martes, 7 de agosto de 2012

La ley de la confrontación


SOBRE la encina más antigua de la calle, aquella que habita justo enfrente, se ha posado una nube. Llevaba dos libros, Agenda y Casi una leyenda. Los ha dejado en un viejo nido de rabilargos.

Dicen los insectos que en las noches de luna llena Pepe y Claudio se recitan poemas. Con el tono de uno y el desgarro del otro. Es la ley de la confrontación.

Las ideologías no benefician a la literatura. Juego al póker con un poeta tramposo, arrojo la colilla a medio fumar en el cenicero de agua mientras reclaman de Chile la nota y la premisa.

Hoy Nicanor estaba intransigente, como España en las últimas semanas. He leído a Hölderlin y he cambiado tres libros de sus estanterías. Creo que es más fácil pintar de colores los muebles que mover los poemarios. Píndaro me apasiona, el origen de los cantos, el valor personal, los sobresaltos.

No existe la locura sin principios. Descubrir las ausencias de las ideologías proporciona trastornos.

Hace ya mucho tiempo, mientras vivía en Moguer, en la noche escuchaba la voz de Novalis. Iba impulsando el tono, iba marcando el ritmo. Tono y ritmo, ritmo y tono.

Y Juan Ramón, como Pepe y Claudio, trajo la parte opuesta, lo que nadie persigue. La encina habita enfrente. La grandeza en el viejo nido de aquellos rabilargos.