He comentado en alguna ocasión que la vuelta a la infancia en los poetas es sumamente difícil y complicada. Querer plasmar en unos versos esa etapa de tu vida resulta terrible.
De la infancia recuerdo muchas cosas, y las describo en texto. Principalmente porque Franco tuvo la culpa que el pastelito rosa nunca tuviera nombre. Entramos en una pastelería y pedimos un petisú, un palo de nata, un borracho, un tocino de cielo, y… un pastelito rosa. No lo llamamos de otra forma. Franco odiaba tanto a los maricones, que cuando el pastel salió del armario mantuvo como nombre su propia descripción. ¡Qué mala suerte tuvo el pobre pastelito rosa!
Y ¿qué me dicen de los dibujos animados de nuestra generación? Nos enseñaron a llorar, a ser duros, a descubrir la realidad, la maldad, la puta vida en general. Ahora los jóvenes ven peleas, carreras de coches, las wiis, mandos a distancia, mariconadas en general.
En nuestra época era complicado. Descubríamos la vida con los dibujitos ya que nuestros padres nos decían realmente poco.
Con Marco entendimos la mala leche que pueden tener las madres. El pobre fue de Italia a Argentina en busca de su madre. Su padre se quedó en Italia, en la taberna. Marco cuando llegaba al pueblo perdido argentino donde había estado su madre, ésta se acababa de ir. Siempre se acababa de ir la muy jodida. Y el pobre solito y desconsolado. ¡Qué mala era la madre de Marco!
Con Vickie el Vikingo descubrimos el mundo de la droga. Se metía dos o tres rayitas de coca, y ¡cómo no le iban a salir las ideas! Tenía la nariz el pobre siempre roja e irritada.
Con Mazinger Z nos acercamos al mundo del amor postizo. Esa Afrodita A, con dos enormes pechos de silicona, que todas admiraban. El boom del postizo surgió en nuestra generación.
Y con la abeja Maya comenzaron los síntomas del machismo y la explotación sexual. Mientras el flojo del zángano Willi dormía y permanecía tumbado, la pobre Maya trabajaba y trabajaba con cuidado para que la malvada Tecla no se la comiera.
Lo de Heidi fue un horror. Recuerdo tantos y tantos engaños y crudezas con esos dibujitos que no quiero ni pensarlos. Pedro se la beneficiaba en el monte, y después tuvo que llevar a Clara en sillita de ruedas por todas partes, hasta que ésta se levantó. Pero ¿no era inválida? ¡Qué va! Nos engañó a todos. Y el abuelito liado con la señorita Rottenmeier. Ese perro Niebla enrollado siempre con Copito de Nieve. ¡Qué serie! Eso sí que era un culebrón venezolano de los de Boris.
De la infancia recuerdo muchas cosas, y las describo en texto. Principalmente porque Franco tuvo la culpa que el pastelito rosa nunca tuviera nombre. Entramos en una pastelería y pedimos un petisú, un palo de nata, un borracho, un tocino de cielo, y… un pastelito rosa. No lo llamamos de otra forma. Franco odiaba tanto a los maricones, que cuando el pastel salió del armario mantuvo como nombre su propia descripción. ¡Qué mala suerte tuvo el pobre pastelito rosa!
Y ¿qué me dicen de los dibujos animados de nuestra generación? Nos enseñaron a llorar, a ser duros, a descubrir la realidad, la maldad, la puta vida en general. Ahora los jóvenes ven peleas, carreras de coches, las wiis, mandos a distancia, mariconadas en general.
En nuestra época era complicado. Descubríamos la vida con los dibujitos ya que nuestros padres nos decían realmente poco.
Con Marco entendimos la mala leche que pueden tener las madres. El pobre fue de Italia a Argentina en busca de su madre. Su padre se quedó en Italia, en la taberna. Marco cuando llegaba al pueblo perdido argentino donde había estado su madre, ésta se acababa de ir. Siempre se acababa de ir la muy jodida. Y el pobre solito y desconsolado. ¡Qué mala era la madre de Marco!
Con Vickie el Vikingo descubrimos el mundo de la droga. Se metía dos o tres rayitas de coca, y ¡cómo no le iban a salir las ideas! Tenía la nariz el pobre siempre roja e irritada.
Con Mazinger Z nos acercamos al mundo del amor postizo. Esa Afrodita A, con dos enormes pechos de silicona, que todas admiraban. El boom del postizo surgió en nuestra generación.
Y con la abeja Maya comenzaron los síntomas del machismo y la explotación sexual. Mientras el flojo del zángano Willi dormía y permanecía tumbado, la pobre Maya trabajaba y trabajaba con cuidado para que la malvada Tecla no se la comiera.
Lo de Heidi fue un horror. Recuerdo tantos y tantos engaños y crudezas con esos dibujitos que no quiero ni pensarlos. Pedro se la beneficiaba en el monte, y después tuvo que llevar a Clara en sillita de ruedas por todas partes, hasta que ésta se levantó. Pero ¿no era inválida? ¡Qué va! Nos engañó a todos. Y el abuelito liado con la señorita Rottenmeier. Ese perro Niebla enrollado siempre con Copito de Nieve. ¡Qué serie! Eso sí que era un culebrón venezolano de los de Boris.
30 comentarios:
Yo creo que todos esos dibujitos eran inocentes comparados con Pippi, que era una gamberra.
Javier, nos estamos haciendo mayores. Los pastelitos rosa eran los preferidos de mi abuela, junto a las sultanas. Yo, en cambio, prefiero la cerveza.
Un abrazo, amigo.
jejje...sin palabras.
Besos
Pd. Creo que en mi pueblo no había pastelitos rosas...salvo La Patera Rosa, el Tigretón, y esa bollería...
¿Y qué me dices del correcaminos?
Sembrado estás, amigo, sembrado. Deberíamos tomarnos unas copas para celebrarlo...
Te has olvidado de las canciones de Fofó, esa gallina, esos don Pepito y don José que hoy serían sospechosos de algo, ese auto de papá que era como el del mío... Nos conformábamos con eso un ratito a la semana, y lo demás era calle y pandillas, al menos en mi caso.
No fue tan malo, salvando a Marco, que incluso entonces me pareció excesivo. Ahí le cogí manía a esa estética lacrimógena, tal vez.
En fin, cómo pudimos ser tan jóvenes;-)
Un beso.
Jesús, gamberra con trenzas, y el principio de la estética "hippie".
Salud siempre.
Julio y yo prefiero...
¡Pero cómo nos hacemos mayores!
Un abrazo mangeles.
Octavio, "Mic, Mic".
Ahora todos somos "coyotes".
Celebraremos pues nuestras nostalgias.
Un fuerte abrazo.
Olga, me he olvidado o no, de tantos...
Todos tenían algo, sospechas, complicidad. Eran otros tiempos, creo que mejores.
Lo del llanto estético obligado, me mataba también.
¿Y qué me dices de Mary Ingalls en la pobre "pradera"?
Un fuerte abrazo.
Lo del pastelito rosa me ha llegado, Javier. Era el único que me gustaba.
Un abrazo
Uf, me pasa como a otros, me acuerdo del Tigretón y de la Pantera Rosa, y luego del Bollicao, pero más tarde, de los pastelitos rosas esos ni noción.
Y de series infantiles, perdonen señores, son todos Vdes. muy pero que muy jóvenes: yo me acuerdo del Capitán Tan, de Locomotoro y de Valentina y los hermanos Malasombra que no sé a quién me recuerdan pero me recuerdan a alguien -venga, Javier, búscale intriga o lío a esos, a ver si te atreves y se me cae otro mito infantil-.
Y de dibus la familia Telerín, por Dios, eso sí que eran tiempos que nos íbamos a dormir cuando nos lo decía la tele en blanco y negro y sin rechistar.
Joé, pues sí que soy antigua...
Bueno Er Tato...
Nos tomaremos algo a su salud.
Un abrazo.
En blanco y negro, los que la tenían...
Aurora, claro que los veía, pero me daban tanto morbo...que mejor me callo.
Un abrazo.
Como llego tarde a esta graciosa tertulia, y va de recuerdos infantiles, y se han mencionado casi todos (¿y el Gordo y el Flaco?), recordaré aquí, en público, que me acuerdo de una temporada que todas las mañanas, antes de salir a la calle camino del colegio, no me perdía en la radio "las cosas de Pepe Da Rosa".
Un abrazo,
Que en paz descanse, amigo Joaquín.
Un fuerte abrazo.
Yo escuchaba las cosas de Pepe da Rosa en el autobús del colegio. Geniales sevillanas: "Me han dicho que han robado en el chalé... que venga Banaché".
Y pa dibujos, Popeye el marino.
Nostálgica entrada, Javier.
A mi Heidi me hizo llorar junto con mi hermana que no se la perdía ...Todavía pasan la serie...Ni Boris en su mejor culebrón podría alcanzar trasmitir tal grado de sufrimiento.
Saludos Javier.
Confieso que nunca veía Heidi, me parecía una mariconada lacrimosa, en cambio como Ridao, me he deleitado con Popeye... Pero ¿A que nadie recuerda los dibus de Betty Boop? ¡Eran en blanco y negro! He deschavado mi edad, que para colmo el viernes le añado un año. Jajajajaja
Gracias por los recuerdos Javier.
Besotes.
PS: ¡Ojo! Que tampoco he conocido a los hnos. Lumière :)
Ridao, Popeye da mucho juego. Nos hicieron comer espinacas por su culpa. No era cabrón el Brutus.
Un abrazo.
Saludos América.
Un fuerte abrazo.
Gracias a ti Liliana.
Y muchas felicidades.
Gracias.
Mi preferido, sin ninguna duda, Vickye el Vikingo. Mis peques lo ven ahora y yo les explico lo importante que es pensar las cosas en lugar de darse mamporrazos, pero lo de colocarse para tener ideas geniales, de momento lo omito. Ya crecerán. Yo lo he descubierto a los 37. ¡Qué trauma!
Recuerdo mi juventud y aquel sentimiento que nunca más volverá.El sentimiento de que yo podria durar mas que todo , mas que la vida , pero es que el destino baraja sus cartas y nosotros solamente jugamos , al igual que esos eternos dibujos , ya solamente quedaran en el recuerdo.Por consiguiente , el drama de la vejez no consiste en ser viejo , sino haber sido joven y haber podido vivirlo.
Alma viva.
Un saludo cordial.
Vaya trauma Maite, nunca es tarde si la dicha es buena.
Gracias.
Saludos y seas bien recibida Alma Viva.
Gracias.
Interesante reflexión, pero hay que vivir, hay que seguir viviendo, aunque la vida sea puta o grata. Y hay que sentirse joven, nunca los recuerdos fueron más ciertos que la nostalgia.
Un saludo.
Javier, me has traido desde el subsuelo de los recuerdos. Sobre los dulces no puedo opinar porque no soy de la Madre Patria, pero la descripción que has hecho de Heidi y Marcos, me ha matado de la risa, aunque bastante lágrimas me sacaron en mi tierna infancia. Mi compatriota Boris, un personaje surrealista como Mico Mandante, pero no le hace daño a nadie. Gracias por las nostalgias. Un beso
Gracias a ti Circe.
Un abrazo.
Me parto de la risa, en serio.
Pero después de haber descubierto todas estas perfidias de mi niñez en esta entrada, las sigo prefiriendo a los horrores televisivos de ahora.
¡Viva la loca de Pipi Calzaslargas!
Un abrazo Mery.
Gracias.
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