Había una vez un partido político que en su nombre contenía el término “obrero”. Sí, “obrero”, aunque a estas alturas resulte extraño. El presidente del partido era un conejo. El vicepresidente un pato. Y una ministra un erizo. Fueron a Cádiz para inaugurar el bicentenario de la Pepa. El conejo, el pato y el erizo se pusieron a jugar en el Club Caleta. El vencedor de la partida obtendría dos premios: un corte de pelo en el Corralón de los Carros, a manos de José Manuel, y un enorme carajo oriundo del lugar.
El erizo va a hacer todo lo posible por ganar ya que necesita un arreglito. El pato, nervioso y eficaz, también se esforzará lo suyo.
Gana el conejo. Pasa de las tijeras de José Manuel, y se queda con el carajo. Todo para ti, obrero.