TRR ha dado en el clavo. Ha creado un código elevado a la quinta capaz de destronar cualquier diario, y cualquier poema.
Ese a, e, i, o, u…, pasó a ser u, o, i, e, a…
Un código vocal sin pretensiones, pero mucho mayor que el símbolo infinito. Sin las vocales no existe la palabra, ni siquiera el lenguaje. Sin las vocales los números apenas podrían ni pronunciarse.
Un retorno en el tiempo y cinco insinuaciones. La primera abierta. La segunda eterna. La tercera incapaz. La cuarta obsesionada. Y la quinta, la quinta es universal.
Lo imagino en Málaga, leyendo poemas tras la presentación de Cotta (¡vaya dos!), y recitando:
“a”
Y después, con un tono temblón:
“e”
Así hasta el infinito (“i”). Pasando por la oscuridad (“o”). Y siendo único (“u”).
Nunca dio tanto de sí una vocal. Y cinco, ya lo ven, como el acento, el respeto, y hasta el propio cansancio.
Las vocales permanecerán ingresadas en urgencias hasta que TRR desee. Recibirán transfusiones, suero, y alguna enfermera atractiva dirá:
“¡ooooo!”
Es la vocal. Una simple y consecuente vocal. La necesidad de un poema.
Ese a, e, i, o, u…, pasó a ser u, o, i, e, a…
Un código vocal sin pretensiones, pero mucho mayor que el símbolo infinito. Sin las vocales no existe la palabra, ni siquiera el lenguaje. Sin las vocales los números apenas podrían ni pronunciarse.
Un retorno en el tiempo y cinco insinuaciones. La primera abierta. La segunda eterna. La tercera incapaz. La cuarta obsesionada. Y la quinta, la quinta es universal.
Lo imagino en Málaga, leyendo poemas tras la presentación de Cotta (¡vaya dos!), y recitando:
“a”
Y después, con un tono temblón:
“e”
Así hasta el infinito (“i”). Pasando por la oscuridad (“o”). Y siendo único (“u”).
Nunca dio tanto de sí una vocal. Y cinco, ya lo ven, como el acento, el respeto, y hasta el propio cansancio.
Las vocales permanecerán ingresadas en urgencias hasta que TRR desee. Recibirán transfusiones, suero, y alguna enfermera atractiva dirá:
“¡ooooo!”
Es la vocal. Una simple y consecuente vocal. La necesidad de un poema.