jueves, 24 de octubre de 2013

El poema de Parménides




Los ojos de los siniestros nunca se difuminan, ni se encogen sus voces ante la presencia de la poesía auténtica. Ellos gritan, venden el humo negro, lo falso y lo imposible.

Teodoro y Teeteto nos aguardan a las puertas del Pórtico del Rey. Sócrates camina muy despacio, Platón me acompaña. La poesía es humildad en su sentido más pleno. La poesía es el abrazo que deja puestas las manos. La poesía es la palabra de un niño indolente.

Por encima de dios están los versos, pero muy por encima la palabra. El mejor criterio no es la ley, es la verdad. Los siniestros nunca se miran las líneas de las manos, los no poetas aspiran a obedecer a sí mismos. Las líneas nos confunden, nos enseñan el caos que es armonía, la dualidad sincera, el equilibrio. Las líneas de las manos son la vida, la palabra y el verbo.

No busques el cambio, encuentra la indolencia, el género supremo. La poesía es presente, solo presente.

Buscamos en todas partes lo infinito y no encontramos sino cosas. Novalis y Parménides asustan a los siniestros. La verdad siempre vence al engaño.