Un poeta bueno y un hacedor de versos me acompañaron hace unos días a una tertulia nocturna en el porche. Sin prisas, con alcohol, tabaco y mosquitos.
El poeta pensaba que para mí era un hacedor de versos. El hacedor de versos creía que era un buen poeta.
Después de charlar, discutir, hablar y leer (amén de beber, fumar y matar mosquitos), se marcharon. Casi al amanecer, con brisa de la mañana y el primer riego.
Les indiqué que cuando llegaran me dieran un toque al móvil. Simplemente por seguridad. Los picaflandes andan por todos lados y en la A-477 suelen estar.
Aún espero. No desvelé mi opinión de ambos. No llaman. Puede que les dure la resaca o tal vez, se hayan convertido al cretinismo.
El poeta pensaba que para mí era un hacedor de versos. El hacedor de versos creía que era un buen poeta.
Después de charlar, discutir, hablar y leer (amén de beber, fumar y matar mosquitos), se marcharon. Casi al amanecer, con brisa de la mañana y el primer riego.
Les indiqué que cuando llegaran me dieran un toque al móvil. Simplemente por seguridad. Los picaflandes andan por todos lados y en la A-477 suelen estar.
Aún espero. No desvelé mi opinión de ambos. No llaman. Puede que les dure la resaca o tal vez, se hayan convertido al cretinismo.