jueves, 30 de junio de 2011

Cuarenta y seis



Las desviaciones nunca serán inclinaciones. Son enfermedades propias del ser humano. Algo que odio es la premeditación, la planificación concertada. El pensamiento reflexivo debe conseguir los objetivos de riqueza y de grandeza ajenos. Nada es para uno mismo.

La lluvia traerá tus necesidades. El bosque nos dotará de la esencia. Nunca pienses en ti. No debes hacerlo. El egoísta es grafista de sus versos, los que acaban pintando las paredes de los ángeles negros. Los míos los quiero en los corazones puros, iluminando las nubes con palabras que serán inclinaciones. Nos apartamos de las desviaciones del amor, de la mala literatura, nos alejamos de todo lo extraño.

En el hotel te han dado la habitación 666. A mí la 999. Tengo tres almohadas, un minibar y una ducha-teléfono. La Custom sobre la cama. Mi espíritu en el pasillo.

¿Estás tan ciego todavía? Vamos, puedes salir. Te han puesto una trampa en el río. No se te ocurra rodearlo, buscar el camino más largo y para ti más seguro, es incierto. Seguirás vagando eternamente sin hallar ni la propia reflexión.

Aléjate de los eventos, las multitudes son desviaciones. Quédate en la hierba, oliendo el aire y su reclamo. Cierra los ojos. Respira. Intento tocar ese aire con las yemas de los dedos. Una leve corriente aparece. Es la verdad. Escúchala. Dice que te necesita. La tierra te llama, y está húmeda.

He manchado los pantalones del agua que lo impregna todo y se mezcla con el aire. Tumbado en la tierra mojada araño sin uñas. Abro los ojos y dos jóvenes me están mirando. Sonrío. Siguen delante de mi cuerpo. Vuelvo a cerrar los ojos.

Las desviaciones son alimentos que siempre hacen daño. Hay que leer más y escribir mucho menos. Seleccionar los libros nunca por su grosor o por el color de la cubierta. Hay que olerlos. Con el olfato de la ciencia.

Cada libro es una inclinación manifiesta y en su olor está la referencia. Vivo y por eso quiero seguir queriendo, quiero seguir leyendo, deseo seguir siendo tan ajeno como la cera de la vela que se consume sobre la mesa del comedor. Es el alimento, una gran inclinación.

Enciendo un cigarrillo para perder el miedo de mi vida, para escribir un verso o para ser ajeno a la poesía.

miércoles, 29 de junio de 2011

Mediodía en Kensington Park



(Remember: no hunger, nor cold, nor fear, nor sleep.
See you in a while)




Ochenta y siete



En la clase las fotos de los niños daban pánico. Unos serios, otros alegres y entre ellos la maestra y su sonrisa. He recordado mi foto en Puerto Real en 1967. El miedo representaba la corriente de paso. Me he tumbado en la hierba esperando el mediodía.

Cada vida es un mundo y la suma de todas las vidas confluyen en el silencio. Mi miedo era como ver la nieve en verano. Me asomé a la ventana y las montañas tenían blanco, amarillo y un poquito de azul. Cántala ahora. Tomo la Custom por Londres y busco la palabra.

Me pides mesa para dos. Por favor. Mi sombra quiere cenar conmigo. La suerte no se prueba, se respeta. Te vas. He dormido esta noche mirando la nieve. Las estrellas me han dicho que debo hacerme fuerte.

A mediodía hace mucho calor. Las piedras, la hierba. El suelo está duro y seco, y la noche te mira.

No he bailado porque sentía vergüenza del aire, de las nubes, de la hierba. La noche me pregunta por el miedo. La palabra es tan pura en el blanco que cántala, por favor.

Vienes cargada de libros en bolsas de papel reciclado. Pruebas la suerte con el verso y el resultado es la corriente de paso. Vivo por todo y me he tumbado en la hierba. El poeta compra los libros que lee y no lee los libros que quiere.

Espero el mediodía leyendo por Londres. He dormido esta noche mirando la nieve y las estrellas.

martes, 28 de junio de 2011

Cincuenta y siete



He dormido esta noche mirando la nieve. Las estrellas me han dicho que debo hacerme fuerte.

Cuarenta y ocho



Fumo para perder el miedo a las mujeres. Es una vida fácil, sin misterio ni incógnitas. Lo que quiero decir lo digo y me arrepiento.

Hoy en Granada he visto el miedo cerca. He fumado muchísimo. En la palabra siento lo que quieres decir. Y la culpa me indica que un hombre es solo hombre por eso. Por saberse más cerca. Por morirse de rabia interviniendo en todos los conflictos.

Yo suelo equivocarme en todo. Mis manos están vacías. No quiero entender a nadie. El directorio de mi vida me indica retroceso. Me he perdido en el humo. Inventando mi huida he entendido tu nombre. Se ha jodido el mechero.

A una joven bellísima le he pedido su fuego. Me ha mirado sonriendo y ha ignorado mi nombre. Ni Piquero ha servido.

Vivo en un mundo fácil que no ha saciado mi vida. Me obligo a ser más cierto y acabo como el fraile: con vendas y muriendo.

Busco en la poesía lo que roba la vida mientras duermo.

lunes, 27 de junio de 2011

Setenta y tres



Busco en la poesía lo que roba la vida mientras duermo.

Ochenta y dos



Defender lo probable suele ser inaudito. Lo seguro no es cierto, la verdad nos confunde. Un saltamontes joven ha caído en la piscina. Movía sus patitas con la desesperación con la que el amigo defiende al mal poeta. El efecto del cloro iba llegando al alma. Le ha quemado las manos.

El mal poeta defiende. Y el poeta defiende al mal poeta. ¿O al mal amigo? Mal amigo poeta. ¿O mal poeta amigo? Defender lo improbable suele llevar al caos.

Lees lo que quieres leer. Interpretas lo que deseas interpretar. La premeditación. El joven saltamontes agoniza en el agua.

La belleza siempre es verdad. Y no confunde, ni siquiera es probable. Simplemente es. La belleza es palabra, con todo su misterio.

Los tamarindos en su copa van cambiando el color.

domingo, 26 de junio de 2011

Ochenta y tres



He recordado el limbo de versos de Pilar Pardo en la tarde de hoy. Disponer de un espacio cerrado pero abierto donde tienen cabida todos nuestros matices debe ser algo grande. Es por eso que desde hace muchos meses creé mi propio limbo, un círculo cerrado que busca la alianza.

Dicen unos amigos que mi poesía no cambia, que mantengo en el tono el mismo desconcierto. Y debe ser así. Después de descubrir el centro del bosque –o parque- a través de la Teoría de las Inclinaciones, y de encontrarme en él, debo adentrarme en la tierra. Busco por tanto la histeriagrafía.

Por encima de dios están los versos. La histeriagrafía es el acto de redimir las culpas propias y ajenas mediante el verso. Las inclinaciones son tres: la poesía por encima del mismísimo dios, la poesía por encima del amor, y la música y la literatura unidas en el arte.

Hoy mi limbo me llena. Es algo inusual. “Dos gorriones ciegos se acercan a la orilla/ con arena en los picos/ se dicen que se quieren”. “Los vanidosos sueñan con hacer la colada./ Eso de ilusionar las prendas con la mano/ les resulta atractivo”. “Acaba de llamar un ángel negro a casa,/ quiere venderme libros de poesía”.

Leo La vida nos conoce, de Salvago. Incluye un libro inédito Nada importa nada (son veintidós poemas). Está acertado Juan Bonilla en el prólogo, también en la selección. Salvago escribe para llegar al silencio, a su isla. No es un poeta maldito, bendito tal vez.

He visto lo que quiero. No busco nada más. Lo que queda de vida lo voy a dedicar a esta alianza. Guste o no a mí me satisface, es una perfección. Moriré sin leer los libros que debiera, apenas conseguiré enterrarme en el centro del bosque, dispondré de matices que nunca se harán públicos. La meta es obstinada. Descubro esa verdad.

No hace falta buscar palabras tan herméticas, ni siquiera experimentar con formas en desuso. Cuando leo algo nuevo que parece tan rico siento pena. La palabra, la simple expresión de todos los días, esa que mencionamos, conocemos, amamos. Ahí está el secreto. ¿Crees realmente que lo complicado llega? Tengamos la palabra en paz.

Retórica, lo mínimo. Expresión, es talento. Busca lo fácil, no te desesperes. Hay un limbo de versos que espera conexión, el pacto, la belleza. No hace falta forzar. Acabarás dormido y, como ese ángel negro, venderás malos libros a las puerta de casa.

sábado, 25 de junio de 2011

Noventa y uno



A las cosas normales que ocurren en la vida suelo aplicarles el verso. De una manera suave se entiende. Muy leve. Nunca circularás por el doble sentido. Provocará mareos, dolores de cabeza, confusión en los actos, y lo más importante, acabarás rendido. Circular por la vía, y con dos direcciones, es como despejar la impertinencia sin haberla escuchado. Lo mismo que le ocurre casi siempre a los pobres poetas. Esos que no definen el ajuste y los gustos.

Cuando quiero afianzar mi fe en la poesía, descubro que los arboles hablan de madrugada, la tierra se remueve por los topos hambrientos y los pájaros oyen los versos de los antiguos (clásicos) que recito en voz alta.

Si un día dudo de esa fe estaré muy perdido. Ella me alimenta, me cuida, me libera. Por encima de dios están los versos, las jaulas que creamos –siendo niños- para grillos, las casitas de pájaros que habitan las encinas.

Entre el amor y el poema siempre elijo lo mismo: la palabra. Debo apagar la luz. En Londres la mañana comienza muy temprano. No llegará Francisco a regar estas plantas, ni saltará el riego que alimenta la vida. Las hormigas me dicen que debo regresar. Mis amigos me esperan, y dios en el amor acaba como el verso: sonriendo.

viernes, 24 de junio de 2011

Sesenta y cinco



No debes olvidar que lo propio siempre debe leerse con ojos ajenos. Con mente fría y una pizca de desconcierto. Cada día que pasa me encuentro más incapaz de leer lo nuevo, lo joven, lo de ahora. Una simple lectura puede causar estragos, pero al segundo envite todo vuelve al origen: la nada. Y si hubiera un tercer o cuarto intento, te arrepientes del primero. Es la vida del hombre, del poeta. Querer recomenzar sin haber empezado.

Lo de hoy, lo de ayer, lo de mañana, es puro vacío, un mecanismo incierto y ausente. La mentira que deseamos ocurra para no hacernos sombra. Todo es una mentira. Del cincuenta para atrás. Ese es el origen, la solución, el mapa (ha aparecido el mapa). ¿Qué dices? Te respeto siempre, pero estás perdido.

He estado quince años sin publicar poesía. En el 2008 me adentré en el bosque. El parque me alimentó. En el centro del todo escarbaré la tierra. Mediodía en Kensington Park ha acabado. Lo escondo en un cajón hasta dentro de meses. Lo que comenzó en Londres ha culminado en Londres. Y al final te he perdido.

Entre tanta mentira, te he perdido. Si el caer fuera vida te querría. ¡Qué fácil! Tus poemas vacíos no me llenan. He leído este libro y he inventado mi huida. Todo es mentira, todo es falso. Estás perdido. Yo estoy perdido.

He dejado la suerte en la ventana y la foto del coche la he puesto en entredicho. Me llamas esta tarde y dices que me quieres. Se apagaron las luces. Debe haber un modo para no tener sed. Con las manos vacías no conseguirás nada. A mí ni lo intentes. He muerto, ayer fue mi entierro. Vinieron los amigos (cuatro o cinco nada más y nada menos).

Debo daros las gracias por escribir poemas. Versos que no convencen. Los jóvenes de ahora deberían leer poesía y dejarse de escritos. Del cincuenta para atrás (Colinas se nos salva). Nunca me he equivocado. He cometido fallos. Pero digo lo que no dicen todos. Vivo en el mismo planeta que el resto del mundo. Y por más que lo intentes no me convencerás. Ahora no hay poesía. Hay intentos, mentiras, juegos, reliquias de anticuario. Nada más y es muy bastante.

Los hay gruesos, delgados, con pelo, sin él, morenos, rubios, vanidosos, hijoputas de mierda, mentirosos. Los hay poetas. Pero no estás tú. Sí, tú. Te falta la mitad de la vida. Y por más que te haga esquemas ni te enteras.

Te llamo y nunca vienes. Eres un hombre de ojos ajenos. No sabes escribir y lo que haces es basura. Ganarás premios, cometerás lecturas, publicarás tu obra. Pero te morirás sin arte, sin esencia, sin versos, sin poesía. Te morirás sin nada. Una sombra que vaga por encima del alma. El pájaro me llama. Debo ponerle nombre.

jueves, 23 de junio de 2011

La verdad del 15-M





Cuarenta y tres



Un poeta me llama y consulta si he visto en el blog de JLGM la foto de AL. Dice que está muy grueso. En su día leí la entrada del diario pero no me di cuenta. Unas cuantas personas en una librería y de lejos, no aprecié nada. Ahora que tengo tiempo acudo de nuevo y amplío la instantánea. Es verdad. O es un defecto de la misma o un mal enfoque. Aparece figura grande sobre fondo de libros. En fin, el amor como el aire llena al hombre de humo.

La poesía genera intranquilidad, temblores, desconcierto... Es una forma de vida similar al movimiento de las nubes. Miras al cielo e imaginas maneras. Unas delgadas, otras gruesas. Las hay con forma de león, otras como los coches, incluso en una ocasión leí un poema de JRJ.

Los antipoemas de don Nicanor suelen partirlos un rayo. Por eso hay tormentas en verano. Son tormentas de fuego: la vida y la esperanza.

Otro escritor me envía hoy tres libros de poemas. ¿Tres? Los ha escrito en un año. ¡Qué barbaridad! ¿Uno tras otro o todos a la vez? Yo no quiero entenderle, no quiero estar perdido, pero acaba de hacerle un beneficio al arte. Imprimiré sus versos, los leeré –es un hecho- y quemaré poemas para fabricar humo. El resto de sustancia subirá a las nubes para que se hagan más grandes.

Cuando dejas un verso en manos de los otros se acordarán de ti el resto de sus vidas. Y lo harán para algo. El bien y el mal se unen siempre en un acto, en el acto del hecho, en el hecho del propio bien y el mal.

No me enseñes las manos si no vienen con tinta. El color lo de menos, deben estar manchadas. La palabra te exige que taches, que seas nube, que observes y que leas. El humo se convierte en mínima esperanza. La vida se disipa. Todos caemos alguna vez. Todos hemos estado gruesos. Todos, también, hemos mirado nubes y hemos soñado o querido soñar –no es lo mismo-.

Al pájaro de hoy lo he llamado Catulo. Piensen y, si lo encuentran, sabrán más que yo.

miércoles, 22 de junio de 2011

Treinta y ocho



Apenas hay nada a nuestro alrededor que merezca la pena. Acaso una sombra que cubra este daño del sol o el ruido de unos pájaros al amanecer. Cada día que pasa entiendo menos. Será porque la niebla me confunde o este calor agobia cuando habla. Si leo a los conocidos me deprimo, si respondo a una carta dejo de temblar.

El temblor se necesita para poder vivir, para escribir un poema o escuchar esa música a través de la puerta. No hay lenguajes idénticos. Cada cual a su bola. Y así ocurre lo mismo estés aquí o en Chile. Te propones un fin y premeditas otro. No eres tan consecuente.

¿Te has creído quizá que la tierra mojada te llenará de esencia? Debes cubrirla tú, tocarla, respetarla, hablarle con mesura. Pronunciar la palabra solo cuando ella diga que puedes repetirla. Conseguir un tesoro sin mapa y sin buscarlo acabará contigo. Ahora, antes de tiempo.

¿Quién eres realmente? Una imagen sin clase, un físico sin ropa, un rostro entre los rostros, una tez muy morena de suciedad. ¿Tal vez te has convencido? Has hablado, a mí no me has llenado. La palabra que sale de tu boca es como tú, vulgar. Ni una sombra serás entre los muertos.

Ya tienes lo que quieres. ¿Estás contento? ¿Eres feliz? Disfruta que los días, como el temblor del cuerpo, se acaban como el verso. Y un verso es la palabra, la esencia, los matices, las condiciones óptimas de la gran alianza.

¡Qué sabio era Epicteto! Esclavo y buen poeta. Esclavo de sus culpas por redimir lecciones. Como el amor, si es breve, disfrutaré del tiempo. Del sol en el reflejo. Del pájaro dormido que sueña con un alma. Y tú, ¿cómo te llamo? ¿Vienes? En el centro del bosque te esperaré siempre.

martes, 21 de junio de 2011

Treinta y cuatro



Todo cuanto es obra nuestra depende de nosotros: la palabra, el verso, los poemas. Todo lo que no depende de nosotros, aquello que no es obra nuestra, nos viene impuesto y hemos de aceptarlo o discutirlo. Disponemos de la libertad de elección, del compromiso de preferir unos bienes a otros, un libro por ejemplo.

Nuestras lecturas, si son instruidas, apenas generarán deseo. En cambio si extiendes la mano producirás riqueza lírica.

Debes ser un digno convidado, un invitado al banquete del arte, una sombra que se hace más grande que el cuerpo en las noches de insomnio.

Yo suelo equivocarme en casi todo. Me pierdo fácilmente y no busco la salida, prefiero permanecer en el silencio sin desesperación. Nunca digo lo que dicen los otros.

Mis manos siguen vacías, no dependen de mí. ¿Dónde estará ese verso? Extiendo hasta el brazo para no ser un sofista, pero no viene, me ha dejado.

La contradicción es la esencia del acto. Lo decía Octavio Paz. ¡Qué cercano! Lo toco, lo mareo, lo acaricio. Es la lucha de contrarios. Lo que depende y lo que no depende de nosotros. Pero el arte es sabio y sobre todo es arte. Me comprende.

lunes, 20 de junio de 2011

Diecisiete



Suena muy alto el “Dueto de las flores” del Lakmé de Delibes. Las rosas incipientes se asoman por la puerta para captar el ritmo. Una repetición se agolpa en la cabeza, y esa voz tan suave desconcierta.

Hoy me han regalado dos libros, uno de García Montero y otro de Benedetti. Han venido que ni al pelo. He preguntado, ¿Has leído el Cuaderno en los últimos días? Y no, no había acudido a él. Estaban comprados en Cádiz, en Quorum. Entre el desdoblamiento y los versos manidos me quedo siempre con lo distinto, lo diferente.

Todavía espero esa carta de gracia. Aquí todo el mundo escribe, se pasea y hace grande lo suyo, que suele ser la nada. Es diabólico, como un prendimiento. El silencio me gusta, si deseas el silencio siempre gano, no lo olvides.

Un escritor me invita a un acto literario (¿de gracia?), no temeré males. Hago una consulta y no recibo respuesta. Teorizar sobre la literatura suele acercar al desencanto. Él se lo pierde. Iba a regalarle un libro.

Cada día que pasa observo más la diferencia existente entre los aprendices y los involuntarios. De cerca te confunden. Suelen vestir igual, llevan la misma barba, los libros bajo el brazo (en bolsa solo algunos) y hablan como si estuvieran comiéndose un pepino, y de los gordos.

Aquí ya vale todo, pero ¿qué es valer de verdad? Si colocas dos versos encima de una silla y te sientas sobre ellos descubrirás que el calor inferior es más escaso. Entonces te levantas, los rompes y calculas. ¿Dónde está la verdad? Y no aparece nunca.

Tengo a un ser impertinente rondando las esquinas. Si llamas por teléfono siempre dice lo mismo. Si lo encuentras de frente, repite y se repite. Si un toro empitonara a ese ser una tarde el metabolismo de los necios se incluiría en el libro de los récords. ¡Qué fortuna!

La diferencia se va haciendo mayor por momentos. Lakmé está a todo volumen. Los pájaros sonríen.

Noventa y cinco



He estado varias semanas preparando la lectura. En el porche de la piscina y junto al árbol donde está enterrado dios, dispuse unas sillas de plástico, un par de mesas, luces de artificio por si se hace de noche. He parado la depuradora. Su ruido constante puede alterar mi voz.

Sobre las ocho de la tarde comenzaron a llegar los invitados y fueron tomando asiento. Las palomas, los pájaros, las ranas, los topos, dos conejos, el pequeño gato del vecino, un ratón minucioso que consultaba mucho, varios perros, las golondrinas bebieron un poco antes del vaso del recinto. También llegó el jardinero, su nieto, la tortuga que corre por el césped, un ángel negro repartiendo flores. Estaban casi todos. Un crítico de poesía muy famoso, rabilargo, apareció justo cuando me sentaba. Lo miré despiadado, dicen que es muy indiscreto.

Aprovechando que corrijo las pruebas de Faltan palabras en el diccionario, les hice un recorrido por mi obra. Comencé con Motivos (1983) y acabé con inéditos. Los más nerviosos se movían. Costó trabajo que aguantaran “Variación de Moguer”, es de El violín mojado (1991).

Mientras leía “Ejercicios de Irreverencia” (Una aproximación al desconcierto, 2011), el árbol de dios movió las ramas. Se estremeció la huida. Me obligaba a volverme. He guardado la humildad en unos versos. Agradezco los chirridos de los animales. De todos.

Para acabar les regalé un verso que, hace muchos meses, leí a Jorge por teléfono. Él no paraba de reír mientras lo repetía. Al día siguiente me lo pidió por mail.

Juego a mirar para no verte.

El primero en felicitarme fue el rabilargo. Preguntó varias cuestiones que daban un poco de miedo. Cuando se marcharon todos me senté junto a dios. ¿Dicen que es indiscreto? Tanto buscarlo en la tierra para encontrarlo en el suelo. Enterrado.

Miro a la palabra, siempre. No soy cínico. Nadie se quedó dormido. Desaparecieron al igual que llegaron. Una tarde de sol donde todo es distinto. Los animales me comprenden, se entretienen, corren, vuelan, no se pierden. Con mis manos vacías les recité poemas. Inventaba una huida. Ahora tengo sed.

domingo, 19 de junio de 2011

Cuarenta y dos



Llevo varias semanas sin escribir un verso. No puedo. No hay fórmula mágica que mane en la palabra. Estoy triste.

En la felicidad revive el hombre. Un concepto de vida sin principios. Abandonas el todo, las esquinas, las manchas de la ropa, el instante preciso. Como el mar en la orilla salpicando. Pero las olas llegan a su término. La espuma blanca es una virtud equilibrada, y en el momento extraño, cuando consigues ser feliz para siempre, entonces mueres.

Existe una injusticia que llama por su nombre a los intrépidos. He cambiado mis gafas. Un color para cada día: azules, amarillas, rojas, verdes. No quiero entender nada.

La virtud de la arena es una fuente. Un pájaro muy grande me asusta con su vuelo. El color de este cielo me apasiona y el vuelo de los pájaros. Todo verde es distinto, no hay dos verdes iguales. El tono, la actitud y la distancia. Aquellos mandamientos de respeto al prójimo.

Un gorrión muy leve se ha acercado a la fuente. Se han cerrado ventanas. Te has marchado y te has ido. Todavía no has llegado. Palabra. ¿Dónde está la palabra?

sábado, 18 de junio de 2011

Treinta y seis



Ni siquiera mis hijos dan las gracias, qué puedes esperar de las personas. Paisaje azul sobre fondo de pájaros, o tal vez composición abstracta. La vida es un cuadro muy moderno, en tonos blancos, con matices. Invento una nueva huida, esta vez me alejo del parque. Quiero recorrer mundo, conocer a personas, hablar con nuevos rostros. La red del pasado ha culminado, entiendo que me he perdido.

Caigo por un túnel redondo. Todo está oscuro. Una voz a lo lejos repite un poema de 1991. Una voz de mujer. ¿Natalia? Definitivamente me he perdido. Tengo las manos vacías, manchadas de lodo. Un error. Esos versos no guardan el tono. Declinas de forma miserable, como los antipáticos.

Navego por un sueño. Juego a las cartas con Claudio en el bar junto a su casa. Una botella a medio vaciar ocupa la mesa. Hay cuatro vasos. Solo estamos tú y yo. ¿Me he perdido?

La poesía es el símbolo de las marcas. El recuerdo de estar siendo y viendo. He comprado dos libros de Mauricio que están sobre la mesa. Un ruido me asusta. Agacho la cabeza inventando mi huida.

Tengo buenas las cartas. La partida no sobra. Y al cerrar estos ojos navego por los astros. Un hemisferio reclama mi presencia. Cuando despierto me encuentro en el centro del bosque. Mis manos en la tierra. Los gusanos me ayudan. Un ángel negro mira por encima del hombro.

viernes, 17 de junio de 2011

Noventa y nueve



El matiz es un símbolo que permanece en alto. Tiene varias posturas. Debes mirar al cielo para ver su grandeza. Y aún así hay personas que nunca lo consiguen. El matiz en un verso se refleja en el fuego. Una gran tachadura es el matiz que llora, lo hace de la alegría.

En el centro del bosque está la esencia. Tú debes encontrarla. No aparece de pronto, está escondida siempre en la tierra. Cuando hundes las manos te manchas. Tiene un olor a página de papel anticuado, el color se hace fuga, no deja de existir. Los traidores del verso suelen poner obstáculos. Pero ahora todo es distinto: diferente, raro, extraño.

El matiz de la esencia es la respiración, el tono justo, exacto. La postura es la forma y vive en la palabra. Habita en la palabra.

Treinta y tres



Ahora lo veo distinto. Tengo matices en el alma, en el centro del alma. Por más que Satanás me visite a la hora de la siesta se encontrará al poeta leyendo, trabajando o haciendo las obligaciones propias del acto de los tercos. ¿Sincero? Digo que no a los miedos y los aparto, hoy es un día malo. Te he mirado los ojos y me han dicho adiós. Iba a querer en multitud de idiomas, pero no me has dejado. Lo has olvidado. Los matices se ocultan en el fondo de una sustancia simple.

Hace calor. A esta hora de la noche los grados se esconden en la espuma del sueño. No debería escribir. Escucho a Cristián con la mano en la mejilla. Las palabras son interminables. Hay vida, hay JRJ. Es curioso lo que uno aprende de otros continentes. Raúl Zurita sigue empeñado en decir que no hay poesía española contemporánea. Y, en parte, tiene razón Zurita. Va por buen camino.

Me preguntas por García Montero. Un primer libro prometedor que ni él mismo fue consciente de su creación y nada más. Me preguntas por Gamoneda. Antonio es como el Benedetti español. ¿Te gusta Mario? Y respondes tan negativamente como el amor de los simples (sin sustancia).

Hoy es un día gris. Intento descifrarte a Colinas y su poesía, menciono los ojos de Claudio y hablas de Panero. Nadie es perfecto querido Cristián, nadie es el bueno, el malo o la nostalgia. El día gris se acrecienta. Me suena todo grande. ¿Lo has olvidado? El peso de este plomo del cielo aplasta mi cabeza. Un dolor tan intenso como purificante.

Con Carmelo he hablado de todo y de nada. De lo que me interesa en realidad: el hombre, la persona, la vida. Dejamos la literatura, la edición, la poesía. La basura de los necios. Comentamos a los pelotas, con nombres y apellidos, que circulan por la geografía psíquica de España. Gusanos literarios. Te hablan porque editas, no conocen a los seres ya que ellos no son humanos. La persona, el hombre, un ser humano eterno es siempre lo primero. Y la amistad por encima de las cosas. Coincidimos en no acudir a actos literarios ni sociales (la sociedad no es nada, en Tubinga ni le hizo falta a Hölderlin).

De vez en cuando, debo reconocerlo, me hago un poco el tonto, y dejo que me hablen y me miren, hasta permito que descubran matices. ¿Quién eres? ¿Te llamas Pessoa o Cavafis? No pierdas este tiempo, me estás robando el mundo y no lo quiero. Lo has olvidado. El gris de la noche se hace amarillo. La bombilla del cuarto atrae a los insectos. A los pelotas sin lírica. Ahora lo veo distinto. Nunca juego a hacerme daño.

jueves, 16 de junio de 2011

Treinta y siete



Creo que viajaré a Chile. Se debe estar muy bien. En El Tabo las luces siempre son amarillas, tienen el corazón entre los dedos. Y cuando sudas mucho reprochan la insistencia, dejan de ser lo mismo.

Esta noche con Cristián, ahora Carlos Trujillo, y desde luego más. Tener a don Nicanor cerquita de tu casa debes ser un gustazo. La luz, el mar, las sombras, unos pájaros dulces que dicen que me quieren. El estilo se funde con la propia persona.

Un autor español, de edad equilibrada (la mente y el espíritu no conciben de edad, siempre tienen memoria) dice que odia la falta de estilo. ¿Y tiene acaso él un poquito de estilo? No te creas el mayor, aquí todos somos niños, y una falta de clase se soporta, pero diez mil nunca.

El estilo, al igual que la vida, nace con la persona. Y se tiene o se ausenta. Da la casualidad que los grandes poetas siempre tuvieron clase. Unas más refinadas, pero en el fondo estilo. Y aquellos que navegan (sin la luz amarilla) y planifican actos, y mentes y propósitos, andan escasos de ello.

La poesía es el estilo. La clase los proverbios. Y si unes la dicha con la mayor de todas las virtudes, resultará que el centro de este bosque latiente hará que te comprendan. Odio a los vagos, los simples, los rompecorazones, los que quieren salir y siempre están entrando, los que anteponen vida a la palabra vida. Los que surgen de pronto y escriben como hablan. Los bienaventurados que calculan las sílabas para hacer que el poema les resulte perfecto. Con estilo, con clase, el verso sale solo.

Manipular el mundo es como viajar a Chile sin billete de avión. Es ver el amarillo de azul intenso siempre. Por favor no te escondas, si te vas hasta nunca, si vuelves hasta nunca también. No te echamos de menos.

miércoles, 15 de junio de 2011

Treinta y uno



Me han invitado los Nocilla a un acto poético. Será en otoño. La ciudad, lo de menos. Me he preguntado, con voz de sorpresa equidistante, si llevo el cuchillo y el pan. No he respondido al correo, pero después de esto seguro que me evitan. No existe la poesía en ellos. Nunca existió. Ni cuando no eran cosmo o nocillas. Y como no había esencia inventaron un puro mecanismo humano que nunca es de creación. No hay poesía. Hablamos de algo muy serio. Nunca ha habido poesía en ellos, ni en sus orígenes siquiera.

Desde el centro del bosque o del parque hablamos de Platón. Para ser un poeta debes dejarlo todo, enterrar tus manos y tus pies justo en el medio, donde la tierra es húmeda. Unos cuantos gusanos aparecen de pronto y con su boca apartan esa tierra, van haciendo el camino. Ellos han visto siempre ese centro del bosque y desean que tú llegues. Todo sobra: el trabajo, el amor, la mujer, la compañía. La esencia solo es pura si guardas el silencio.

En el centro del bosque la palabra se adhiere al hecho de ser nuestra. Nunca juegues con letras, con expresiones vanas, no intentes dominarla: la palabra es el centro de la vida de dios, el músculo primero de la verdad primera, de la poesía. Aquellos que pretenden hacer experimentos, jugar con la sintaxis (hoy he leído un poema de Cristián sobre ello), no llegarán al núcleo, se enredarán con símbolos, luces de puro juego, reliquias de anticuarios.

La semántica es la ciencia donde confluye todo. La filosofía, las matemáticas. La palabra más bella, ella es la clave, el matiz absoluto. No compres tu libertad con muestreos, no llegarás al centro. Adéntrate en la palabra, en la sola palabra, esa simple expresión de sufrimiento.

No busquemos poetas donde nunca los hay, donde nunca existieron. Debes asimilarlo. Que otros se lo crean te debe dar igual. Un blog es un juego. Te ayuda y te machaca. Te crees y te destruye. No eres, has dejado de ser. La palabra es un mundo que hay que descubrir, y debes estar solo.

Que Chesterton es bueno, hoy, no lo duda nadie. Pero nada más. No queramos hacerlo un Cervantes, un Shakespeare, o un Rilke (sí, un Rilke). Entre Chesterton y JRJ, siempre la esencia, siempre Juan Ramón. El grande, el único, él solo. Viajó hasta el centro del parque para vivir con la palabra, la manejaba, la manoseaba con una mente lúcida, lo que a muchos les falta. Si el número 4 de la revista tuviera muchas páginas en blanco, todas, y en el centro –justo allí- estuviera el poema de JRJ, la publicación habría ganado todo, sería más grande, inmensa. ¿Qué más queremos? A mí no me hace falta nada más, reconozco que ese poema es todo, al igual que su obra. Y lo demás me sobra. Del cincuenta para atrás, siempre. Y de ahora, solo Colinas (sí Colinas). Antonio Colinas en mucho más grande que casi todo el 27. Un pájaro me llama, trae carta de Chile.

martes, 14 de junio de 2011

Veintiséis



Hoy en Twitter, y horas antes del acto, intenté descifrar en escasas palabras las claves para entender el desconcierto. Propuse cuatro. La primera es el silencio. La segunda es el centro del alma. La tercera las sombras de los árboles. Y la última la soledad de los pájaros. Y así, sin más, encontramos a amigos, conocidos, gentes de poca fe (en la literatura se entiende), muchos vendedores de humo (el humo no se vende), y otros seres vivos indefinibles.

Fernando estuvo muy bien, correcto y desafiante. Una voz entronada que me recordó, en algunos momentos, la verdad de los pájaros. Lo de don Nicanor llegó al alma, gracias. Muchos correos de disculpa y otros tantos de gracia. Pero en el fondo allí estaba quien tenía que estar y algunos más. Vieron la puerta abierta y se colaron.

Poco antes del acto, TRR comentó con F.I. algo más interesante que todo el desarrollo de la presentación. Si se hubiera aplazado por un terremoto, una manifestación u otro símil, ya tendría bastante. Escuchar esos temas ya ha sido suficiente. Escucharlo de ellos.

Quienes no me conocen y me recuerdan cuerdo se habrán llevado un chasco. Jorge dice que siempre debo leer igual, y Diego (C. y no R.) se ríe de mis principios. María llora. Al final llegó Cristián (cenamos el miércoles), y Ferran (así sin tilde). Mi hijo Jaime es un caso.

No me gustan las presentaciones, leer poesía, la vida en sociedad sin o con los amigos, ni las impertinencias de los sabios. En el centro del bosque siempre leo a los pájaros. Se acercan a mis pies y mueven la cabeza. No piden su comida, su alimento son versos, y los llevan al nido para enseñar a esos seres pequeños que algún día serán grandes. Las cosas de la vida se conocen si algún día sabré quién eras de verdad. Sin saber dónde mirar. Este último día del año o de mi vida se ha anclado a nuestros pies, como esos pájaros. Todo lo veo distinto. Nada doy por perdido.

Un rumor circulaba por encima de los árboles. Todo es ahora distinto. Ese micrófono sonaba hueco. En alguna ocasión el verso se clavó en las entrañas. Mi buen Claudio si hubieras estado junto a mí, en el centro del parque. La ebriedad, tus conjuros. La alianza que deja de ser condena. O la agenda de Pepe. ¿Y el sepulcro Antonio? De Luis todos sus versos. Y de usted, don Nicanor, mañana hablamos. La crónica no la leerá en El Tabo, se la dictaré palabra por palabra. Pero será por la tarde, almuerzo con TRR.

lunes, 13 de junio de 2011

Treinta y nueve



En los sitios visibles me siento junto al árbol. Miro al cielo, busco a las estrellas y saludo a los pájaros que siempre me visitan. Cuando soy invisible prefiero los garajes subterráneos, su frescor y silencio. La ingravidez del aire. Debo esconderme ahora, la vida me entristece. Las personas que habitan me distraen, me confunden, hacen que esté molesto. ¡No podíais iros todos! Un puñado de libros y nada más. No necesito más.

Me aburren los señores. Las señoras me sobran. La creencia es un acto que comienza en domingo, y debes ser muy fiel a todos los momentos mientras estés tan solo. Decía Marco Aurelio que la noche le absorbía de paz. Y Virgilio forjó la metamorfosis en pájaro. Fue Ciris. Sobra el hombre. Nunca falta el principio.

La falsa literatura me aleja de la paz, los aprendices de seres humanos me enturbian los propósitos, las interferencias de lo absurdo hacen que me esconda. No hay literatura en unas crónicas vulgares y humanas. No hay literatura en las tertulias de hombres. No hay literatura mientras exista la vanidad del hijo pródigo. El hombre no es literario, lo es su obra, y si su obra es pobre (ocurre siempre) las crónicas serán los desechos del infierno de Dante, pero escritos por mortales no literarios.

Todo arde. La amistad es un engaño como lo son sus versos, sus textos en prosa, su propia vida es falsa. El hombre siempre es falso y es un hombre porque eso cree. Yo pienso que es una enfermedad. Una grave enfermedad sin cura.

Sentado junto al árbol leo a Rilke. Aprendo de personas que pueden enseñar, que han leído la esencia, que llegaron al bosque y en su centro, descubrieron la luz y su silencio. Sin silencio no hay poesía. Los deseos humanos y hasta las peticiones, no son literatura.

En el centro del parque todo se ve distinto, diferente. Aprendo de vosotros: luces, pájaros, sombras, estrellas, una espiga de trigo (buen espíritu) y silencios. ¿Para qué quiero al hombre?

Disfrutad, haced cosas vulgares, humanas. Me acerco al desconcierto pero me quedo en las puertas, no me atrevo a dar el paso. Ya lo hice una vez y el resultado dio origen a las inclinaciones. Mientras os olvidéis de mí, no habrá problemas. Dejadme en el silencio. No os echaré de menos, sois la nada.



sábado, 11 de junio de 2011

Cincuenta y cinco



Siento tanta tristeza por los hombres enfermos, aquellos que se han forjado un nombre promocionando premios, alfajores, yemas de san Leandro y otros menesteres propios de la suerte y la fortuna irreal y consentida, siempre consentida. Es una enfermedad real y reconocible. No tienes que acercarte, los hueles. Utilizan un buen desodorante, camisa de moda o camiseta, y siempre les acompaña literatura de mierda. Esa que no llega a ninguna parte.

Han leído poco. No han bebido de los grandes aunque los citen constantemente. ¡Pobres enfermos!

El poeta, el verdadero poeta está solo. Siempre. Busca la soledad, el silencio, la grandeza del espíritu. Debe ser así y cualquier agrupación es un error. La unión nunca hace la fuerza, destruye la verdad y acrecienta la miseria. Condición indispensable del poeta es la soledad, el misterio del universo.

La vanidad nunca viene sola. La acompañan acólitos vulgares. Uno, dos, tres. Un regimiento de mediocridad.

Prefiero la lectura a la escritura. Siempre. Prefiero el silencio al encuentro. Enseñar lo justo, todo lo demás sobra. Y aquello que plantee la mínima duda debe ser destruido. Nada es mejor por ser cierto, apenas nada es auténtico.

Enseñar nunca. Otorgar nada. Creer jamás. Crecer con los libros entre las manos, y a ser posible del cincuenta para atrás.

He pensado en cerrar el Cuaderno para siempre. Debo leer. Aprender. Callar. Tomar más libros y ninguno contemporáneo, no sirven para nada, no dicen nada. Ninguno. Jamás.

Cuídense de los necios, que nunca serán genios, aunque tengan su lámpara entre los huevos y una panda de tontos alabando sus errores.

jueves, 9 de junio de 2011

Noventa



Nada es nunca distinto, pero todo es diferente.

Veintitrés



Decía un poeta muy respetable y honesto que nunca había escrito el mismo libro de versos. Y ha dado que pensar mucho. También comentaba que el poeta nace y se va haciendo, igual que el futbolista que aparece con el don de la pelota y debe ejercitar y administrar sus recursos en la época productiva. Una última indicación apuntó a la espontaneidad de algunos de sus poemas. Una magia que no tiene explicación lógica, pero que es tan real como el resultado final.

Desde hace más de veinte años (salvo una excepción muy concreta y contrastada) la espontaneidad no me visita. Las lecturas y más lecturas, acompañadas de lecturas de guarnición, complementan eficazmente la formación lírica. Y desde luego siempre he escrito el mismo libro, los mismos poemas e idénticos versos. Es el tono común, un único universo y una atmósfera exclusiva.

¿Diferencias? Son evidentes. Y es lícito. Me gusta la poesía, me enamoro de la poesía todos los días, pero para juzgar hay que leer. Sí, es cierto que tras el conocimiento afloran las preferencias (lo contrario sería engañarnos), pero la honestidad y la autenticidad no se pueden esconder.

Otro mal de este país. Juzgar y condenar lo desconocido. Otro error de nuestra lírica. Tachar y prejuzgar lo ignorado.

Ellos se lo pierden, pues no saben lo que dejan en la bodega los que viajan siempre en primera. Nada es nunca distinto.

miércoles, 8 de junio de 2011

Veinticuatro



Me reprochas el tiempo que te robo y así, muy lentamente. Que si no te cojo de la mano, ni te digo cosas bonitas a la cara. Nunca fuimos amigos, es mejor perder las cosas, lo tengo claro. Todo lo veo distinto. Ahora todo es distinto.

En el proceso de creación aparecen a tu alrededor diferentes seres, de tipos distintos y extraños. Los hay humanos con los que descubres la grandeza de la vida y de la poesía. Otros viajan eternamente y por ello nunca sabrás su propio desconcierto. Algunos difieren del tono que defiendes pero enriqueces la lectura con sus palabras. Admiro a los lectores, los magníficos lectores de siempre y por todo el tiempo. Pero también están los hombres de poca fe, los inhumanos, aquellos que han forjado su camino sin la propia elección, principalmente porque desconocen qué es un camino y qué es una elección.

Estos individuos de poca monta suelen venir agrupados, suelen vivir agrupados y realizan todas las maniobras en comandita. Si uno de ellos destaca un poco más que los otros realizan la teoría de la conspiración adversa: o lo hunden o lo elevan.

En la historia de nuestra poesía más reciente se ha dado el caso, en más de una ocasión, de la aparición furtiva y descarnada de estos señores. Más que bienes líricos causaron rencores, envidias, e incluso motivaron más de una disputa sin fundamento lógico.

La mala fama no se crea, se masturba. Y uno dale que dale a su mala fama y acaba explotando, con la cabeza colorada y las venas henchidas. No podía ser de otro modo. Ahora, como todo es distinto, a estos señores los observo, los saludo, les estrecho la mano suavemente, pero evito cualquier conversación a la luz de la luna. ¡Ya tiene bastante la pobre luna!

Nunca fuimos amigos, la verdad. La humanidad la delatan tus manos. El apretón denota consecuencias cínicas. Suavito, con el amor de un hombre que perdió una vez su vida y su sensatez. Jugar a hacerse daño es reprochar el tiempo que te robo sin decirte te quiero y esas cosas que se dicen sin más, por eso mismo.

¡Qué no daría yo ahora por cambiar un poco mi histeriagrafía! El grano de trigo que no muere no da frutos.

martes, 7 de junio de 2011

Treinta y cinco



Como un pequeño pájaro, en el centro del parque, doy saltos diminutos intentando no pisar la llaga de las losas. Es un ejercicio. Una simple acción de entendimiento. No debes creer nunca las cosas que sobre ti dicen, y mucho menos aquellas que se escriben. Yo besaré primero los versos de los otros. Me suena grande todo o casi todo. No he olvidado nada, ni siquiera los matices. Por eso te he llamado. Necesitaba una adaptación poética a la realidad, en el centro del parque.

Lo que siento ahora no puedes verlo. Tiene vida, lluvia, lágrimas grandes. Como verás, he escuchado prudente tus consejos. El amor siempre está por encima de las primeras crisis. Has trasmitido que no tienes donde ir, que escondes tu cabeza en el frío.

Huyo de aquellos que hablan por hablar. Los no sinceros. Enemigos de la realidad más pura. No creo aquello que repites. Hoy vuelvo para seguir dando saltos en el suelo. Me rindo. Estoy cansado. He roto todas las cartas y he eliminado tus mensajes. Uno a uno. Lo que dices es un mundo genial, y como genial no existe.

Adelante. Queda mucho parque por recorrer. Intento dar un salto muy grande para tocar la luna, pero me quedo en casa. No quiero reconocer que te he perdido. Pero lo siento. Como cuando hablas con alguien para malgastar la saliva sobrante.

La distancia existente entre un teléfono y otro es grande. Los auriculares son la ceremonia. La voz viaja pendiente de un hilo. Anda dime más cosas que necesito comer, el alimento es una obligación como tenerte. Guardas silencio. Ya no me puedo perder.

Has buscado un gusano y encontraste un simple girasol. El diablo me habla. Era tu voz. Necesito mirar tus ojos ahora. Nunca creas lo que dicen de ti. Lo que escriben de ti. Solo hay una fórmula, es muy dolorosa, ocupa poco pero todo lo llena. Se llama silencio y se esconde en la luna. ¿Dónde queda tu verdad?



lunes, 6 de junio de 2011

Una aproximación y cuatro notas de Mora Fandos



(Aquí).

Veinticinco



Todo en la poesía son matices. No puedes olvidar ninguno de ellos. ¿Los ves? No deseo desvelar un misterio en el silencio. Un poeta de Galicia que ha leído mis versos desde el comienzo me llama y comenta que los matices de mi poesía están mejor definidos en el desconcierto, pero que son los mismos. La poesía crece entre los matices. Es un mundo genial, una ceremonia. Nunca he estado de visita, pero he vuelto a caer cien mil veces. Siempre puedo perderlos, el riesgo existe, pero la vida es mejor con palabras.

Mis amigos los músicos reciben los versos y los utilizan para hablar del amor, de las parejas, de las quinceañeras corriendo hacia el concierto. También para la soledad, el desamor, el fracaso del hombre. ¿Y la vida? ¿Y los matices? Cuando recibo las maquetas sonrío mucho, busco los matices ocultos entre el ritmo desproporcionado, y les vuelvo a cambiar los términos. Es un mundo genial y no deseo perderlos. El amor, como el jamón, debe ser del bueno. Siempre.




Diego Vaya me escribe. Ha leído de un tirón Introducción y detalles (1991), La muerte oculta (1996) y Una aproximación al desconcierto (2011). Dice cosas. Matices. Están y son. Es la poesía. Comenta el verso de un poema (“un corazón partido por la arena”). Te lo dedico Diego, es para ti.

UN CIGARRILLO SE HA ENAMORADO DE MÍ

Le has dicho hoy a tu madre
que vienes a la casa con mi hermano:
una playa, un perro, una azotea perdida
donde escribes poemas o mejor
se imaginan,
un corazón partido por la arena
y borrado en las olas memorables.
Es invierno.
He encendido el cigarro con dos manos
y he quemado un mechón de mi cabello,
he tragado más humo que una fábrica
y al final el cigarro se consume
en una losa azul, descolorida.
Me has dicho que es el fin,
no más mentiras, hay que jugar muy limpio,
porque toda limpieza es más sensata
y yo como un imbécil te he creído,
asiento, me disparo y te recuerdo tanto
en esta tarde, por tantas falsedades,
que prefiero pensar en los cigarros,
los puedo dominar y nunca mienten.

De Introducción y detalles (1991).

domingo, 5 de junio de 2011

Una mijita de "desconcierto" en EFE



(Aquí).


(Y aquí).

Veintisiete



He paseado una tarde por la A-472. Algún conejo y otros bichos han rondado mis pies. De pronto entre la maleza un girasol solitario comenzó a hablarme. Quería dormirse en mis manos. Una historia magnífica de suerte, tesoros, amor. Un secreto entendido como forma de vida. Al otro lado de la carretera todos los girasoles alzaban la cabeza para ver a la planta solitaria escondida entre el trigo.




Un día lo perdieron, desde entonces han esperado que crezca para que les cuente las historias. Anochece. Un susurro de aliento vegetal cruza por encima del asfalto. De espaldas al sol agonizante los girasoles se agachan.




He buscado principios en las cosas que dices. Es ya tarde. Me has negado tres veces. Has desnudado el misterio en una duda. Soy un desconocido entre plantas herbáceas. Nunca he vuelto a ser principio, solo una flor compuesta sin resolver.

Ahora estoy ciego y necesito una señal que me contenga. La verdad es mi duda. Me he despedido de las plantas. A un lado y a otro del pavimento he dicho adiós a todas.




La señal me confunde. Todo me recuerda al verso de Luis escrito en la mañana en Cercedilla. Me vuelvo con las manos vacías. Te he perdido. Dice Jorge que viene a Sevilla el 30 de este mes. Joaquín está mucho mejor. Me obligo a veros. Estoy perdido entre tantas palabras. Letras muy grandes sobre fondo blanco.

Paseo por Madrid. ¿Es la A-472? Llevo encima la Custom, el cuaderno marrón y tu recuerdo. Tu sonrisa mientras desnudabas el alma. Todo lo veo distinto. Leo la carta de Chile sentado en un banco del Retiro. Ahora lo veo todo diferente.

sábado, 4 de junio de 2011

Veintiuno



El ordenador debe tener la batería en mal estado. Para trabajar tengo que conectarlo a la corriente, desenchufado apenas dura tiempo. No me gusta alternar, me entretengo mejor continuamente. Entre el título que ahora dispongo y la letra pequeña de la cajetilla de tabaco tengo bastante. Bastante suele ser mucho. Casi un beso. Ni soy ordinario ni preciso.

Me han regalado una antología de poesía última. Fechada en 2006 es casi última. He descubierto tres corrientes alternas (nunca continuas). Una primera bella y bien escrita, pero vacía de angustia. Si te agarras a los versos nunca darán calambre. Son los de siempre con otros nombres más jóvenes. Amantes de sus maestros desconocen la verdadera y auténtica poesía. Todos escriben igual. Me recuerdan a otros. Ganarán algún premio, publicarán sus libros, pero en cuarenta (no he dicho cincuenta) años dejarán en herencia sus papeles.

En segundo lugar aparecen los que nunca deben estar. Por un motivo estrictamente circunstancial han acabado ahí. Algunos ya han dejado los poemas, incluso los han cambiado por la tarjeta eficaz del desempleo. De estos no hay que decir nada. Son un relleno que el pobre editor tuvo que pagar para engordar un libro de varios cientos de páginas.

Los últimos son los post, los modernos, los de la cosmo, los que tienen en la mesilla de noche el bote de nocilla y el cuchillo (para untar se entiende).

Hace muchos años también existían los atrevidos. En la biblioteca de la Dante, en el rectorado, una vez irrumpieron unos jóvenes muy modernos y entregaron a los allí presentes unos versos ideológicos en folios de colores. Esperaban que fuésemos bastantes y éramos muchos, simplemente. Seguimos estudiando. Era un examen de historia antigua.

El autor de la antología ha olvidado en la bibliografía obras que existen, pero se ha limitado (se limitó en 2006) a caer en esa triste ideología (que ya es historia antigua). Lo que no fuera Renacimiento, cuarenta principales, diputación provincial, no lo contempló.

Como labor, trabajo, examen de conciencia, está bien. Pero una antología de poesía que se olvida de la verdadera poesía siempre es bastante.

El ordenador me está haciendo un extraño. Debo reinicializar el alma un poco. Estos equipos modernos poseen alma, tienen hasta memoria. Lo recuerdo todo de aquellos años, hasta cuando no estaba. Las menciones cariñosas en los números de esa revista, esas palabras de agrado en los encuentros. Ahora con Chile tengo bastante, que es una eternidad y de las buenas. Lo demás ni es eterno mientras dura, ni permanece mucho que nunca será bastante.

viernes, 3 de junio de 2011

Dieciséis



Tiene razón Juan Peña cuando dice que los libros de poesía están para leerlos, para disfrutarlos en soledad. Eso de las presentaciones es un atraso, una imposición tal vez de alguien que las desea y las comparte. ¿Vas a leer poesía? Delante tienes a familia, amigos, conocidos que suspirarán muchas veces y dirán: “¡Qué bonito!”. Y encima te lo crees. Mientras, calientas los motores de un diesel antiguo y oxidado. Y cuando te encuentras pleno de ti y de su satisfacción comienzas a hablar. A explicar lo que has escrito, por qué lo has escrito y todas las derivadas del la ilógica ecuación.

¡Menudo chasco! El menudo bueno solo en Casa Pedro o en la Venta Pazo. Lo que los poetas dicen de sí mismos y de su poesía es una estrangulación de su poética. La poesía no se explica, se lee. Y si es ajena mejor. La poesía se crea en silencio y soledad, con miedo, mucho recelo.

Y no hablemos del impacto directo que provoca encontrarte frente a frente a un poeta. Con su barba, su calva, sus gafas, su rostro nada poético, su apariencia poco lírica. Solo deben teorizar las velas, y se gastan o consumen.

Aquí ando teorizando sobre la materia, controlando toda la realidad primaria de la que están hechos los poetas. Debes comprar tu libertad ahora. Hay rebajas. Está de saldo siempre. Dicen que en el lote regalan algunos libros de versos, de esos que ocultan la realidad.

Escribir bonito y auténtico es un atraso. Lo auténtico nunca puede ser agraciado. Lo auténtico es honrado y fiel.

A veces pienso que no logro entenderte. Sigues amontonando mis problemas ahora que he terminado el inventario. Si siguiera viviendo pondría una condición, una sola circunstancia indispensable: dar una vuelta completa al tiempo, marcha atrás. Entonces no me habría equivocado, estoy seguro.

Siete es un número mágico. Para llegar al siete hay que hacer algunas operaciones. Son simples. La complejidad la odio como siento antipatía hacia las mesillas de noche. Siempre están y no sirven para nada. El orden y el desorden es el concierto de la justa aproximación.

No tienes ni puñetera idea de la vida. Es difícil controlar toda la materia. Nadie pretende hacerlo salvo tú. Y hasta explicas los poemas que son de otros. Anda, aprende un poco de Juan, su sencillez es auténtica, honrada, fiel. Te sigo llamando y nunca vienes. Tú lo pierdes. ¿Te hago un esquema? Lo malgastas todo. ¡Qué bello es no vivir!

jueves, 2 de junio de 2011

Setenta



Cuando se odia algo verdaderamente la sensación es muy extraña. No me gusta aparecer, ni siquiera estar. Prefiero esconderme bajo una mesa o tal vez en aquel rincón oscuro donde nunca llega la luz. Cuando odias desatas todo lo que dentro se mueve y vacila. Nunca nos acostumbramos a la aversión ajena.

Hablo con las arañas y les recito versos, pero todas corren despavoridas. Hubo una vez una que permaneció inmóvil. Estaba muerta. A los pájaros les silbo, y les dejo comida en las casitas blancas o verdes que tengo en las encinas. En dos de ellas han anidado.

El desconcierto es una lucha interior que no puede ver la luz. El desencanto llora mientras tanto.

Por más que tengo antipatía a ciertas personas nunca les deseo el mal. Si así fuera dejaría de ser yo para ser otro. Tal vez una araña. Querría que me dejaran en paz eternamente, y aparecer solo para comprar el pan, el café o los cartones de tabaco en el estanco.

¡Qué difícil es vivir sin ser yo mismo! Me ocurre igual con la poesía, ¡qué difícil es leer sin querer estar!

He escuchado un fuerte ruido junto al madroño. No es la semiología, es la semántica. Un vecino vulgar y bastante mal educado ha arrojado una piedra que ha llegado al porche. Ahora no quiere encender el mechero. Y se acaba de ir la luz. ¡Odio la vida!

Dieciocho



Tomé dos pasteles en Moguer y el vino de naranja fue dejado para mejor ocasión, en su lugar una infusión que sabía a gloria. Zenobia estuvo presente y Diego elegante, contento, discreto. Manolo Moya con ese tono de voz casi espiritual y Antonio Ramírez muy correcto, acertado. Le he dicho a Diego que Antonio ha cambiado mucho, muchísimo, y para bien.

Dicen que la Taberna del Libro tiene los libros hasta en el aseo. Llegué pronto, el paseo era necesario. Tenía que respirar un poco de Moguer antes de sentarme en el patio de la casa de JRJ. Detrás de la mesa un poema presidía el acto. Mucha gente, muchos poetas. Hasta Paco Díaz Olivares, el alcalde mi época.

Una chica colombiana, con la cámara de televisión, grabó todo el acto. Entrevistó a Diego y formuló unas preguntas a Rocío. Diego repitió en cuatro ocasiones que era de Cartagena de Indias. Permanecí un poco al margen. Una escueta intervención donde manifesté mi cariño por el poeta y poco más. Acabé escondido bajo un techado junto a Platero. El burrito del otro patio tenía un vaso de plástico en una oreja. Tuve que quitarlo.

De vuelta a casa he escuchado un poema recitado por el propio Juan Ramón. También un poco de Jorge. Intento ocultar mi realidad subiendo el volumen del altavoz. Odio las presintonías. Las detesto tanto como cuando hablas por detrás. Sigues sin saber lo que quieres y no dices la verdad.

He vuelto a leer el poema que tanto me ha costando encontrar. Leo con calma y cansancio unas líneas para Pablo Moreno y Juan Peña. Comenta Juan que después de ocho libros de poemas publicados, y unas coplas magníficas (son mi delirio), es su primera presentación. ¡Qué cosas! En silencio me digo: ¡Qué envidia!

Dicen los editores (en boca de Diego Vaya) que van a tener que preparar una segunda edición del desconcierto. Y la liquidación de la distribuidora apunta que 8 Consejos para salir de la Crisis ha vendido ya muchos ejemplares, muchísimos. El secreto -indican- es el precio barato y un rato de humor (rosa le llamo yo). He recordado a JRJ y hasta a Manuel Machado, y unos versos de alguien. Todo me resulta tan absurdo como la propia vida.

Me dice Luzbel que debo acabar el inventario. Que él me ayuda. Y la verdad, chico no sé, como que no me atrevo. Tal vez te pongas a ordenar de atrás para adelante, o prestes más atención a lo efímero. Pero esto de verdad ¿te interesa? A mí, querido TRR, mucho. Acudo a lo tuyo cada día, pasa lo mismo con AT o con JLGM. Por cierto, he disfrutado con ambos y los comentarios establecidos como si fueran auténticas presintonías. Unas venían de Sevilla y otras del antiguo Ministerio de Cultura y un poeta cuyo nombre omito.

miércoles, 1 de junio de 2011

Hoy en "Estado Crítico", el desconcierto



Ver Aquí.

Catorce



Todavía no he encontrado el poema. Y dicen que es muy bueno. En la prensa de hoy leo otra vida, algo irreal (suele ocurrir con la prensa). Dicen que la Feria del Libro de Sevilla ha resultado muy positiva, “algo menos de ventas pero muy positiva” (lo indica exactamente así), y todo magnífico. La encuesta la han realizado por teléfono y a los habitantes de Burgos. ¿Han hablado con los libreros? ¿Con los editores? Mierda de política. Todo debe maquillarse con productos correctos y ecológicos. Hay cambio de gobierno municipal y la foto se la hacen los dos. El que se va entregando medallas de la ciudad a diestro y siniestro para agradecer los favores de partido y los buenos ratos de mariscadas, solomillos de buey, hasta ostras. Y el que llega no quiere problemas y calla. Hay un pacto político de miseria. Y siguen jugando con la cultura a las cartas, el descarte es mutuo.

Este año las ferias han sido catastróficas, síntoma de una crisis evidente. Con la lectura aprenderíamos más, seríamos más hombres, más maduros, mejores padres y mejores políticos.

Sevilla necesita una feria permanente, un espacio interdisciplinar de la cultura. Un lugar mezcla entre la Cuesta de Moyano y el Museo de la Cultura. Con un toque de Cádiz en el ambiente. La luz de Málaga. La bulla de Granada. El sol de Almería. La riqueza de Jaén. Los ojos de las cordobesas y la paz de Huelva.

Sevilla se está quedando atrás. Ha retrocedido unos veinte años. Hay que tener un poco de imaginación para realizar actividades donde todos los habitantes se sientan identificados, y se impliquen como protagonistas de una historia que debe marchar adelante.

Aparece el poema y lo leo en silencio. El café está amargo. Se ha acabado el azúcar. El polvo de los libros de poemas es dulce y lo utilizo en estos casos. He cogido un libro malo. El café sigue amargo. Mañana en Moguer me tomaré unos pasteles y un poco de vino de naranja.