martes, 22 de junio de 2010

Cadión (Elogio de la Irreverencia XLIV)



Un poeta bueno y un hacedor de versos me acompañaron hace unos días a una tertulia nocturna en el porche. Sin prisas, con alcohol, tabaco y mosquitos.

El poeta pensaba que para mí era un hacedor de versos. El hacedor de versos creía que era un buen poeta.

Después de charlar, discutir, hablar y leer (amén de beber, fumar y matar mosquitos), se marcharon. Casi al amanecer, con brisa de la mañana y el primer riego.

Les indiqué que cuando llegaran me dieran un toque al móvil. Simplemente por seguridad. Los picaflandes andan por todos lados y en la A-477 suelen estar.

Aún espero. No desvelé mi opinión de ambos. No llaman. Puede que les dure la resaca o tal vez, se hayan convertido al cretinismo.