lunes, 23 de junio de 2014

El traidor




Leo a Ordovás. Una vez y otra vez. Me siento identificado con sus personajes.

No creo en los paradigmas de Platón, nada puede ponerse como modelo ya que todo es mentira.

Odio la vida literaria y odio a aquellos que se hacen llamar poetas y que lo anuncian en sus páginas. La poesía es del pueblo y para el pueblo, y en ellos radica la virtud. La apariencia y la presentación acaban siendo manifestación, y toda manifestación es egoísmo, envidia, limitación.

Odio las libertades, las indulgencias plenarias, las mentiras y los falseos. Si un poema o un libro no me gustan, no me gustan. Odio lo empalagoso, lo que no dice nada, aquello que no me levanta del asiento aunque esté construido maravillosamente.

La libertad es el síntoma de la desesperanza. Y la justicia es sinónimo de lo no bello.

Sigo saltando por los tejados, como Josu, el protagonista de la novela de Ordovás. No tengo ganas de reírme pero río. La civilización es un montaje, como la política.

No preguntes por favor. Si no me gusta ya he dejado de responder. He dejado de ser cortés para convertirme en incorrecto. Y un incorrecto no es traidor de la realidad, es  un adulto que alimenta los sueños, es un ser marginal como el aire, la nube o el rabilargo.