miércoles, 7 de diciembre de 2011



SOLO escucho ruidos. No hay nadie alrededor. Desnudarse es muy complicado. Lo dijo Juan Ramón. Desnudamente la poesía es más hermosa. Aléjate de lo artificial. Lo innecesario es persuasivo, intenso e impertinente.

Demócrito distinguía lo pesado de lo ligero. Lo sutil es ágil, aquello que contiene más vacío, pero también son cuerpos primarios. Se precisa equidad, el justo medio. La mutua percusión.

Aristóteles resumía lo necesario en la claridad. La ligereza absoluta. Estos sonidos que vienen provocan discordia, confusión. Dejo de intervenir en asuntos para tener sustancia. Este alboroto es desavenencia. Leucipo es muy original y derivado. Es él quien emite los rasgos pertinentes.

He recogido múltiples bellotas bajo las encinas. Es la pluralidad, la diversión, el ocio. Pero también es la dispersión de una magnitud.

Siento frío cuando me quito la ropa y me abrazo a la encina. La corteza araña y está llena de bichos. Hay setas en el suelo. Mi movimiento natural es movimiento original. Así, desnudamente. Lo cotidiano, la existencia, la vida simple. Viene la luz velada. Se hace tarde.

La poesía ejerce una fuerza de repulsión sobre la no poesía. Es la armonía. Los acordes concertados nos llevan al camino, hasta el centro del bosque. No pares. No mires nunca atrás. Confía en la buena correspondencia, es necesario.

Así, como un movimiento regular, la mayoría de las almas quedarán en la senda. Muy pocos consiguen el objetivo. Si tienes la fortuna de ser un elegido, distinguirás el aire, el fuego, el agua, y tocarás la tierra, escarbarás la tierra, en el centro del bosque.

Solo escucho ruidos. Ahora son voces armónicas. Ritmo y tono. Ambas poseen como Teofrasto la imagen visual, la única verdad. La exactitud y el conocimiento. La existencia de lo natural en la poesía.