HOY Platón se ha dejado las cartas encima de la mesa. Estaban boca arriba. He visto sus virtudes. Un pájaro muy listo ha sobrevolado el porche y se ha fijado en ellas. Con el pico cerrado ha asentido tres veces: “¡Buena mano, sí señor, buena mano!”.
¡Qué enormes eran las Greguerías! Serna solo hay dos, Ramón y el pintor Pedro. Los demás son aprendices, jugadores de cartas que escriben aforismos intentando crear una buena partida que se agota y diluye como la vida misma.
Sigue volando el pájaro. Se ha acercado a la higuera. ¿Metáfora? ¿Humorismo? Lo breve, si es distante, convence.
Cuando Platón ha regresado no ha abierto la boca. Ha tomado sus cartas, le ha dado un sorbo al Mexican Mule de siempre y ha comenzado el juego. Arrojó primero el Fedón, después el Timeo. Acabó matándome con el Menexeno. Desde la rama más baja de la higuera se escuchaba la sonrisa del pájaro.
Chaves Nogales es interesante pero no he conseguido terminar sus libros. El esfuerzo es un higo que se pudre en el árbol. Cuando soltaba sus obras cogía Odio a los indiferentes de Antonio Gramsci. Ambos dejaron las cartas boca arriba, pero ellos no eran Platón, ni escribieron diálogos.
La política es fingimiento, la poesía es existencia. La compleja sociedad es mera observación.
Quisiera ser el pájaro y sonreír en la noche, recostarme en el nido de la pasión y la melancolía. Enseño mis virtudes y siempre pierdo. Es la obligación.