Hablé primero con Javi Bohórquez. Era más asequible. Después me pasaron con su mujer. Y por último ya hablé con él. Todo quedó en el envío de un email donde se explicaba la historia. Algo frío y distante, como la llegada del otoño en madrugada.
Tenía toda la vida por delante y se fue. Era joven. Impulsivo. Un poco introvertido pero muy sonriente. Siempre reía. Las gafas acompañaban la compostura y el paso, recuerdo sus pisadas con sentido, seguras y casi diabólicas.
No recibí respuesta del correo. Dejé pasar hasta dos meses. Siempre miraba la bandeja de entrada esperando el canapé de su respuesta. Pero nunca llegó. Después de llamar de nuevo a Javi me lancé. Estaba aún más frío. Tras las disputas domésticas necesarias acordamos de nuevo la recepción de otro correo un poco más aclaratorio.
Lo conocí hace años, incluso dormimos juntos en su casa las noches de mucho trabajo. Dormir, lo que se dice dormir, poco. Pero fue una experiencia de las que marcan. Era un lector empedernido. Aunque no compartía sus gustos. Si el libro era grueso lo tomaba con pasión. En mi caso prefiero siempre los breves.
Ya sí. Fue dar a enviar y recibir y casi al instante recibí su respuesta. Era afirmativa. ¡Qué sorpresa! Poco a poco fue entendiendo mi argumento. Mi deseo. Mi apuesta. Era arriesgada ya que pretendía algo grande. El primer envío no defraudó. Los poemas eran enormes. Poco a poco fui fabricando una máscara de sueños.
Tras un encuentro casual le perdí la pista. En Eduardo Dato. Reconocí su paso, su sonrisa. Habían pasado años pero seguía igual. A los meses me enteré de su fallecimiento. Rápido y veloz como todos los fallecimientos inoportunos.
Juan Carlos Aragón publicará un libro de poemas (su primer libro de versos) en Siltolá. Un adelanto está en el número 2 de la revista. Dice que en Cádiz venderemos 2000 ejemplares. Y creo que serán muchos más. Arrastra a las masas necesitadas de oído. Es un genio silencioso.
Carlos M. falleció muy joven. Hoy leo poemas de otro y te recuerdo.
Tenía toda la vida por delante y se fue. Era joven. Impulsivo. Un poco introvertido pero muy sonriente. Siempre reía. Las gafas acompañaban la compostura y el paso, recuerdo sus pisadas con sentido, seguras y casi diabólicas.
No recibí respuesta del correo. Dejé pasar hasta dos meses. Siempre miraba la bandeja de entrada esperando el canapé de su respuesta. Pero nunca llegó. Después de llamar de nuevo a Javi me lancé. Estaba aún más frío. Tras las disputas domésticas necesarias acordamos de nuevo la recepción de otro correo un poco más aclaratorio.
Lo conocí hace años, incluso dormimos juntos en su casa las noches de mucho trabajo. Dormir, lo que se dice dormir, poco. Pero fue una experiencia de las que marcan. Era un lector empedernido. Aunque no compartía sus gustos. Si el libro era grueso lo tomaba con pasión. En mi caso prefiero siempre los breves.
Ya sí. Fue dar a enviar y recibir y casi al instante recibí su respuesta. Era afirmativa. ¡Qué sorpresa! Poco a poco fue entendiendo mi argumento. Mi deseo. Mi apuesta. Era arriesgada ya que pretendía algo grande. El primer envío no defraudó. Los poemas eran enormes. Poco a poco fui fabricando una máscara de sueños.
Tras un encuentro casual le perdí la pista. En Eduardo Dato. Reconocí su paso, su sonrisa. Habían pasado años pero seguía igual. A los meses me enteré de su fallecimiento. Rápido y veloz como todos los fallecimientos inoportunos.
Juan Carlos Aragón publicará un libro de poemas (su primer libro de versos) en Siltolá. Un adelanto está en el número 2 de la revista. Dice que en Cádiz venderemos 2000 ejemplares. Y creo que serán muchos más. Arrastra a las masas necesitadas de oído. Es un genio silencioso.
Carlos M. falleció muy joven. Hoy leo poemas de otro y te recuerdo.