jueves, 7 de marzo de 2013

Para manifestarlos




DIGNIDAD, sabiduría y humildad, junto a la administración de la justicia, la esencia de Fábula. Aunque no comparta con Cicerón la alegría desbordante de su virtud, he de reconocer que es más sabio que Bruto pero menos que Anito.

Lucho con la cabeza. Las gafas se utilizan para casi todo, que nunca será nada. Ya no puedo leer sin ellas. Las rojas para la filosofía, las amarillas para la poesía. Nada escribo en el ordenador. Completo uno a uno los cuadernos marrones. Tacho, vuelvo a tachar y hasta rompo. Por ejemplo este texto está fechado en Ávila en 1990, mes de enero. ¡Qué frío hace en Granada! Volvía de Londres y en Granada dormí viendo la nieve desde la ventana del hotel.

Platón determina la virtud como satisfacción óptima. Al fin y al cabo es la esencia de Fábula.

No saber de la vida más que el ritmo vital de su cansancio. Es el Menón. ¿Qué es la virtud Cicerón? Para él el alimento, para mí la identidad retórica de los que defienden el yomimeconmigo. ¡Sé de cosas¡

Dejar de ser es dar de sí. ¡Qué grande fue Sócrates! Una vela de cera que se gasta y se consume con un solo elemento, el fuego. Pero lo hace en el aire. El verso como palabra y el poema en la infelicidad. Dejar de ser para dar de sí, o para poder ser.

El centro indudable no será el centro del universo, solo es el lugar donde acuden los dignos, los sabios, los humildes, aquellos que desean administrar su propia justicia para convertirla en ajena. Como una fábula cuya única doctrina es la palabra.

La palabra. Otra vez la palabra. Afortunado el hombre que quería ser feliz y enredó en sus errores para manifestarlos.