En 1944, en el diario ABC, Julio Camba escribió un artículo de tremenda actualidad. Lo leo en el día de hoy en voz alta (para que dios lo escuche), y su vigencia es abismal.
Lo titulaba “El mal del siglo”. Decía que ese mal afectaba a los poetas que morían jóvenes. El motivo lo definía como el choque de los ideales de los líricos con la realidad.
Todos los poetas estaban tristes, pálidos, mal alimentados. El coeficiente de mortalidad en la especie era muy elevado. Una plaga. El mal del siglo.
Pero se cachondeaba de la sociedad, de los poetas, y hasta del mismo Donnvay. Camba era un irreverente.
“¿Estaban pálidos, tristes y macilentos porque eran poetas o eran poetas, precisamente, porque estaban pálidos, tristes y macilentos?”-apuntaba-.
Hoy día más de la mitad de los poetas, inscritos en el registro oficial de poetas, son funcionarios. Pero siguen estando tristes y pálidos.
Eso de tomar la tiza, la impresora o el fonendo no va con ellos. Buscan algo más, aunque en el fondo y en la forma, sigan siendo poetas.
Decía uno el otro día en casa que él escribía sus poemas en el ordenador. Su pantalla era su cuaderno, y las teclas le permitían corregir una vez y otra vez hasta estar tremendamente satisfecho de su creación.
Cuando el poema estaba “cerrado” pdf al canto, para evitar que el corrector ortográfico pudiera o pudiese jugarle una mala pasada.
Lo miré fijamente a los ojos, recordé todas y cada una de las explicaciones que me había dado y le dije: “¡Si Camba levantara la cabeza, pedazo de gilipollas!”
Lo titulaba “El mal del siglo”. Decía que ese mal afectaba a los poetas que morían jóvenes. El motivo lo definía como el choque de los ideales de los líricos con la realidad.
Todos los poetas estaban tristes, pálidos, mal alimentados. El coeficiente de mortalidad en la especie era muy elevado. Una plaga. El mal del siglo.
Pero se cachondeaba de la sociedad, de los poetas, y hasta del mismo Donnvay. Camba era un irreverente.
“¿Estaban pálidos, tristes y macilentos porque eran poetas o eran poetas, precisamente, porque estaban pálidos, tristes y macilentos?”-apuntaba-.
Hoy día más de la mitad de los poetas, inscritos en el registro oficial de poetas, son funcionarios. Pero siguen estando tristes y pálidos.
Eso de tomar la tiza, la impresora o el fonendo no va con ellos. Buscan algo más, aunque en el fondo y en la forma, sigan siendo poetas.
Decía uno el otro día en casa que él escribía sus poemas en el ordenador. Su pantalla era su cuaderno, y las teclas le permitían corregir una vez y otra vez hasta estar tremendamente satisfecho de su creación.
Cuando el poema estaba “cerrado” pdf al canto, para evitar que el corrector ortográfico pudiera o pudiese jugarle una mala pasada.
Lo miré fijamente a los ojos, recordé todas y cada una de las explicaciones que me había dado y le dije: “¡Si Camba levantara la cabeza, pedazo de gilipollas!”