martes, 14 de diciembre de 2010

The Face (ochenta y nueve) (Tercera Inclinación)



Ha muerto Manolín. El sábado a las siete le hacen un homenaje. No sé si estaré en Sevilla. Tiene mi edad. ¡Tenía, joder! Fue compañero y amigo. Era el hijo del de los muertos. Cuando su padre aparecía por las calles, las madres gritaban "¡Los muertos!”. Todo el mundo sabía que teníamos que preparar el dinero de Santa Lucía.

Qué causalidad. Los muertos te acompañan toda la vida y los muertos se marchan contigo de la mano. Su tez morena, sus gafas. Le estoy viendo, lo toco, me recreo. Se ha ido. ¡Larga vida a Manolín! Allá donde esté.

El lunes en Cádiz homenajearemos a Ory. Con cariño, respeto y gritos. Y el 23 en Cáceres Pámpano inaugura una obra de arte de la ilustración. Y ahora la poesía responde a su color, a su trazo.

Manolín, Ory y Pámpano Vaca. Vida por encima del propio arte. El silencio nunca me asemeja a ti. Para nada. No quiero saberlo. Ha llegado el número 3 de la revista. Me gusta ese color rojo a lo Emergencias de Tejada. Por cierto el miércoles Tejada. Me acompaña José Manuel. Un nuevo habitante de la Isla que acudirá a las presentaciones. No me dejan fumar, no acudo a las presentaciones.

Y mañana a Jerez. De la Frontera. A este lado de la vida no hay nada. Vuelvo a tener querencia. Pero no te echo de menos. Para nada. Me tomo una copa a la salud de vosotros. Y me fumo un paquete completo de tabaco. ¡Va por ustedes! Lo siento, de nuevo.

Todo es pasado. Siempre hay presente. Nada es futuro. Debo agradecer a Natalia, a María, a Elisa, a Vega, a Susana, a Ana, a Manu, a Jorge y su Maldita, a Nacho. A todos vosotros, gracias. Y los que olvido. La tercera inclinación nunca hubiera sido posible. Tal vez plausible, pero poco probable. Lo siento.

Nunca la música y la literatura han estado tan unidas. Han vivido juntas. Una serie de años. Desde que Nacho realizó la foto de las teorías en Italia y una luz, como por arte de insomnio, apareció un instante. Un simple y regular momento. Siempre tengo tu luz. Aunque tienes fundida la bombilla y no llego a tu casa. Siempre me quedo para cerrar los bares.

Hoy Fernando me ha regalado un disco de su grupo en Córdoba. Le he reconocido en las fotos. Dice que necesitan un bajo, pero tengo una edad. Una triste edad. La edad del desconcierto. Y el desencanto es lo último que quiero olvidar. Me quedan las letras.

González Romano presenta en Coria el jueves su libro de Álogos. Y estaremos sin letras. La pena y el aire se marchan. Y lo hacen para siempre. Mi madre me ha dado un taper con un guiso de bacalao que sufro el calor de la degustación. Me queda tu nombre. Tu sombra es un resto perdido.

Pero ese pedazo de ti, el que me diste, me queda. Tu sonrisa. Tus labios. Tu boca. Y esa juventud y ordinariez es lo último que deseo olvidar. Las luces del árbol se encienden y se apagan sin ningún ritmo. Sin tono. ¡Puñetero tono!

No quiero terminar. No puedo. Mi rebeldía es muy rebelde. Y no descubro nada nuevo. Los Cuentos de Bowles me entretienen, pero la tercera inclinación es mi vida. Vuelvo a tocar el cielo. No me dan habitación. Tengo que bajar. Siempre queda la Custom.