domingo, 10 de octubre de 2010

The Face (cuarenta y tres) (Tercera Inclinación)



Vuelves de Málaga con la ilusión de los días, y el viento y la lluvia desesperan el propio aliento. Cádiz, Málaga y esta semana Barcelona. Las noches de hotel son cortas mientras exista la ilusión. Una ilusión que no empañan ni siquiera los cuatro gilipollas de turno, eso, sí, esos.

Hay que volver la vista atrás, la vida atrás. Olvídate de las insinuaciones, de los secretos. El murmullo es del viento, no es de los poetas. Y si pensáis algo, flaco favor le hacéis a la literatura. Nunca lo habéis hecho. Malditos consumistas de palabras, malabaristas sin iluminación.

Tomás R.R. estuvo sembrado, y Cotta también. He tenido la oportunidad de hablar en varias ocasiones con TRR y nunca lo he visto tan TRR como en Málaga. Tal vez porque Cotta estuviera a su lado, o tal vez porque la generación se hace y se deshace en el silencio.

Decía TRR que la necesidad de escribir poesía la había visto en el vigor, el ímpetu o el ardor de Aquiles. En el cuadro Aquiles descubierto por Ulises de Rubens y Van Dyck. Estética contra ética. Dilemas y pasiones. O muerte más allá de la vida. Buena forma de definir, pero la simpleza está más cerca del arte que la propia interpretación mitológica. No olvidemos que los mitos se interpretan, y la poesía se realiza. La verdadera razón de su escritura es el remedio. Remedio como causa del bien y del mal. Remedio como generador, como corrección, remedio como acción heroica o como medida extraordinaria.

El remedio es el refugio, pero también es el recurso. Implica reflexionar y tomar las medidas adecuadas, siempre. No sirven los ensayos, los juegos, ni siquiera concienciarse de haber reparado el daño. Es la necesidad pura. El grado último de la creación.

TRR y Cotta fueron interrumpidos por un señor que necesitaba conocer el precio de un libro. Y junto a la mesa de lectura habían instalado un lector de códigos de barras. El sonido suave fue un remedio. La lectura siguió su propio curso. El curso de los valientes.

¿Has colgado el teléfono? Te han faltado minutos para quitar de en medio vidas y situaciones. La verdad es una estrella. Siempre será una estrella, no lo olvides. Y cada cual debe aguantar su vela por sus propios actos. Y tú, acostumbrado a las imperfecciones, soportarás encuentros ajenos, infidelidades, y el mayor de todos los castigos, la cotidianeidad.