miércoles, 12 de mayo de 2010

Cadión (Elogio de la Irreverencia XXI)



La forma determina. La forma nos delata. La forma del tradicional lenguaje poético cae en su propio error. La forma se acaba y el fondo prevalece. ¿Qué es un fondo sin forma? ¿Un fondo sin forma real, y meramente artística, puede llevarnos al engaño?

La mayoría de los poetas cuidan la forma. Están faltos de fondo. Hacer coincidir forma, fondo, ritmo y tono supone el clímax lírico, la verdad.

Cada día que pasa veo menos. Si acerco a mis ojos unas letras pequeñas veo nubes. Visión nublada, poesía cansada.

Dios utiliza gafas de lectura. Ha exprimido tanto a Parra que confunde su forma con el fondo.

Dos topos pequeños han muerto en la piscina. Se han ahogado. Como un mal poema han oprimido su forma en el fondo de la piscina.

Y ahora quiere jugar al ajedrez. Se ha quitado las gafas, dios ha dejado las gafas sobre la mesa. Me ha ahogado. No ha valido el jaque pero ha impedido que mueva ficha.

En la vida moderna no se juega al ajedrez. Ni se utiliza la forma del tradicional lenguaje poético. Se imita. Se corrige. Se ahoga.

Recuerdo “Después de la muerte” de Gil de Biedma. Recuerdo versos. Los vasos de vino (blanco) junto a la piscina y la apagada explosión de tu cuerpo en el agua.

Como dos topos ahogados. El poeta y dios se miran. Hay distancia, falta el tono.