martes, 30 de marzo de 2010

Cadión (Elogio de la Irreverencia VI)



Los jóvenes poetas españoles se parecen a las quinceañeras en Domingo de Ramos. Arregladas, esbeltas, elegantes, lo enseñan todo.

Los jóvenes poetas, al igual que las niñas de faldas colegiales, desean llamar la atención, es su meta, su último interés y su ilusión óptica.

Dan la impresión de favorecer la vista, aunque en el fondo buscan la irrealidad, lo manifiesto.

Pregunto a dios porqué la música es diferente a la literatura. Porqué existe el respeto y la consideración. Unos venden muchos discos y otros casi nada, pero existe el respeto mutuo, la conmiseración.

Así pasan los días, entre el paseo a la agencia de viajes para conseguir esos embarques a Londres y las llamadas a los artistas musicales.

Sigo tocando y acariciando mi Custom. Es más agradecida que la mujer de turno. Dice que me quiere, sin pretensiones ni alquileres. Y además no me regaña cuando equivoco mi signo y el paréntesis.

Una verdad como una casa y un signo como esa insinuación. Y no me llamo amor, prefiero el desatino.

Cientos de jóvenes mujeres, de poetas insignes, de jóvenes mistelas del verso. Decenas, para ser más exacto. Y del viernes pasé al domingo y de éste al martes.

Huecos de vida, pasión, amor y versos. Y esa Custom que acabo de afinar, como a María, poniendo bien las cuerdas, las bienaventuranzas.