jueves, 12 de marzo de 2015

François Rabelais


Vi a Alejandro Magno remendando calzas, pues de este modo se ganaba allí su pobre vida.
Jerjes pregonaba la venta de mostaza.
Rómulo era salinero.
Numa, vendedor de clavos.
Tarquino, tacaño.
Pisón, paisano.
Sila, barquero.
Ciro, vaquero.
Temístocles, vidriero.
Epaminondas, espejero.
Bruto y Casio, agrimensores.
Demóstenes, viñador.
Cicerón, atizador de fuegos.
Fabio, enfilador de rosarios.
Atajerjes, cordelero.
Eneas, molinero.
Aquiles, tiñoso.
Agamenón, lameollas.
Ulises, segador.
Néstor, buscador de oro.
Darío, pocero.
Anco Marcio, calafate.
Camilo, galochero.
Marcelo, desgranador de habas.
Druso, abridor de almendras.
Escipión el Africano, recorría las calles comprando posos de vino que guardaba en un zueco.
Asdrúbal era farolero.
Aníbal, huevero.
Príamo, ropavejero.
Lanzarote del Lago era descuartizador de caballos muertos y todos los caballeros de la Tabla Redonda eran jornaleros.
Trajano cazaba ranas.
Antonino era lacayo.
Cómodo fabricaba fruslerías de azabache.
Justiniano, juguetero.
Héctor, mal cocinero.
Paris era un pobre mendigo andrajoso.
Aquiles, empacador de heno.
Nerón tocaba la vihuela.
Julio César y Pompeyo construían navíos.
El papa Calixto era barbero de montes velludos.
El papa Urbano, tragaldabas.
Cleopatra, vendedora de cebollas.
Helena, alcahueta de criadas.
El papa Bonifacio VIII era chupón.
El papa Nicolás III, papelero.
El papa Alejandro, cazador de ratas.
El papa Sixto untaba los cuerpos de los sifilíticos.


La visión del infierno de François Rabelais.