viernes, 26 de marzo de 2010

Cadión (Elogio de la Irreverencia V)



Si se habla de marginalidad se reduce el sentido a situaciones que nunca han tenido lugar. Así creemos lo que queremos creer, y marginamos lo que nunca ha sido ni se ha supuesto.

Marginar en la poesía es muy fácil, pero poco objetivo. El lector siempre tiene la última palabra, sobre todo cuando descubre que el poeta no escribe para nadie, sino para él mismo.

Me dice dios que le gusta la poesía marginal, la escrita para sí y por sí. Aquella que busca la belleza, la verdad. El oficio es secundario, es superfluo y tal vez espontáneo.

Escribir un poema es similar a morder un pezón. La contracción de los músculos y el escalofrío determinan los sentidos. Aunque piense que con dios puedo hablar de todo me engaño, no mido las palabras, aunque desespere. Las palabras de nadie se asemejan a las palabras de dios.

Ha vuelto a llover. Y es muy tarde. Descubro la marginalidad en la existencia de las personas, en los versos de los poetas. El olor de la tierra húmeda es muy intenso, un vaho cubre la expresión.

Entro en casa y hay niebla. Sí, niebla dentro del propio hogar. Todo está difuso, todo está entrecortado. Se respira el cielo.