¿Por qué siempre las feas van acompañadas de mujeres guapas? ¿Cómo es que las gordas siempre van con tías buenas? ¡Qué mal repartido está el mundo! En vez de errores tiene aproximaciones al éxito. Es una pena.
La definición de error como aproximación al éxito se la debo al profesor F. J. Mariano. Una mente lúcida y equitativa.
Todo en esta vida son aproximaciones al éxito.
La bonanza da paso a la templanza. Y la calidad la otorgan las obras de Cotta, de Trapiello y de T.R.R. Eso no es pena, es placer de lectura.
Estoy muy apenado, muy triste. La distribuidora quiere más libros de Aragón y menos de La vida alrededor. Claro, o se es famoso o se es una aproximación al éxito.
Una vez me preguntaron por qué editaba libros. Y respondí: “En vez de gastarme el dinero en gambas, prefiero editar libros”. Lo que no añadí fue que con el dinero que ganaba en las ediciones no tenía derecho, ni siquiera, a oler los bigotes del crustáceo. ¡Qué pena, coño!
Abel tiene una gran pena. Quiere hacer en su casa un porche nuevo. Nada, una columnita y un falso techo. Pero el ayuntamiento de Valencina, le exige un informe positivo del arqueólogo municipal. Sí, han oído bien, del arqueólogo. No vaya a ser que el albañil de turno, cuando abra una pequeña poza para cimentar la columna encuentre la momia de algún poeta que habitó en El Sitio. O tal vez, los restos irreconocibles de un verso de Neruda.
¿Qué hace un municipio como Valencina con un arqueólogo municipal? Lo dicho. La bonanza da paso a la templanza. Y para mantener lo creado hay que explotar. Ya sabe, si desea colocar un cuadro en su casa debe recibir las bendiciones arqueológicas, no vaya a ser que perfore las venas de Gamoneda.
La definición de error como aproximación al éxito se la debo al profesor F. J. Mariano. Una mente lúcida y equitativa.
Todo en esta vida son aproximaciones al éxito.
La bonanza da paso a la templanza. Y la calidad la otorgan las obras de Cotta, de Trapiello y de T.R.R. Eso no es pena, es placer de lectura.
Estoy muy apenado, muy triste. La distribuidora quiere más libros de Aragón y menos de La vida alrededor. Claro, o se es famoso o se es una aproximación al éxito.
Una vez me preguntaron por qué editaba libros. Y respondí: “En vez de gastarme el dinero en gambas, prefiero editar libros”. Lo que no añadí fue que con el dinero que ganaba en las ediciones no tenía derecho, ni siquiera, a oler los bigotes del crustáceo. ¡Qué pena, coño!
Abel tiene una gran pena. Quiere hacer en su casa un porche nuevo. Nada, una columnita y un falso techo. Pero el ayuntamiento de Valencina, le exige un informe positivo del arqueólogo municipal. Sí, han oído bien, del arqueólogo. No vaya a ser que el albañil de turno, cuando abra una pequeña poza para cimentar la columna encuentre la momia de algún poeta que habitó en El Sitio. O tal vez, los restos irreconocibles de un verso de Neruda.
¿Qué hace un municipio como Valencina con un arqueólogo municipal? Lo dicho. La bonanza da paso a la templanza. Y para mantener lo creado hay que explotar. Ya sabe, si desea colocar un cuadro en su casa debe recibir las bendiciones arqueológicas, no vaya a ser que perfore las venas de Gamoneda.