Dos grupos de conocidos. A una distancia prudente. No interfieren pero sí observan. Uno de los grupos lee poesía mientras escucha música pop actual. El volumen, considerable. Tercera inclinación.
El otro grupo cotillea. Murmulla. Mira de reojo y de vez en cuando, sonríe. Y siguen cuchicheando. Primera inclinación, o mejor, primitivos flamencos. Un miembro de este segundo grupo saca del bolsillo un paquete de pipas. ¡Qué ordinariez! Y todos muerden arrojando la dureza al suelo.
Deberían enseñar la tercera inclinación a los jóvenes en los centros educativos. Sobre todo a los concertados. Hay un centro famoso, y de renombrado carácter gilipollas en una ciudad próxima. Los docentes del centro, salvo honrosas excepciones, no han aprobado ni siquiera la asignatura Inclinación de la Ciudadanía. En esos exámenes que la delegación de turno debería realizar para comprobar la idoneidad del capullo-guión-capulla.
En ese centro, donde estudiaron todos los integrantes del segundo grupo, habita el olvido presente, y una profesora de carácter dinámico y elemental. Su nombre R.G. sin más, para qué complicarnos la vida.
Odia su trabajo. Amargada de profesión en los ratos libres (todas las horas lectivas del día), enseña vergüenzas y limitaciones. Incapaz de afrontar una desesperanza morirá como los tristes, en el sueño de la insolencia.
Esta noche he vuelto a recibir compañía. He sentido su cercanía, su olor, su sudor. En algunas ocasiones he oído su respiración. Con un brote de valentía miré, me levanté y hasta encendí la luz. Nada. Pero estaba allí. No consigo descubrir qué significado tiene su presencia. Pero es real.
Los grupos de conocidos prosiguen su afinidad. Son indefinibles. Observo a una distancia considerable. No se marchan. Están y son. Representan la equidad.
Vienen a visitarme los vivos. Los muertos se esconden. Quiero descubrir su representación.
El otro grupo cotillea. Murmulla. Mira de reojo y de vez en cuando, sonríe. Y siguen cuchicheando. Primera inclinación, o mejor, primitivos flamencos. Un miembro de este segundo grupo saca del bolsillo un paquete de pipas. ¡Qué ordinariez! Y todos muerden arrojando la dureza al suelo.
Deberían enseñar la tercera inclinación a los jóvenes en los centros educativos. Sobre todo a los concertados. Hay un centro famoso, y de renombrado carácter gilipollas en una ciudad próxima. Los docentes del centro, salvo honrosas excepciones, no han aprobado ni siquiera la asignatura Inclinación de la Ciudadanía. En esos exámenes que la delegación de turno debería realizar para comprobar la idoneidad del capullo-guión-capulla.
En ese centro, donde estudiaron todos los integrantes del segundo grupo, habita el olvido presente, y una profesora de carácter dinámico y elemental. Su nombre R.G. sin más, para qué complicarnos la vida.
Odia su trabajo. Amargada de profesión en los ratos libres (todas las horas lectivas del día), enseña vergüenzas y limitaciones. Incapaz de afrontar una desesperanza morirá como los tristes, en el sueño de la insolencia.
Esta noche he vuelto a recibir compañía. He sentido su cercanía, su olor, su sudor. En algunas ocasiones he oído su respiración. Con un brote de valentía miré, me levanté y hasta encendí la luz. Nada. Pero estaba allí. No consigo descubrir qué significado tiene su presencia. Pero es real.
Los grupos de conocidos prosiguen su afinidad. Son indefinibles. Observo a una distancia considerable. No se marchan. Están y son. Representan la equidad.
Vienen a visitarme los vivos. Los muertos se esconden. Quiero descubrir su representación.