domingo, 5 de junio de 2011

Veintisiete



He paseado una tarde por la A-472. Algún conejo y otros bichos han rondado mis pies. De pronto entre la maleza un girasol solitario comenzó a hablarme. Quería dormirse en mis manos. Una historia magnífica de suerte, tesoros, amor. Un secreto entendido como forma de vida. Al otro lado de la carretera todos los girasoles alzaban la cabeza para ver a la planta solitaria escondida entre el trigo.




Un día lo perdieron, desde entonces han esperado que crezca para que les cuente las historias. Anochece. Un susurro de aliento vegetal cruza por encima del asfalto. De espaldas al sol agonizante los girasoles se agachan.




He buscado principios en las cosas que dices. Es ya tarde. Me has negado tres veces. Has desnudado el misterio en una duda. Soy un desconocido entre plantas herbáceas. Nunca he vuelto a ser principio, solo una flor compuesta sin resolver.

Ahora estoy ciego y necesito una señal que me contenga. La verdad es mi duda. Me he despedido de las plantas. A un lado y a otro del pavimento he dicho adiós a todas.




La señal me confunde. Todo me recuerda al verso de Luis escrito en la mañana en Cercedilla. Me vuelvo con las manos vacías. Te he perdido. Dice Jorge que viene a Sevilla el 30 de este mes. Joaquín está mucho mejor. Me obligo a veros. Estoy perdido entre tantas palabras. Letras muy grandes sobre fondo blanco.

Paseo por Madrid. ¿Es la A-472? Llevo encima la Custom, el cuaderno marrón y tu recuerdo. Tu sonrisa mientras desnudabas el alma. Todo lo veo distinto. Leo la carta de Chile sentado en un banco del Retiro. Ahora lo veo todo diferente.