jueves, 15 de diciembre de 2011



ME he sentado en el centro del bosque a respirar. Es un verso de Colinas. Respirar, noche, muerte, fusión, sueño. Es la única verdad. El divertimento agraciado, la realidad sincera. Quien no pueda llegar lo siento, sí, lo lamento. Es la oportunidad de sentirse una roca, una rama, un tronco. Con sangre y sin raíces.

Respiramos la vida mientras somos nosotros. Una pareja de necios a las puertas de la sustancia. Y allí, en ese centro, del bosque o del mundo –qué más da-, aquel que lo conoce calla, siempre es silencio, vida en soledad.

Me he sentado en el centro del alma a rescatar miserias. Los recuerdos los dejo evaporándose, invadiéndose de ambientes, derrotarse del mundo.

Quiero morir. Sí, deseo finalizar el episodio como se acaban los juegos. Los recuerdos no podrán florecer si la noche es la luz. Observo tu rostro, tus labios, los ojos negros que dicen que es de día. La vida es una flor que se abre en primavera. Me rindo, no puedo más. He olvidado los versos que te dije, los sueños que reciben toda la luz del mundo.

Para don Nicanor el centro es el principio. Una playa de rocas y una casa en El Tabo. Y entre tanta llamada espira la palabra, una sola palabra: ilusión. Es la ilusión. En Chile las casas tienen una flor en la puerta. Una flor que se abre cuando cierras la boca, cuando tomas aliento si animas a exhalar.

La botella de agua que he dejado en porche está vacía. El tapón lo han quitado las aves del verano. Maldigo los problemas y convenzo a la suerte. El sueño ha permanecido dormido en los aromas.

Para entrar en el centro, el laberinto oscuro, necesito la llave, la de los cuatro dientes. La busco por las losas, los cajones de versos, los vasos con el hielo. Aparece un anillo. En la azotea los niños saben a color y a sustancia. Es mi mundo visible. No creo en el presente, el futuro me sobra. Solo amo el pasado.