jueves, 30 de junio de 2011

Cuarenta y seis



Las desviaciones nunca serán inclinaciones. Son enfermedades propias del ser humano. Algo que odio es la premeditación, la planificación concertada. El pensamiento reflexivo debe conseguir los objetivos de riqueza y de grandeza ajenos. Nada es para uno mismo.

La lluvia traerá tus necesidades. El bosque nos dotará de la esencia. Nunca pienses en ti. No debes hacerlo. El egoísta es grafista de sus versos, los que acaban pintando las paredes de los ángeles negros. Los míos los quiero en los corazones puros, iluminando las nubes con palabras que serán inclinaciones. Nos apartamos de las desviaciones del amor, de la mala literatura, nos alejamos de todo lo extraño.

En el hotel te han dado la habitación 666. A mí la 999. Tengo tres almohadas, un minibar y una ducha-teléfono. La Custom sobre la cama. Mi espíritu en el pasillo.

¿Estás tan ciego todavía? Vamos, puedes salir. Te han puesto una trampa en el río. No se te ocurra rodearlo, buscar el camino más largo y para ti más seguro, es incierto. Seguirás vagando eternamente sin hallar ni la propia reflexión.

Aléjate de los eventos, las multitudes son desviaciones. Quédate en la hierba, oliendo el aire y su reclamo. Cierra los ojos. Respira. Intento tocar ese aire con las yemas de los dedos. Una leve corriente aparece. Es la verdad. Escúchala. Dice que te necesita. La tierra te llama, y está húmeda.

He manchado los pantalones del agua que lo impregna todo y se mezcla con el aire. Tumbado en la tierra mojada araño sin uñas. Abro los ojos y dos jóvenes me están mirando. Sonrío. Siguen delante de mi cuerpo. Vuelvo a cerrar los ojos.

Las desviaciones son alimentos que siempre hacen daño. Hay que leer más y escribir mucho menos. Seleccionar los libros nunca por su grosor o por el color de la cubierta. Hay que olerlos. Con el olfato de la ciencia.

Cada libro es una inclinación manifiesta y en su olor está la referencia. Vivo y por eso quiero seguir queriendo, quiero seguir leyendo, deseo seguir siendo tan ajeno como la cera de la vela que se consume sobre la mesa del comedor. Es el alimento, una gran inclinación.

Enciendo un cigarrillo para perder el miedo de mi vida, para escribir un verso o para ser ajeno a la poesía.