Siempre he odiado las poéticas. Teorizar por el método transitivo es absurdo. Se escribe y basta. En una ocasión, un poeta famoso, al que García Martín incluyó en una antología, (y todavía me pregunto por qué lo hizo) reunió en un salón a varias personas. Iba a hablar de su poesía. La mitad se marchó. Y del resto, el noventa por ciento permaneció dormido. El diez restante hacía sudokus.
En varias ocasiones me han pedido mi poética. Siempre la he negado. Pero un editor cubano insistió tanto a lo Fidel Castro, que no tuve más remedio que enviarle una. Contradecirlo suponía un discurso telefónico de infinitas horas. Hoy la recuerdo y permanece impasible. No me arrepiento ni siquiera de las comas.
En Última cordura (1993) publiqué mi única poética.
Escribo muy de tarde en tarde. No creo tener poética declarada. Motivado, tal vez, por la locura y por las situaciones cotidianas, los poemas se van configurando poco a poco, en un lenguaje coloquial pero con abundantes saltos irracionales.
Soy incapaz de escribir un libro. Escribo poemas o colecciones de poemas lógicos e ilógicos. Y lo hago porque no hay más remedio. El remedio es la causa del bien, y del mal.
En varias ocasiones me han pedido mi poética. Siempre la he negado. Pero un editor cubano insistió tanto a lo Fidel Castro, que no tuve más remedio que enviarle una. Contradecirlo suponía un discurso telefónico de infinitas horas. Hoy la recuerdo y permanece impasible. No me arrepiento ni siquiera de las comas.
En Última cordura (1993) publiqué mi única poética.
Escribo muy de tarde en tarde. No creo tener poética declarada. Motivado, tal vez, por la locura y por las situaciones cotidianas, los poemas se van configurando poco a poco, en un lenguaje coloquial pero con abundantes saltos irracionales.
Soy incapaz de escribir un libro. Escribo poemas o colecciones de poemas lógicos e ilógicos. Y lo hago porque no hay más remedio. El remedio es la causa del bien, y del mal.