martes, 16 de noviembre de 2010

The Face (sesenta y siete) (Tercera Inclinación)



Hoy ha terminado pronto la tertulia. Estábamos cansados, agotados. Me ha llamado María y hemos dejado lo importante para mañana. Como quien deja una vida para luego, para más adelante. He dejado la rosa sobre el pozo pero el viento la ha arrastrado entre las encinas. Como quien abre una puerta. Preparo de nuevo la maleta. Faltarán excusas pero nunca me escondo.

Elías (Moro) es un gran hombre. Al igual que Olga (Bernad). Como Fernando (Gahete), o Antonio (Colinas). ¡Menuda tertulia! Un encuentro no literario para hablar de la literatura de los hombres. Todos hemos creado nuestra propia película. ¡Qué ironía! Es el celuloide de nuestra vida. La única.

Estoy ordenando papeles de los noventa y aparecen cosas que no había visto nunca. Hasta poemas de los que ni recordaba su existencia. Un obstáculo. Un obstáculo del aire. Y entre todas las cosas que debo entregar a Julio y a Elena, de pronto, cubiertos de polvo y humedad, unos versos de Pepe Cala. ¡Hasta treinta poemas!

He intentado por todos los medios humanos (y controlados) su contacto. Pero nada. Publicaré aquí, de momento, sus poemas. Hasta que me denuncie por malversación de versos ajenos. Y no sé nada de ti. Ni volveré al suelo. Me conformo con surcar, de vez en cuando, el verso.

Corto el viento con mi rostro y tiemblo. Voy a coger frío. Corro hacia la rosa y un gusano la besa. Se mueve de placer entre los pétalos. Un gusano asqueroso. Agito la flor con manía, sin obstáculos. Nunca pierdo la calma. Cae el gusano. Lo piso.

Estoy cansado. Todos han hablado lo justo y necesario. He callado. Abstenerse es de justos. Una voz me dice al oído, “Y de cobardes, Menéndez”.

Voy a casa. En el camino saludo a unos amigos. Todos quieren que me tome algo con ellos. Pero el día ha acabado sin impulsos, y sin fuerzas. ¡Ya está bien! Pongo la maleta sobre el sofá, junto a la chimenea que se derrite de energía. Nunca me la jugaré en un trago.

Ahora es tarde. Te debo una comida. Con copa, puro y versos. La comida sin versos no hace bien la digestión. El bicarbonato sobre la tinta desgasta la esperanza, la tristeza y la pereza.