sábado, 30 de octubre de 2010

The Face (cincuenta y cinco) (Tercera Inclinación)



Llevo varias semanas dedicando horas y horas a la lectura de libros de poemas. Los presentados a uno de los concursos. Por seis mil euros se hacen maravillas. Maravillas buenas y malas. Este año me he llevado sorpresas positivas, muy gratas. Puede que sea la edición en la que más libros llegarán a la final. De casi trescientos han pasado veinticinco. Otros años eran diez o quince. Gran sorpresa.

Después el agotamiento me reclama una menta-poleo, un cigarro y tres insinuaciones en voz muy baja, en secreto. Olvido las fotos, los principios y limito exclusivamente el verso como juez y parte. Y hay poemas muy buenos. Aunque siempre me preguntaré dónde toman el ritmo y el tono algunos escritores sudamericanos.

Soy un conjunto enorme de manías. Un cubo de extravagancias, de locura. Ironías las máximas, las mínimas, es el furor que llama, con nudillos gastados, a la puerta del alma. No se debe hacer caso al cuerdo, en un país de locos.

Te imagino desnuda. Sin porte pero con libros en las manos. De ti he dejado de saber, de conocer, de sentir. El viaje está planificado. La alegría la dejé ayer en la maleta. La esperanza se ha convertido en desencanto.

Lo que digo y lo que hago son una misma cosa. Incapaz de mentir deliro, sueño en tus piernas y en tus ojos. Tu voz me la reservo ahora que suenan los pájaros.

¡Cómo quema la menta! Debo coger una botella de agua para calmar los nervios. Los cigarros los arrojo a más de la mitad. Y nadie los recoge. Ni siquiera ese pobre hombre que lleva semanas en huelga de hambre a las puertas del trabajo. Las mismas semanas que llevo leyendo versos. Versificando imágenes. Las vuestras. Las que habéis presentado.

Pero no olvides, que aún conoces poco de mí. Nada para ser exacto. Mi energía se desgasta por momentos. Lo que digo y lo hago suelen hacerme siempre compañía.