La ventana está manchada de agua. No es la lluvia que tarda en llegar, son los periquitos del riego. Uno se ha descontrolado y hace de las suyas. Me estaba duchando y he recibido un aporte extra. Los rayos de sol de la mañana, con el olor a humedad, reflejan un bello encuentro en las gotas de agua.
La tierra húmeda soporta las bellotas que caen de las encinas y las ramas secas de algunos árboles. Recuerdo a Machado, a Llamazares y a Colinas. León es un territorio muy especial. Todo es abundante con medida.
A veces fumo por la hierba y no sé qué hacer con las colillas. Las apago en agua y debo andar un trecho para tirarlas. Tendré que colocar “colilleros” en todos los árboles.
Cerca de mis pies se ha levantado una montaña de arena. He comprobado que además había dos montículos más. Es un topo que no ha visto mi presencia y removía su vida. Corro hacia el cuarto donde guardo las trampas, el veneno. A dios no le gustaba que matara a los topos. ¡Los odio!
Me gusta la forma de escribir de Antonio Moreno. Se parece algo a Trapiello. Me impresionó “Un apunte japonés”. Disfruté mucho.
Todo está en silencio. Es temprano. Si me muevo los pájaros van de un árbol a otro, pero nunca desaparecen.
Esta maldita tos me agota. A veces me cuesta respirar. Creo que es alergia. Alergia a la vida. Alergia a la muerte.
Una aproximación al desconcierto está casi concluido. He de añadir un poema más. El de la farmacéutica pelirroja. Y buscar ubicación a los ictus. Debo arreglar el periquito pero ya se ha parado. Ahora es más difícil. Las cosas se hacen mientras funcionan. La cara por delante. La vida alrededor.
Cuando todo concluye nada permanece. Ni siquiera la amistad. Acabas odiando tu suerte, tus muertos. Odias hasta el agua. No hablo. El silencio de los topos es el silencio propio. Vas fabricando unos carriles que no conducen a ninguna parte.
La tierra es fresca, y huele bien. Como el libro de poemas bueno. Lo tomas entre tus manos, lo acaricias y hasta lo hueles. ¡Mm, huele a fresas!
La tierra húmeda soporta las bellotas que caen de las encinas y las ramas secas de algunos árboles. Recuerdo a Machado, a Llamazares y a Colinas. León es un territorio muy especial. Todo es abundante con medida.
A veces fumo por la hierba y no sé qué hacer con las colillas. Las apago en agua y debo andar un trecho para tirarlas. Tendré que colocar “colilleros” en todos los árboles.
Cerca de mis pies se ha levantado una montaña de arena. He comprobado que además había dos montículos más. Es un topo que no ha visto mi presencia y removía su vida. Corro hacia el cuarto donde guardo las trampas, el veneno. A dios no le gustaba que matara a los topos. ¡Los odio!
Me gusta la forma de escribir de Antonio Moreno. Se parece algo a Trapiello. Me impresionó “Un apunte japonés”. Disfruté mucho.
Todo está en silencio. Es temprano. Si me muevo los pájaros van de un árbol a otro, pero nunca desaparecen.
Esta maldita tos me agota. A veces me cuesta respirar. Creo que es alergia. Alergia a la vida. Alergia a la muerte.
Una aproximación al desconcierto está casi concluido. He de añadir un poema más. El de la farmacéutica pelirroja. Y buscar ubicación a los ictus. Debo arreglar el periquito pero ya se ha parado. Ahora es más difícil. Las cosas se hacen mientras funcionan. La cara por delante. La vida alrededor.
Cuando todo concluye nada permanece. Ni siquiera la amistad. Acabas odiando tu suerte, tus muertos. Odias hasta el agua. No hablo. El silencio de los topos es el silencio propio. Vas fabricando unos carriles que no conducen a ninguna parte.
La tierra es fresca, y huele bien. Como el libro de poemas bueno. Lo tomas entre tus manos, lo acaricias y hasta lo hueles. ¡Mm, huele a fresas!