del centro camino como un ciego: las manos por delante, el alma escuchando la significación o su posibilidad y, sobre todo, asumiendo lo competente y lo incompetente. Nada es lo que parece.

Llega el poeta social con un ramo de perejil, otro de hierbabuena y algo de lavanda. Tomo las tijeras de podar. Quito el seguro. Sus dedos son como las ciudades griegas. Sangran. Desaparece el valor de la verdad. Es un error. La poesía es el género supremo que nace de la naturaleza.

 

martes, 22 de mayo de 2012

El aire de la espontaneidad


EN los momentos de la espontaneidad, cuando llora E. o canta N., en ese justo instante, la unión es la comunidad de la razón de la palabra. Uno toma decisiones que no gustan a nadie. Se anulan los viajes, dices no a los músicos, rompes los cuadernos marrones repletos de esperpentos de poemas, vendes los libros de poesía que recibes y son malos por naturaleza.

En la comunidad investigar es un descubrimiento. La cadera se ha roto definitivamente y, aunque puedo andar a contratiempo, todo es contra, nada es tiempo.

Calmo la sensación de dolor con la cicuta de la contemplación. Observar, meditar, ver. Después de la tormenta llegan los muertos. Vienen con sombras aladas. Me separo del suelo estando enterrado en la tierra. Me han regalado una vela muy grande que arde en la mentira. En la noble mentira.

Se acercan los topos con sus hocicos picudos y feos. La retórica es un diálogo que persuade la vanidad. Ser poeta es un fin sin medios. Si te sirve de algo, he escuchado por el altavoz los nombres de unos necios que dicen que firmarán los ejemplares de la mediocridad. Quienes practican la verdad se divierten con la falsedad de llamarse, de ser, de no ser, de la contrarréplica.

Un crítico moderno me aconseja la lectura de El Banquete. Le indico que El simposio, junto al Fedro, forma parte de la histeriagrafía. Somos legendarios, inútiles escapadas de humo. El espacio que permanece entre la realidad y la justa persuasión.

En los momentos de la espontaneidad lloran los acebuches. Desprenden una flor amarilla como el verso de Espinosa Vargas, como las bragas de Berta, de la pobre Berta. Todo está manchado de amarillo.

Soy feliz en los momentos de la espontaneidad. Cuando la compañía me sobra. Las llamadas dejo morir en el teléfono, y los amigos, ah los amigos. ¿Amigos? Mentiría si no dijera que voy despacio, que sigo sentado en esta silla azul, descolorida, que aparento estar tranquilo, que sigo temblando, que el aire que respiro es el aire de la espontaneidad.

lunes, 21 de mayo de 2012

Soledad y unidad


EL cielo es mi tierra, el centro indudable que se toca, se pisa y se escarba. Estamos en el centro, nunca salimos de él.  

Para subir hay que saber bajar y quedarse muy hondo. Tan adentro como el sentido de la naturaleza en el Filebo. Lo preciso, lo exacto y lo verdadero. La humedad de la tierra hace que tiemble. Permanezco sentado en torno a las costumbres. Intento diferenciar lo natural de lo legal. La única función propia es racional. La poesía es el arte que rige el devenir de la naturaleza. En el centro. En el centro indudable. Donde las encinas permanecen por encima y los pájaros vuelan bajo. Allí donde se tocan las nubes de la tierra. En la histeriagrafía.

En la confirmación del todo están pintadas tres cruces. La posición más elevada es engañosa. Subes y estás bajo la tierra, escarbando. El impulso es un mito como la soledad.

Cuando los gusanos piden versos aparento estar tranquilo. En el Protágoras se mostraban incapaces de responder y preguntar. Tomo la palabra, la razón de la palabra, por la mano izquierda. Camino hacia el fuego. La imagen del paseo es la representación. Es Fábula. La afirmación de las ideas. Me encuentro arropado por las bellotas, las tórtolas, las nubes poderosas, por la tierra y sus placeres.

Demando deseos con la razón de la palabra. Sigo unido a ella por la mano. Salimos en el R5 a dar una vuelta. En el casete se escuchan las primeras canciones de Nacho. Eran diálogos. Hermosos y feos. Juveniles. Como los versos de adolescentes llenos de sustantivos y adjetivos y verbos. Sin embargo noto el frío de su mano.

En la administración de la justicia radica la esencia de Fábula. Probablemente es poco reflexivo, simple y disperso. Tiemblo. Asumí las competencias en los años ochenta. Cuando la tierra olía a tierra y la lluvia a unidad. Es muy tarde y ha vuelto el frío. Preocupa lo coherente, las deficiencias la aportan los poetas impuros.

 

domingo, 20 de mayo de 2012

Por encima de las encinas


TOCO el cielo. Aparecen los rabilargos. Se asustan del nuevo espantapájaros. Lleva mi camisa, mi sombrero, mi vida que asusta.

Dejan caer el vuelo libre por encima de las encinas. Con la majestuosidad que te sirve de algo. Noto que han llegado por el color azul del terciopelo.

Hoy las nubes no paseaban. Tomaban de la mano a Platón y Juan Ramón abrazaba a Isabelita García Lorca, ¿o era a Natalia? Las primeras imágenes en movimiento, en desesperación. La niña es Natalia Jiménez de Cossío, hija de Alberto Jiménez Fraud, director de la Residencia de Estudiantes. ¿Es una causalidad o premeditación? Natalia, y Jiménez.

En El Tabo hace frío. Fotografío las Tres Cruces de las puertas. No hay rabilargos. Tiemblo. A lo lejos don Nicanor reclama algo. Soy la nube que anda tranquila, la que no se mueve, aquella que mantiene la misma forma en el espacio y en el tiempo. He llegado. Sigo sentado.

Cuando don Nicanor dice algo floto entre la gente. Me separo del suelo. Tiemblo de nuevo. Estoy sentado en una silla de madera pintada de azul. En uno de los listones tiene pintadas tres cruces. Cierro los ojos. Parménides, Heráclito y Anaximandro. Las tres cruces del cielo. Las tres nubes. No me soporto.

Me acojono tanto de haber tocado el cielo que hago rápido la maleta y vuelvo a casa. Debo encerrarme. Sigo flotando entre la gente. Te busco entre todas las personas, pero estás entre los brazos de Juan Ramón. Su barba y la expresión de servir de algo son engañosas. Es poeta y como tal nunca miente.

Vuelve don Nicanor a reclamar su tiempo. Miro al cielo. Hay tres cruces. He vendido mi tiempo en la sonrisa de una niña. Se llama Natalia. Y Jiménez. Juan Ramón la mira. Has perdido tu sonrisa.

sábado, 19 de mayo de 2012

Sobre la piel del mundo


SOBRE la piel del mundo dejarán de pensar en las promesas y todo aquello que aparece iluminará el mediodía. Condicionan los astros, suelen hacerlo siempre. Tienes la impresión de estar tranquilo y tiemblas. Entre tus manos otorgas la voluntariedad a la piel del mundo. Es la asignatura que todos procesamos.

Que te llames Elena, Carmen o Tomás es lo de menos. Lo que importa es la esencia. Ahora puedo verte. Cierras los ojos por miedo a la luz. Voy hacia tu encuentro con la palabra. Si esta vida puede salvarse se hará con la razón de la palabra. Con la generosidad. Si te sirve de algo, repito los versos de esta mañana en Roma. Nacho sigue haciendo fotos. Le gustan los ángeles. Los ángeles negros.

Me encanta ir despacio. Sin prisas. Tengo que respirar. He olvidado que he de hacerlo con la continuidad de los endecasílabos. El verso libre me ahoga en este tiempo. Me siento a esperar, sobre la piel del mundo, que llegue el lunes. Ya no me separo de la naturaleza.

Sobre la silla de la película veo pasar las hormigas. Acabo de mandar un mensaje de texto, sin texto, sin palabras, vacío. Observo la foto de pequeño. En un andador y con la boca abierta. Es en blanco y negro. Voy hacia a tu encuentro. Pongo derechas las palomas de porcelana. Busco hielo. La luz verde del teléfono nunca se vuelve roja. Se ha parado el reloj sobre las once y cuarto.

Suena la cafetera. Es un zumbido. Cierra los ojos. Acaricia su piel, la piel del mundo, hay brotes de majestuosidad, mana el jugo del manantial. Quiero tus bulerías, el magazine donde se apoya Mozart. En Roma me dejaron una capa española y una sombra irlandesa. Viene hoy a la memoria Sandrine, sus ojos negros, la camiseta estrecha que dejaba brotar los pezones y el olor a mujer deseada y deseante. En Huelva se sufrió lo preciso. Sobre la piel del mundo lloran los gorriones, los paraguas.

Nada se nombra por el crédito, se otorga por los designios. El que pueda entender que se marche sobre la piel del mundo. Y da igual que te llames Elena, Carmen o Tomás. Todos los hemisferios son igual, varían en perfección, en la poesía, en su amor a la naturaleza.

 

viernes, 18 de mayo de 2012

Una pizca de Pound


HA nacido E. La verdad y la ciencia han repicado las campanas bajo la música de Mozart. Ha cambiado el tiempo. El frescor rondaba el rostro mientras un joven muy cortés pedía un autógrafo en la Feria del Libro. Venía de Cádiz. El maestro Aragón hizo de anfitrión. Debe llover. Se ha roto la depuradora. Un fino hilo de agua se escapa por una picadura del depósito de acero inoxidable. Las arañas habitan en la monotonía.

Me falta el aire. No quiero a nadie. Comienza a llover y el editor no llama. No tiene los derechos. No tiene nada, ni siquiera vergüenza.

Esta mañana adquirí en la droguería de Aznalcóllar un veneno para hormigas muy eficaz. Tanto como tus muslos tersos. Me siento y se suspende la condición. Acaricio la foto del marco roto. Quito el polvo con los dedos.

Desde muy joven amaba la república, odiaba la impuesta monarquía española. Busco los argumentos que otorga la naturaleza. Pero hacen falta honores, pensamientos, ideólogos. Una mezcla de Platón y de Dante, con un poco de Leopardi y una pizca de Pound.

He esparcido el veneno de las hormigas a las puertas de todos los editores de este país. Es un veneno mágico. Si se pega a tu cuerpo o tomas algún libro, has muerto. Definitivamente. De nada servirá Kindle.

Voy al encuentro de la melancolía. Sueño con el día perfecto, con el árbol que crece despacio, las hojas que no amarillean, las nubes que se mueven sin cambiar de forma. Sueño con la república. No quiero a nadie.

Si aparento estar tranquilo tiemblas. Te acercas a mi pecho con tu barbilla para calmar la sensación de estar presente. Huello tu cabello, tu perfume, el carmín de tus labios y las manos limpias con toallitas infantiles. Nunca estoy tranquilo.

Ha nacido E. Lloran los arrayanes con las ramas flexibles. El mirto es una flor blanca, solitaria y pequeña. Huele a gloria. Fumo sus hojas puntiagudas repletas de arañas.

 

jueves, 17 de mayo de 2012

Sastrería Artur


QUE Fina Román, de Chiclana, se hiciera con el certamen de Miss España en 1970 importa poco, los enlaces, las condecoraciones, también.

Un amigo me envía la imagen de una publicación de Puerto Real de 1970, y en la portada mi padre hacía publicidad de su sastrería de Marqués de Comillas (hoy La Soledad).

Recordaba el número de teléfono. El 363. El tiempo y la nostalgia.


El hilo de agua por tus muslos


ESTA lámpara ilumina las hojas del cuaderno marrón cuando anochece. A mediodía permanece apagada. Atrae a los insectos.

La iluminación es la creencia de saberse cuerdo en una representación. Otorga confianza, credibilidad, esencia. La luz es el alimento artificial de la creación, lo claro y verdadero. A la naturaleza no le gustan las explicaciones de oficio, todo lo afirma con la capacidad. Suele entregar la palabra en progresión, de forma discursiva.

Tengo que apagar la lámpara. Una corte de mosquitos se ha fusionado en la pantalla. Impide la visión, el reflejo de la suspensión. La luz nos desvía en la búsqueda. La luz artificial.

Me separo del suelo y agarro la silla con las dos manos. Cuesta. Escribir un poema es la plena suspensión, pasar la lengua por tus muslos a mediodía. Miro los marcos de fotos que se refugian sobre el dintel de la chimenea. Tienen mucho polvo.

Espero la llamada de un editor que no llamará a un editor. Son tantos los perjuicios que se confunde lo cierto y verdadero. Calmo la sensación de impotencia con una Coca Cola, mato a los insectos y soplo para ver volar los cadáveres. Se marchan con las rosas.

La muerte nos define igual que el alimento. La muerte de la educación es el fallecimiento de la poesía. Wert sabe mucho de cadáveres, está llenando el cementerio de las universidades.

Nunca estoy tranquilo. Tiemblo. Tengo hambre. Nacho acaba de hacer la foto. Leo Las nubes de Aristófanes. Los sofistas eran personas de bien, como el ridículo ministro Wert. La muerte y la templanza de la prisión del alma, sin justificación todos somos cadáveres, rosas, peregrinos del mar y de la luz.

Un estallido veloz funde la bombilla de la lámpara. Los insectos se marchan a las universidades, los mosquitos muertos vuelan por el soplido.

Aparento estar tranquilo, busco discursos, medidas, paradigmas, la imagen es el reflejo del verso sin alimento. En la naturaleza nace la razón de la palabra. Se halla suspendida, despacio. Un topo ha tirado un marco de fotos. Tomo los cristales en las manos y cierro los dedos. Sangro. Me separo del suelo. Agarro la silla y mancho de sangre la progresión, la palabra, el discurso. Sigo pasando la lengua por el hilo de agua que recorre tus muslos.

 

miércoles, 16 de mayo de 2012

La perplejidad


HAY una luz que alumbra por encima de todas las insignias. Es un reflejo mágico. Es la luz suspendida. No recuerdo muy bien si fue en confuso laberinto o en de cuna y sepultura cuando se detuvo el mundo.

La razón de la palabra siempre está levantada, suspendida, esperando que algún día, inoportuno claro está, se abra el sol, la luz o tu cuerpo. Y así pasan los días, despacio, muy lentamente, con esa simpleza que los dioses envidian.

Si te sirve de algo, esta mañana me levanté temprano y con ganas de marcha. Pero no acontecía. Sobre la piel del mundo voy a tu encuentro a mediodía, en el instante en el que viajo a tu mundo. Solo en ese momento.

La parálisis es vida, es justificación. Toco tus libros, las canciones la dejo para más adelante. En suspenso. Levitación, mandato, gloria. En la verdad.

Hay un perro que ladra por encima de todos los perros. Incluso más allá de los pájaros. Es la verosimilitud.

Me hablan de A. Dicen que ha llamado a Juan. ¿Para qué? ¿Por qué? La ignorancia deprime al ser humano. Es el humo lo que destruye al hombre, la vanagloria. Las cosas si se hacen bien advienen, si se hacen mal, provocan.

Si algún día me encuentro a A. le daré un abrazo. La pureza es sinónimo de raíces. Lo impresentable de creerse editor en un país de necios. Las cabras se comen los papeles, los libros, los poemas. Quiero morir pero no me dejan. ¡Qué falsos son los poetas! Todos. Calientan al sol que enfría. Ignacio sonríe, Rafa describe.

Tengo que justificar y os dignifico a todos. Pero me importáis un pimiento. A. me importa dos pepinos, tú catorce berenjenas, él quince tomates. Y así pasan los días, Que sí, que las cabras se mojan con agua y vosotros con menta.

Se ha detenido el mundo. Hace frío. Llueve. Es invierno. Quiero morir y me castigas con la perplejidad. ¿Mientes? Siempre. ¿Vives? Jódete.
 

martes, 15 de mayo de 2012

En el nombre de E.


YA no tengo hambre. El alimento es una forma de ir despacio, muy despacio. Correr es de cobardes, la anorexia es de necios, la bulimia de gilipollas. Mando al carajo a todo lo que acontece, a aquello que huele a terciopelo. La tela es la miseria de la literatura. Y hay mucha tela que cortar, la misma que mi padre, en la sastrería de Marqués de Comillas, limitaba con sus propios actos.

No viajaré. No lloraré. No amaré. Sigo sin querer a nadie que me quiera, porque yo no me quiero. Las lágrimas de mi madre no puedo verlas. Su voz no la escucho. Ni oigo su respiración. En su lugar Juan Ramón me acompaña en las primeras noches del verano.

Te miro. Acaricio tu rostro, beso tu cuello, las orejas. Lentamente. Despacio. El escalofrío es un estado civil como la soltería. Imaginar y recordar se superponen y confunden.

Aquí sigo, respondiendo a los correos. Me cabrea que don Nicanor no haya aparecido en el video de Canal Sur. Era el protagonista. Ya se sabe que de dos horas de grabación emiten dos minutos. Abro los ojos. Tiemblo. Me duele hasta el aliento.

En este año triste de mil novecientos ochenta y siete el pasado es presente, el presente es futuro, el pretérito siempre es pluscuamperfecto. El pasado no existe. En la naturaleza todos somos estados. Estados sin presencia. Mecanismos de evasión. Variación de Moguer. Autobiografía. Ediciones del mundo. Barcelona. Siempre gira el mundo en torno a Barcelona.

Pienso en E. Un nuevo ser que nace y nunca se deshace. Será presente. Será. Ser. Se. S. Se llama E. Y viene con música, con arte. Con la buena literatura bajo el brazo. Su cuerpo rememora armonía, y sus labios grandeza.

Dice la mansedumbre que E. se acerca. Llenará la ventana de luces y la puerta de artificios. Lunas y soles. Mil soles. Te esperaré sentado bajo el acebuche. Escuchando a los pájaros que aman la monotonía. Aquellos que leen a Platón, a los presocráticos, a Boecio.

Cuando E. tenga cincuenta años nadie me recordará, te lo aseguro. Mientras tanto doy guerra. Hago novillos. Calmo las sensaciones con discretos oficios de poeta. Un pequeño manjar que acerca a la armonía. Sí, la armonía me soporta, tengo el cielo entre las manos, aspavientos del corazón. Tiemblo. Calmo la sensación. Es una asignatura. Poder aprobar de rabia interviniendo en todos los conflictos. Estoy aquí sentado. En el mismo sitio.

E. llora. Disfruta entre la gente. Si te sirve de algo te digo que no has llegado, estarás a mi lado si hace falta. Como tú. E. sonríe.

La risa es el lamento. E. vive. T. y MC. acarician el arpa. Mi madre dice a lo lejos que no puedo querer a nadie que me quiera, porque yo no me quiero.

Nada hay más bello que nacer con los acordes de Mozart.

lunes, 14 de mayo de 2012

Suspensas y admiradas


Porfirio y Boecio permanecen en el porche junto a las cabras. Han llegado tarde. Boecio seguía triste: nada es necesario, nada nos satisface, todo es despreciable. Mientras hablan y sonríen los rumiantes escuchan embobados.

En la contemplación nace el misterio, la palabra más íntima, la justa consecuencia. Todo cuanto se observa engrandece la sien. El espacio perfecto de la frente, la multiplicación de la discordia. Habla Fernando a lo lejos. Cita a autores que nunca he escuchado, revive la vida de los mismos muertos.

La razón de la palabra gobierna la naturaleza. Lo hace con una doctrina cierta y en el orden. La perfecta posesión de su propio sentido, la palabra indudable, el centro justo y auténtico.

Hace calor y ya no es tarde. Han crecido las llamas de las velas. El hielo se derrite en el vaso. Ladra un perro y no defino el espacio ni el encuentro.

Debemos ser animales para estar en el centro. Animales múltiples. Burros, cabras, perros. Esa es la gran cultura, la mejor definición de eternidad. El animal es la lógica, las vacaciones de dios,  la palabra junta y de una vez.

En la razón de la palabra todos somos un árbol. Consejos, fragmentos, buscamos el alimento en la palabra y ella otorga razón. Sensibles, animados, racionales. ¿Racionales? Dualismo metafísico. Un verso encriptado en la corteza de la encina.

Últimamente dejo el cuaderno marrón en el hueco del acebuche, donde habitaba la comadreja. En el espacio que existe entre tu sonrisa y la sustancia. Debemos escuchar, abrir los ojos, oler la tierra mojada, la hierba dulce que engaña a sus raíces con la visión del árbol.

Pido consejo a Abel. No escucha. No ve. No observa. Puede tener razón. Los seres animados y racionales a veces permanecen en suspenso, como la razón de la palabra en pleno desarrollo, sin alma ni clasificación.

Porfirio y Boecio han acudido al árbol de dios para oír, ver, respirar. Las cabras permanecen en el  porche. Suspensas y admiradas.

 

viernes, 11 de mayo de 2012

Lavanda


LEO a Platón. Me acompaña Heráclito muy cerca. Él lee a Parra y a Juan Ramón. Tus recuerdos siguen sonando a despedida. He dejado de tener tanto, lo perdí todo una noche de diciembre mientras soportaba el libro de González y esperaba tu llamada. En ese justo instante descubrí que la naturaleza hay que vivirla, no basta con escribir a los pájaros y a las nubes. Hay que ser pájaro, hay que tener corteza como los árboles, hay que estar sobre una casita blanca o verde en las encinas, y alimentar con gusanos a los jóvenes que dicen escribir poesía.

He escrito a Armando. Tengo que verlo en Madrid o en México. Deseo recordar cuanto ocurrió con él hace años. Mira que estabas guapa con esas medias negras. Mientras me señalabas con el dedo en la canción sentí remordimiento. Algo así como lo que ahora le ocurre a Heráclito. Se le ha caído el mundo encima. Dice que Parra es más sincero que Juan Ramón, pienso lo contrario.

Sigue dios de vacaciones. Siempre lo ha estado, salvo cuando vivía conmigo y preparaba el pisto con tomates de Siltolá.

Voy despacio. Muy despacio. Calmo la sensación de calor con el nuevo nacimiento de la melancolía. Aunque no estés a mi lado siento el frío de la prohibición. No estás. Grito, toco, saboreo. No estás. Acaricio a la botella como si tuviera medias y leo la etiqueta dominicana. Me ha tocado la vida de la paz. Pongo derecho el cuadro de Pérez Galdós, arrojo la ceniza y observo la luz intermitente de router. Es verde como tus ojos.

En la naturaleza todos somos presencias. Nadie es recuerdo. No existe el pasado. Araño la pared con unas incipientes uñas para sentir, solo para saber lo que se juzga, una opinión, un remordimiento, una virtud. Ya quisiera que todos fuéramos presencias, en la naturaleza existen los fantasmas, tienen cara de poetas y están estreñidos. Son como el trece. Un número mágico repleto de sueños. Pero no aportan nada.

Se ha acabado el tabaco. Salgo al porche y tomo un puñado de lavanda. Lío sus filamentos en papel de fumar. Enciendo algo que huele mal y sabe peor pero expulsa el humo. Una nube oscura sin hueco de salvación. No aspiro, redimo. Con las manos disperso ese humo que siempre ocupa espacio.

Ha entrado una cabra en casa. Me asusto. Si entra una cabra puede colarse una araña. Con las manos la espanto. El humo se esconde. En la naturaleza todos buscamos el espacio que dejan las presencias.

 

jueves, 10 de mayo de 2012

Sevilla, 10 de mayo, 19 horas (Se derriten hasta los poemas)




Nunca de látex


SE ha intervenido Bankia para poder pagar el finiquito de Rato. Y también, para que los chorizos de su consejo de administración reciban sus sueldos millonarios mensualmente. Inútiles e ignorantes sin estudios, de partidos políticos y sindicatos, que cobran hasta 700.000 euros al año por tocarse los güevos.

Nunca sabremos la realidad. Lo de Bankia estaba cantado, y se sabía desde hace mucho. Pero como a nosotros nos tienen condenados al ostracismo, y solo nos cuentan lo que desean que sepamos, pues eso. Que nos la dan con queso, y de gruyere.

En el momento que la política se introduce a controlar los bancos o cualquier otra empresa que funciona, se la cargan. Cuando se politiza algo se destruye. Por eso los presocráticos pensaban. Ahora pensar es de inútiles.

Hace falta una renovación de nuestro sistema financiero, un eje paralelo que invite al nuevo nacimiento. Algo así como las antiguas Cajas de Ahorros, los Monte de Piedad, pero sin políticos. Al servicio del pueblo.

Invito a todos a que saquen sus ahorros de los bancos.  Van a cobrar hasta por apuntar los conceptos. El colchón es la medida más segura, pero ojo, nunca de látex, que suena muy triste.

En los labios blancos


PLATÓN, en un momento de lucidez genial, habla en el Fedro de la vuelta a empezar: “en todas las cosas hay un único principio del que hay que ocuparse correctamente, en caso contrario nos llevará al equívoco”.

Una guerra es el comienzo de un fin premeditado. Esa vuelta a empezar que refería Platón, provocada por los errores motivados por aquellos que no se ocupan correctamente de sus actos propios y ajenos. Lo que nos lleva ocurriendo en nuestro mundo varios años.

La única salida es el nuevo nacimiento, ajeno a los partidos políticos, a las turbaciones, a la música que no suena a mediodía.

Invitaría a todos los sindicalistas, banqueros y políticos a que se quemaran a lo bonzo, en público y desnudos. Si alguno sobrevive debe hacerse el harakiri, despacio y sin prisa, así duele menos.

No podemos esperar. Yo busco ese nacimiento nuevo, la vuelta a empezar. En otra época se quemaron iglesias, se asesinaron a culpables e inocentes. ¿No se puede asesinar ahora a los únicos culpables de este desaguisado? Que conste que asesinar es un término confuso, me refiero exclusivamente al honor de morir de forma gloriosa, como los antiguos samuráis, o el propio Sócrates. Con la sonrisa en los labios blancos.

 

martes, 8 de mayo de 2012

Después de haber perdido tu sonrisa





Dice Jorge que escriba ahora, pero no puedo.


Miro a mis hijos


PASA la vida como lo hacen los camaleones por encima de la retama. Miro a mis hijos. Después de estos años la vida se consume en esa losa azul, la de siempre. Llena de hormigas y de restos de bellotas, pisamos los sueños e inventamos palabras para saber si lo que escuchamos es cierto. Nada es verdadero, nos enseñan lo que desean, nos mencionan lo que les interesa que sepamos. Nada es lo que parece.

A lo largo de la historia de la humanidad, una crisis económica deriva en una crisis política. Si ambas son importantes el único final posible es la guerra. La contienda que suena a despedida.

Que no daría Rajoy por salir corriendo hacia Ecuador o Chile o Costa Rica. Ha perdido, por perder, hasta la sonrisa. Nosotros la dejamos hace muchos años. Cuando comenzaron a hablarnos con desengaños, con mentiras, con miserias y promesas que manipulan los unos y los otros.

Huele a guerra. La batalla es la única salida al desempleo, al avance de la economía, a la estabilización desestabilizada. Sigo mirando a mis hijos. No queda nada.

No pidas ayuda. Todo suena a incierto. La izquierda, la derecha, el centro. Los medios de comunicación arden en falso y apenas sostienen el hielo del vaso de cristal que se calienta con los alaridos de los indignados.

Mala vida, peor certeza y las almas se hunden una a una y sin ayuda. Ya los jóvenes no tienen ilusiones, los ancianos cuentan las monedas de euro en la bolsa de plástico reciclado, los inmigrantes, esos que dieron tanto por tan poco, se mueren a las puertas de los hospitales.

Lo único que me jode de toda esta película son los bancos, los lugares de esparcimiento donde guardamos los ahorros de una vida plagada de desengaños. Ellos reciben al uno por ciento, prestan al gobierno al cinco (venden las sonrisas) y no desempolvan las miserias. Tan solo lo hacen con dinero público.

Huele a guerra. Empezará por Grecia. Seguirá en Alemania. Morirá Europa a las manos de sus creadores. Merkel no vencerá en otras elecciones nunca jamás. Rajoy tampoco.

Un amigo en Perú me decía hace años que preparaba mensualmente la habitación del golpe. La llenaba de suministros por lo que pudiera pasar. Nuestros padres la llenaban de medicamentos y latas de conservas. Los billetes de quinientos se vieron poco. Todos los tienen Rato, Botín y otros elementos de esa calaña miserable. Miro a mis hijos.

lunes, 7 de mayo de 2012

El Desván del Duende




Un abrazo a José Manuel Díez y compañía.


Supersubmarina





Chino, Pope, Jay y Juancha.

El sauce llorón


LLORA el sauce de las lágrimas. El verde. Aquel que posee un ojo y muchos brazos. Hablo con la conciencia, no es una conversación larga pero sí provechosa. Desde la ventana miro al sauce. La conciencia es eterna, sabia, humilde y placentera. Habita en un trópico y viaja siempre en el lomo más oscuro de Platero. Durante nuestras conversaciones nunca existió el desencanto, en cambio sí figuraban el desconcierto, las dudas, silencios, despedidas. No habitó el daño ni las malas artes. Hay vida, desengaños, conciencia de la conciencia.

Rafael en El Parnaso reflejó algo así como la entrada al centro del bosque más elevado. El único centro posible. Una montaña muy alta y rocosa. Abajo: mentiras, falsedades, obstáculos. Hasta el centro solo suben los sabios, los verdaderos, las conciencias. La poesía llama al poeta, el poeta no hace poesía. La poesía nunca avisará al no poeta. Quien diga que tiene libros de poemas posee dudas. ¿La sombra de ese ángel negro –la poesía– te ha avisado? ¿De verdad? ¿No será ese crítico famoso y sin criterio que fabrica a los no poetas como no poetas a su imagen y semejanza? Los aprendices de lo absurdo.

Quien disponga de medios de alabanza para fabricar aprendices se cubrirá de lodo, de tierra de garbanzos, de mala vida. Cuando mueras sabrás lo que digo, antes puedes creer. Anda cree. No creces. ¿No creces? Has vendido la sonrisa de nuevo.

Dice la conciencia que eso es la inconsciencia. El que no ve, el que no escucha, el que no aprende. Ya lo decía Aristóteles.

Miro para arriba. Apenas se divisan las nubes. La pared es escarpada y de difícil acceso. Solo he logrado enterrar unos dedos y los zapatos en sus puntas resbalan por la ladera. ¡Cuánto deseo! Amaría por subir. Encontrarme con Dante, con Virgilio, con Rilke, con Leopardi, con Colinas, con don Nicanor, Platón, Juan Ramón, Luis, Claudio… No son muchos. Son los necesarios. Las conciencias.

Los recuerdos siguen sonando a despedida. Es la inconsciencia. Vuelve Parménides con la manguera para regar al sauce. También de exceso de agua mueren los árboles. Es la cordura. Debes aceptar que la distancia que existe entre la poesía contemporánea y aquella que han escrito los que habitan en el centro, allá arriba, es abismal. El hueco eterno donde habita el humo. ¡Joder, asúmelo! Deja de ser inconsciente y sé consciente.

No hay que leer lo de ahora con pasión. Tal vez con curiosidad, con limpieza. Vuelve al centro. Aquí sigo con los dedos ensangrentados intentando subir. Estoy abajo. Unos carajotes y aprendices me tiran de los pantalones. Seguro que desean que les publique un libro. Escucho a lo lejos la risa de Juan Ramón y el rebuzno del burrito.

El sauce de las lágrimas ha dejado de llorar. El que era verde.

 

domingo, 6 de mayo de 2012

La sinceridad


EN la naturaleza siempre estamos desnudos. Nos dejamos llevar por lo indeterminado, nada es lo que parece y en su defecto, todo es igual y tú lo sabes.

Muestra tu condición, tus ojos, abre las manos, entrega el alma cuando sea preciso. Tu obra te delata, tus pensamientos tienen esa abertura gris que condiciona.

Nunca sientas vergüenza, es preciso que tiembles. El miedo es necesario, el miedo es el frío, la tardanza, la propiedad del acto literario.

Hay alguien en tu vida que intenta transformarte. Suele venir de noche, mientras duermes. Sientes un escalofrío ajeno y diminuto. Es la emoción, el alimento, la prestación y el fuego. ¿Lo ves? Es imposible. Deja un hueco en la cama, sudor, olor a rosas rojas. Tiene la sombra de un ángel negro que intenta vender libros de poesía.

No consigo recordar la primera vez que me visitó. Sentí un recorrido constante y consecuente, pasó toda la vida libre de la tormenta en un confuso laberinto. Dejó una mancha sobre la mesita, una señal dominante, como una cualidad.

Vuelve a hacerse tarde. Hace frío. Este diciembre azul me hace que no venga a la memoria. Imaginar y recordar se superponen y confunden. Suena la voz de dios. Viene de su árbol.

 

sábado, 5 de mayo de 2012

Marqués de Comillas es ahora La Soledad


Aparqué en el Paseo Marítimo. Crucé rápido y entré en la calle de la Soledad. El número 1 seguía igual, como lo recordaba. Incluso en el caserón el número 3 aun posee la fachada con el escaparate de la sastrería de mi padre. Marqués de Comillas ahora es la Soledad.

A unos metros la Plaza de Jesús y el Ayuntamiento. Y a la izquierda el colegio del Santo Ángel. Ayer viví todos los recuerdos en un solo puño. El Bar Las Golondrinas permanece contiguo a la casa que me vio nacer.

Por fin una silla cómoda. El lomo de Platero resultó agradable. Me senté a la izquierda, no me gusta la derecha. El concejal de Cultura presidía. No supe si aprobar un edicto en la sala de plenos o justificar lo injustificable. La política y la literatura no se acaban entendiendo.

No admiro los actos, ni las fotos en los actos, ni los momentos posteriores y anteriores a los actos. Pero hay que estar, respirar, subir a Platero y tocar la humedad del centro.

Gracias a todos los que estuvieron, los que vinieron de lejos, los que hicieron kilómetros, la generosidad llegó a abrumarme. El aplauso tras la lectura de “Variación de Moguer”, también.

Al finalizar el acto se acercó un señor mayor que dijo que mi padre le había hecho su primer abrigo, y no recordaba si lo había pagado. Sus ojos tras las gafas de pasta formaban parte de la historia.





viernes, 4 de mayo de 2012

En Puerto Real (Nadie es profeta en su tierra)


Nací en la calle Marqués de Comillas número 1. Un gran caserón gaditano junto al mar. Olía la sal que entraba por las ventanas. El mercado estaba cerca. Aprendí de los buenos lo malo y de los malos lo eterno de las cosas. Crecí rodeado de empleadas de mi padre, pero aguanté mucho. El silencio para olvidar y el recuerdo para vivir. La nostalgia es el símbolo del arte. La última vez que estuve en Puerto Real el viento de levante era capaz de mover los contenedores de basura. Pero incapaz de tirarlos. Y ahora descubro que la vida, la literatura, es incompatible con cualquier tipo de existencia. Lo que hago de día es la sombra de la creación en la noche. Y van pasando las hojas de los calendarios que se doblan, como se dobla la cara cuando tienes paperas. Lo que más me hace disfrutar es arrojarme al agua en alta mar. Abrir los brazos y respirar, oler. Sentir su grandeza en mi cuerpo. Al mar le tengo respeto, pero nunca miedo. Forma parte de mi existencia.


 De La vida alrededor (2010).



Hoy 4 de mayo, a las 19 horas y en el salón de plenos del Ayuntamiento de Puerto Real (Cádiz) presentaremos Faltan palabras en el diccionario (Poemas escogidos 1983-2011) (2011). Me acompañará José Manuel Benítez Ariza.

Volverá el olor a sal y el recuerdo de una infancia extraña.

Será un placer saludar a los asistentes.

(Más información AQUÍ).

jueves, 3 de mayo de 2012

Decir compartido


PLATERO, Mauricio, las hojas secas que caían del árbol, el sonido vulgar y desconcertante de los vehículos que cruzaban el puente y la sombra de Juan Ramón. Tapaba mi rostro con las manos, cantaba Gardel.

Se huele la naturaleza en cada esquina. Durante un descuido fortuito, el pájaro que todo lo sabe y nada determina, recitaba a Leopardi. No hacía falta la palabra, el silencio inundaba esa mirada compartida entre Platón y Sócrates. En los ojos del otro nos vemos reflejados. En la naturaleza encontramos el alma más pura y luminosa.

Los ojos son los órganos y el alimento el don. Todo cuanto se adquiere se percibe, se ordenan las actividades.

En Barcelona había una forma pura y elevada, la mirada se orientaba en círculos cerrados. Nuestra posición era la intensidad.

Mona Maris me toma de la mano. Dice cosas al oído. Es la asimilación, la inteligencia y el pensamiento. Platero sonríe. Barcelona fue un decir compartido, el logos de la mansedumbre.

 

Gusanos en el alma


HA dejado de oler a crisantemos. La fuerza del agua de lluvia ha destruido todo cuanto crecía, todo cuanto negaba. Se han marchado los animales, las nubes pasan muy deprisa. Los pájaros han arrojado al suelo mi figura.

He perdido media vida consignando recuerdos, la otra media se quedó en Puerto Real, en Moguer, en Barcelona. Todas esas ciudades llenaron el centro de mi círculo, la esfera mágica que olía a crisantemos.

Unos amigos han tomado el café con las sombras. He servido el encuentro con el libro de González en las manos. Agachaba la vista mientras el olor de la tierra ocupaba el ambiente. Hay hormigas por el suelo, arañas en las cortinas, gusanos en el alma.

Todos los hombres buscan el alimento en la naturaleza. El alimento es la esencia de los versos, despedirse de dios cuando se ha ido, invocar a los muertos que aparecen en un confuso laberinto de figuras y nombres. El alimento es la norma, la paciencia colmada.

Suena de nuevo Delibes. Reconozco esa música, esas flores, esas voces. Has mentido, estar cerca nunca significó escribir poesía. Ahora recuerdo la lectura en el porche de la piscina: el rabilargo, los gatos, el jardinero, la sombra del árbol de dios, el movimiento de las ramas de la encina. Todo es lo que parece, lo que fue un día.

Voy metiendo los libros en las cajas. Miro a Pérez Galdós sobre mi cabeza. El humo sigue buscando el hueco de salvación aunque los pájaros que se marcharon dejaron poco espacio, el movimiento oscilante evitó la ubicación.

Se apagan las llamas de la velas. Se derrite el hielo. Los cuadernos marrones están mojados. Siempre queda la  naturaleza aunque mueran los hombres. Siempre queda la poesía aunque exista la luz artificial.

Todo cuanto sé lo debo a la palabra, y la palabra es la naturaleza, el alimento que está exento de humo y de desvíos.

 

miércoles, 2 de mayo de 2012

La morada del verso


En Barcelona había un perro que se enamoró de mí. No paraba de acosarme por la calle. Cuando cruzaba el puente se pegaba a la pierna con la intención de encender esa vela que siempre está apagada. El perro se llamaba Aporía y ladraba con suerte. Mientras recitaba a Rilke en voz alta aullaba como un lobo. Cuando hacía lo propio con Novalis cerraba los ojos. En el momento exacto que comencé a murmurar los versos de Don de la ebriedad miró el cielo. El chucho tenía un don.

Parménides nunca negó el sentido, dejó de reconocer su realidad. Son las yeguas quienes me llevan por todas las ciudades, los umbrales, las fantasías; hay una gran abertura en el centro del bosque. Es la naturaleza. Mi carro es mi morada. El sendero de la desesperación posee señales, opiniones, apariencias.

En Barcelona descubrí que el impulso es nefasto pero también necesario. Es preciso, coherente, imperturbable. No son las apariencias aquello que me agita. La misma cosa existe porque puedo pensar, doy al infinitivo el valor del gerundio, el dativo lo dejo para más adelante.

El perro y mi presencia van encadenando recursos y pensamientos. Hago una montaña de libros con las obras de Rilke, de Pound, de Eliot, de Novalis, Leopardi, Colinas, JRJ, Claudio, Parra, Pablo, Platón, Vázquez Montalbán, Botas, González. La columna de poemarios está sobre la mesa verde. En las estanterías Byron, Baudelaire y otros. Tomo una bolsa de plástico reciclado para vender papel al peso. Los libros dedicados adquieren el valor de los hombres ignorantes que vagan estupefactos por el no-ser del aire.

Me queda un discurso, un solo discurso. Es la defensa de la naturaleza, la necesidad pensable y consecuente.

El perro ha amarrado mis manos con cadenas a la encina. No deseo soltarme. ¿Se ha extinguido la destrucción o ha comenzado? Sueño. Todo es continuo, nada es presente.

La poesía es un arte con la cara de un perro. La poesía es un fragmento inmóvil e ilimitado. La poesía está dentro de un círculo. Una esfera muy grande redonda y alcanzable. La poesía es uniforme, dentro de su discurso.

martes, 1 de mayo de 2012

1 de mayo


EN España hay 440.000 políticos y asesores que viven de la política. Y no viven mal. Si multiplicamos el dato de media de 60.000 euros anuales a cada uno, nos resulta la escalofriante cifra de 26.400.000.000 millones de euros.

Debemos sumar a ese número las subvenciones concedidas a fundaciones de partidos políticos, sindicatos y otros repartos que siguen publicándose en el BOE.

Y el rescate de bancos, entidades financieras, fusiones soportadas por el dinero público en detrimento de la Sanidad, la Educación, la Cultura.

¿Dónde está la crisis? ¿Y la necesidad? Se pelean por recortes en los servicios básicos fundamentales. Nos asfixian con su propia mediocridad.

Hoy, 1 de mayo, hagamos lo que nos venga en gana, pero por favor sin políticos. Un país sin políticos será siempre una nación saneada.

 

El libro de Pound


LA botella de refresco sabe más de la cuenta sobre la concreción y la paciencia. Lleva años en la mesa de la cocina. Ha perdido su color y la chapa está algo oxidada. Te he visto primero en la hierba y he corrido hacia ti. Cuando llegué te habías marchado. He mirado a la derecha y a la izquierda. Eres grande para desaparecer así, sin más.

Me ha engañado la hierba. No apareces ni detrás de los árboles ni encima de las nubes. Grito a los pájaros para que desvelen tu destino. Ninguno habla ni delata. Sobre la naturaleza estamos perdidos, sin ella no existe la poesía.

Arrojo la ceniza al vaso con agua y el ruido de la consumación me desespera. La llama de la vela no para de moverse. A lo lejos unos niños conversando y una rodaja de limón en un único recinto. Todo deja de ser natural cuando lo soportamos.

Las servilletas de papel amarillo tienen cercos de humedad. Las acerco al fuego y arden. El humo te busca, te habla, te quiere. El humo es ese verso que ha dejado de escribirse y se evapora en el círculo. Debemos estar dentro. Fuera hace frío.

La luz de la mesita tiembla.

Espero una llamada que no llega. Un correo que no recibo. Todos quieren ganar y uno quiere joder. Es la ley de la perseverancia. Desde luego si sigues así tus poemas pasarán por encima de la botella de refresco.

Creía que te marcharías, nunca supe que te irías así, de pronto. Pero todo es igual y tú lo sabes. Una botella sobre la mesa de cristal, unas vueltas de la vida que mienten y reprimen, una aproximación.

Enciendo un nuevo cigarro. Leo a Pound. Los años noventa no me gustan. Leo a Pound. Acaba de morir mi perro. Leo a Pound. No puedo escribir un verso. Leo a Pound. Resbalé por la escalera bajando de la azotea. He roto el libro de Pound.