jueves, 9 de diciembre de 2010

Modesta variación sobre un gran poema de P.G.B.



ERA una flor y se llamaba Herminia.
Mujer feliz, armónica, de extremada constancia,
la voluntad rondaba sus pezones. Era de Chipiona.
Siempre acudía desnuda con aliento y sin sombras
mientras toda la ropa acechaba la luna.
Decía que me quería y cuando preguntaba
si el amor corresponde sin llegar a la muerte,
cerraba bien los ojos y lejos de la historia,
recitaba los versos con aceites paganos.
Y una tarde, le dije, con mi lengua en su sexo,
“En la confirmación, debes cambiar tu nombre”.