jueves, 19 de marzo de 2020

Día 5



Nada es lo que parece. Nunca nada es lo que parece. Pero lo más curioso es que nadie es lo parece o aparenta tampoco. El mundo virtual se ha llenado de diarios o escritos sobre los días de aislamiento. Más que desarrollo sigue habiendo postureo, un falso postureo que no se presenta con fotografías sino con palabras. Palabras. Vacíos. Huecos.
Me sorprende la reacción de los medios y de los políticos ante el mensaje del rey. ¿Qué van a decir los medios y los políticos? En plena crisis social no tienen más remedio que enaltecer esas palabras, vacías, huecas.
He vuelto a escuchar el mensaje, por si me hubiera equivocado y en vez de oír a Felipe VI hubiera hecho lo propio con el musical Bohemian Rhapsody. Pero era él. Eran sus palabras, sus gestos fingidos, sus posturas, el movimiento medido de sus manos, la expresión. Nada ni nadie es lo que parece.
Escribía Hermann Broch en Los inocentes: “El hombre no vale nada y su memoria está llena de lagunas que nunca podrá volver a llenar. Hay que hacer muchas cosas, las cuales luego se olvidan, a fin de que lo hecho sirva de soporte a lo poco que después se recuerda. Todos olvidamos el trabajo cotidiano.”
A veces pienso que esperamos que un hada nos visite, que nos llene de todo cuanto necesitamos, que nos haga feliz, aunque sea por un instante. Pero esto va a durar mucho. Muchísimo. Poco a poco iremos convirtiéndonos en inadaptados, en productos de un éxito ajeno, en mascarillas, en guantes, en inocentes que tropiezan con un reguero de pólvora, que caen a causa de la tortura y de la inquietud.
Dice Broch: “Los discípulos quedaron, confusos, en silencio. Pero como el rabino no volvió a hablar, sino que permaneció sentado con los ojos cerrados, se marcharon calladamente.”
El silencio nunca será vacío si se busca lo bello.