jueves, 26 de marzo de 2020

Día 12



La cultura, como la sociedad, otorga privilegios por el procedimiento de la duda o de la indecisión, pero también indemniza a sus fieles. Es la venta de mercaderías, de favores y de sensaciones. En estos días de confinamiento observamos el daño que las redes sociales hacen a nuestras conciencias, los profesionales del desprestigio y los embaucadores se encargan de ello. Y todos, absolutamente todos, son tan peligrosos como los estafadores. Hacer creer aquello que no es, no solo es un engaño, es como un robo, son los ladrones de la veracidad.
Social, cultural. Cultural, social. ¿Existe algo más? Un gobernante es un representante social ajeno a la cultura. Gobernante. Representante. ¿Cultura?
Todo cuanto podrían controlar (que no erradicar), pasa a estar descontrolado. Me recuerdan a la errónea y clásica división social: progresismo y conservadurismo. Y viene a la mente la cultura progresista y la cultura conservadora. Y la cultura desaparece si es catalogada, adjetivada, enmarcada entre las columnas de un templo, de cualquier templo.
Las imposiciones en nuestras vidas deberían estar prohibidas, lo bello es la provocación de discrepancias. Pero las redes, la cultura, la pandemia…, todo son imposiciones. Y la más mínima imposición empobrece la libertad, la restringe.
El silencio nunca será conservador. El silencio nunca será progresista.