viernes, 14 de mayo de 2010

Cadión (Elogio de la Irreverencia XXII)



Amanece y se pone con el sol


Esta crisis nos mata. Nos hunde. Salimos a correr para despejar el fondo e intentar conservar la forma. El ritmo acaricia la leve brisa de la mañana. El tono es constante.

Si avanzamos en ritmo es posible que los lectores no consigan graduarse la vista. Si modificamos el tono las líneas horizontales pasan a ser verticales e incluso, pueden molestar los árboles del campo.

Ha saltado un conejo. Puede ser una liebre. Ni siquiera ha mirado. No se ha dado cuenta que los pasos en el asfalto eran constantes.

Las pisadas de dios estremecen el arcén.

Hay que tener ritmo y tono en la cabeza, como si de una melodía se tratara. Vivir con ello. Amar con ello. Shakespeare nunca fue capaz de asimilarlo. Otra opción. Era otra opción, pero no acertada.

En esta época del año las aves dominan el cielo. Hay unas, con la cola azulada, que se dejan caer en el aterrizaje.

Es un vuelo tan suave que su visión nos enriquece, nos determina.

La forma es bellísima, el fondo repleto de contenido (nada amplio por cierto), el ritmo leve y el tono constante.



Pues no nos vengan con que eso es poesía