martes, 21 de diciembre de 2010

The Face (y 90) (Tercera Inclinación)



Me gusta la belleza, lo bueno y lo rico. Odio la falta de clase de algunos. Pero no soy rencoroso. Si la envidia es pasajera, el silencio es un primor. Un sentido recuerdo que pretende no olvidarse. Debo dar las gracias también a Sharleen y a Gwen. A Paul. A Thomas. Los ojos de Sharleen no nos olvidaré fácilmente. Siempre queda una cosa. Las cenas en Fifteen. Gracias Jamie. El romanticismo es lo último que pretendo olvidar. Aunque la luz se apague. Restos perdidos de personas faltas de agradecimiento.

Hago dos listas. Los buenos y los malos. Todo debe ser así. No puedo cambiar el mundo aunque él me cambie de vez en cuando. Natalia comienza de nuevo a cantar. Paseando por Barcelona recuerdo a Vázquez Montalbán. No puedo, ni quiero. La cabeza parte de cero. No te pido que me regales el cielo. No hace falta. Hay otra manera más sincera de llorar.

Necesito tenerte como las flores necesitan el agua. Sinceramente debes intentar cambiar todo. No pretendo hacerlo. Ni lo he imaginado. Hablo de la trascendencia. La poesía es así. Alguna. Tú, por más que intentes quedarás relegado al más oscuro de todos los abismos. Inténtalo. Verás. Esa foto de 1983. La teoría de las inclinaciones. Y Susana en Estambul buscando el consuelo de un negro que era turco.

Leía “Mariposas negras” de Ropero. Y lo hacía lentamente. Como el leve aleteo de la dicha. Alguien dice te amo como si fuera un anuncio de colonias. Y las cuerdas de la Custom dejan de sonar. No creo, ni confío en nadie. Voy sin dirección. Ese amor que no comparte nadie suena. Solo, y feliz, por querer quererte. Esta soledad me va haciendo más hombre. Y desde luego más cursi, poético y anticuado.

Por intentar tenerte he dejado media vida. Y no escucho tu voz. No hay solicitud de inserción. Cada día las manías se hacen más personales, puras e irónicas. Gracias a todos. A todos los que merecen las gracias. Al resto, nada.

Un saludo, adiós, y es para siempre.