martes, 4 de septiembre de 2012

Comedia de la vida



EL HUECO que existe entre la palabra y el final de la hoja del cuaderno marrón es la esperanza, pero también es la tragedia. No existen la compasión ni el espanto en el infierno. La emoción es libertad.

Leo a Nietzsche, sus primeras obras: Sócrates y la tragedia, El nacimiento de la tragedia. Solo encuentro a Platón en las palabras del alemán.

Platón era un cínico. Pero un cínico sin ambición (Gorgias). Platón era un poeta, y también dejaba huecos entre las palabras y el final de las hojas. Sus huecos de pasión. Platón y Eurípides me emocionan entre las líneas de Nietzsche.

La poesía es República, es legitimación. El arte condiciona un vacío que te hace ver, te aleja de la realidad hacia el infierno. En el centro indudable, en el centro del bosque más húmedo y certero, allí está el infierno. Le acompaña la razón de la palabra. El gran círculo cerrado que comienza en Platón y finaliza en Platón. Dentro del círculo habitan los condenados por su buena retórica: Juan Ramón, Leopardi, Rilke, Hölderlin, Novalis, Parra, Rosales. Y algunos otros que nunca pidieron entrar. Por eso están allí. Pudieron ver.

Paseo entre las encinas. Los pájaros me siguen. Los insectos avanzan entre mis pies. Una nube con forma de poema hace un guiño a su paso. Huele a verde. Enciendo el cigarrillo y fumo. Fumo para mantenerme en esta comedia de la vida que condiciona la metáfora al propio enjuiciamiento.

Quiero tanto a la poesía que vuelvo a odiar a los poetas. ¿Quién juzgará a la razón de la palabra? El drama lo puso Nietzsche, la definición Aristóteles.