Todavía no he encontrado el poema. Y dicen que es muy bueno. En la prensa de hoy leo otra vida, algo irreal (suele ocurrir con la prensa). Dicen que la Feria del Libro de Sevilla ha resultado muy positiva, “algo menos de ventas pero muy positiva” (lo indica exactamente así), y todo magnífico. La encuesta la han realizado por teléfono y a los habitantes de Burgos. ¿Han hablado con los libreros? ¿Con los editores? Mierda de política. Todo debe maquillarse con productos correctos y ecológicos. Hay cambio de gobierno municipal y la foto se la hacen los dos. El que se va entregando medallas de la ciudad a diestro y siniestro para agradecer los favores de partido y los buenos ratos de mariscadas, solomillos de buey, hasta ostras. Y el que llega no quiere problemas y calla. Hay un pacto político de miseria. Y siguen jugando con la cultura a las cartas, el descarte es mutuo.
Este año las ferias han sido catastróficas, síntoma de una crisis evidente. Con la lectura aprenderíamos más, seríamos más hombres, más maduros, mejores padres y mejores políticos.
Sevilla necesita una feria permanente, un espacio interdisciplinar de la cultura. Un lugar mezcla entre la Cuesta de Moyano y el Museo de la Cultura. Con un toque de Cádiz en el ambiente. La luz de Málaga. La bulla de Granada. El sol de Almería. La riqueza de Jaén. Los ojos de las cordobesas y la paz de Huelva.
Sevilla se está quedando atrás. Ha retrocedido unos veinte años. Hay que tener un poco de imaginación para realizar actividades donde todos los habitantes se sientan identificados, y se impliquen como protagonistas de una historia que debe marchar adelante.
Aparece el poema y lo leo en silencio. El café está amargo. Se ha acabado el azúcar. El polvo de los libros de poemas es dulce y lo utilizo en estos casos. He cogido un libro malo. El café sigue amargo. Mañana en Moguer me tomaré unos pasteles y un poco de vino de naranja.