viernes, 30 de agosto de 2013

Están todos



En El libro de Job la derrota de Luzbel por parte de dios se realiza con la entrega y el sacrificio. Es la justificación de dejar de ser para ser. Pero Belcebú persiste, está presente. Llama a la puerta cuando descansas y te ofrece recompensas, bellos agasajos de vanidad y literatura.

La filología es un invento de Satanás para hundir el arte y la cultura. El hombre nunca conoce su valor auténtico, los siniestros valoran aquello que no posee utilidad o riqueza.

Acaricio la primera caja, aquella que poseía la copia del contrato y las nueve piedras. Bajo esa copia había otros elementos que nunca logré tocar, ni percibir. Desde entonces la caja ha vuelto a estar cerrada.

Del contrato se firman 4 copias. Una para Saúl, el indolente número 1. Otra para el indolente número 5. La tercera para su revisión por el indolente número 7. La última es nuestra copia. Tenemos constancia por escrito de aquello que firmamos, de aquello que aceptamos. De todo cuanto asumimos y viviremos.

El contrato es extenso. Aparecen los nombres de todas las personas que circularán por tu vida. Nombres sin apellidos pero que defines y encuentras. Todos. Absolutamente todos.

Esta noche he encendido las farolas, las luces de exterior que rodean la casa. Golpean la puerta. Una vez y otra vez. Tapo las orejas para evitar un ruido que persiste. Apago las luces y las vuelvo a encender. Me asomo con cuidado por la ventana del salón, entre las cortinas, y solo hay sombras. Figuras siniestras que no hablan. Saúl sigue dormido en el sofá. No voy a despertarlo.

Busco algo para abrigarme y abro la puerta. Salgo fuera. Voy hacia la entrada al laberinto que reserva humedad. El pilón sigue golpeando el agua.

El sueño de los indolentes no será riqueza, ni ellos se justifican en las obras, solo cuando han dejado de ser son.