Vivo en una de las ciudades más bellas del mundo. Pero también en una de las más cursis, poéticas y horteras. Con un arzobispo impresentable, que mejor se hubiera quedado en Córdoba dando la lata y firmando pactos políticos y sociales. Nuestros habitantes están acostumbrados a leer a periodistas lamentables, y a escuchar a locutores gilipollas.
Y entre este panorama, medio desolador y medio cierto, el señor que hace huelga de hambre, sigue en el portal B de Viapol. A los ojos del mundo. A la vista de nadie.
Una compañía multinacional, con sede en Sevilla, quiere obligatoriamente los textos de un amamantado de Burgos y de Herrera. Un maestro frustrado que dejó la tiza por la palabra y la tele.
Le he pedido permiso a Alejandro Sergi para utilizar el título de una de sus canciones como verso. Espero la respuesta. Sevilla es tu misterioso alguien. Una ciudad pueblo. Anclada en el siglo quince y con tranvía.
Si tienes la fortuna de despertar a la hora de la siesta, sentirás el olor de las naranjas y la frustración de la impotencia. Los pijotillas se pelean y todos quieren cerveza gratis.
Es una bella ciudad, casi eterna, si no fuera por aquello de la clase media que corrompe. Los políticos destruyen. Alguien hace una guía de la ciudad para turistas, y en la página cuatro figura: “Cuidado con los robos”.
Sevilla es tu misterioso alguien.