miércoles, 1 de diciembre de 2010

The Face (ochenta) (Tercera Inclinación)



Doy mil vueltas sobre la almohada. El mundo no es humano. Recibo consejos inútiles y palabrería hueca y manipulada. No quiero cambiar. Mejor mañana. Tal vez. O no.

No puedo quedarme quieto. Sueño y pierdo la cabeza de vez en cuando. La luz me la cepillo con patatas. Y creo que todo cambiará. Pero la realidad es que ni felicidad ni intento. Debo decir a los demás que no acudiré el día once. No estaré cerca.

Cuento estrellas, y la decepción es mayor. Soy idiota. Creo en las personas y aportan poco. Realmente nada. Mi hija me llama. Quiere que vea un dibujo y unos colores. También dice que ha comenzado a leer. Ha llegado a la “eme”. Mi cuerpo se estremece. Y me hiero, dulcemente. Sigo enganchado.

La vida rota se asemeja a ti. A ese lado del sentido donde no hay nada. Intento llevarte a conocer las tierras y sigues llorando. Mira que soy rebelde. O quise decir cobarde. O idiota. Tu mentira me ha cansado. Y no me asemejo a ti en nada.

El silencio es tu mentira. Hablo. ¿No te has fijado? No dejo de conversar, sin notas. No volveré jamás. Me queda la pena. Me queda el aire. Tu puerta se ha cerrado. He echado la llave. Acaricio la Custom. El silencio nunca sonríe. Y no me queda nada.

Dices que siempre quedará la luz. Tu luz. Y lo siento. No te merezco. Apareces de pronto, con una suave llamada. Me queda la pena. Son las diez y se hace tarde. Estoy solo en la calle. La luz no aparece.

Estoy lejos y no percibo las sombras. Brotan las lágrimas. Estoy solo. Pero me queda una cosa. Siempre queda el silencio. Cada vez que regreso a ti. No te merezco. El principio de ironía es un cubo de secretos. He cerrado la puerta –no lo olvides-.

La verdad ha dejado paso al viaje. La vida desgastada está repleta de pereza y de tristeza. Sonrío. Preparo la maleta. La maleta que regalaste. La de colores.