sábado, 22 de noviembre de 2014

Gael




La diferencia que existe entre un poema y una aproximación es comparable al blanco de los ojos de la mujer que amas. Hoy llueve en Londres. Esa lluvia de mierda que dice Nacho y cala hasta los tuétanos. Aquí las noticias que llegan de España son devastadoras, miserables, canallas.

La primera vez que visité México conocí a un canalla infeliz. Se llamaba Gael. El joven se empeñó en acompañarme al mercado de Sonora. Recriminaba sus actos pero siempre asentía, como el blanco de sus ojos. Si mirabas su rostro se sentía molesto, en cambio, si no le echabas cuenta iba creciendo en pesadez.

De Gael aprendí el falso respeto a los seres humanos. Le gustaba mirar mis anillos y la barba incipiente que cubría buenaparte del rostro. Me acompañó por las librerías de viejo de la ciudad, observó las fotos que me entregó Víctor Gabriel y se asustó, desapareció un par de días, mis jornadas más felices.

Esta tarde en Hyde Park la humedad era la aproximación y el desconcierto su verde.

La próxima vez que hable con Antonio Hernández no sé si llamarlo cabrón, no le digo hijo de puta porque aún no somos hermanos (Luis Rosales me entiende, y Antonio también).