La cara del hostelero era un poema. Su local vacío, y el personal apoyado en el quicio de la mancebía. Fumar o no fumar. Ese es el dilema desde hace unas semanas. No genera apenas ingresos. Tomaba una tapa y una caña en la barra, y mientras me miraba, exclamó:
- “¡Si el Pepe ganara las elecciones, seguro que no cambia la ley antitabaco!”.
Y respondí:
- “¿El Pepe, quién o qué?”.
Mantuvo sus ojos fijos en mi rostro y dándose la vuelta, con las manos en movimiento, gritó:
- “¡El congrio de su hermana, coño!”.