Vuelvo a casa. No consigo encontrar a dios y debo conformarme con el recuerdo. La ventana deja entrever una simple tristeza que no puedo asimilar. Es la poesía. La auténtica poesía. Por más que Diego y Luis insistan, no quiero. No me atrevo. Toi y Ramón serán uno (o dos). Serán. Ya no quiero vivir más. Está bien. Es una imagen.
¡Si fuera mujer! Sería grande. Cotta es un genio. Abel no entiende. La vida depara sonrisas de personas mayores. La belleza no es visible para los necios. Jurado es prudente. Todos somos lo que debemos ser. Y la tristeza conlleva insinuación. ¡Qué putada! Vulgaridad en torno al misticismo.
Cuento la anécdota de un pobre (muy pobre) (paupérrimo de espíritu) (tremendamente pobre) (gilipollas también) poeta sevillano, y sonrío. Muere la libertad sin la nostalgia.
¡No me mires más, que así es la rosa! Una pobre rosa que se encuentra en proceso de “verificación”. Manda buenos cojones. Los mismos que tendría si hubiera dejado en la cuneta todo cuanto sigue, todo lo que acontece. Al final, para ser de una secta debes estar solito. Solito y apaleado. Y así todos seguirán con su seguridad. La misma que produce un libro de Trapiello o de Sánchez Rosillo. ¡Qué barbaridad!
Pasan las horas y sigo con los libros en las manos. Debiera hacerle caso, y recoger los libros más tarde, mañana tal vez. O acaso enviar a un mensajero. Un señor que defiende el miedo en los viajes.
Está claro que dios no existe. No puede existir. Me dejó plantado, una cálida noche. Y entre llantos y miserias, prefirió un árbol a la continuidad de la existencia compartida. No existe. Era una sombra.
El sábado sonrío. Vivo. Desnudo, dejaré las palabras sobre el carrusel de la tormenta. Y nadie me comprende. Una simple palabra me atrapa, me apasiona. Deseo besarte y ese beso produce un temblor de caminos en la vida. Estoy solo.
Magníficamente solo. Soy la una. Las dos dejaron ya de ser. Y aquella simple verdad te quiere. Busco entre los árboles una justificación y encuentro miserias. Os veo las caras y no te tengo cerca. ¡Mírame por favor!
Me has robado la vida. Y tú, que siempre sonríes, has mentido. No me haces tanto bien. Para nada. Exige la libertad un proceso de aprendizaje. Hoy acabé con las presentaciones. Ya no hay más, al menos, para mí. No existo. De verdad. No existo. No soy. No vivo.
Gracias Alejandro. Tu viaje me ha valido. Cerca, pero válido. Y como figura teatral tomo mi Custom y canto. Adiós. Adiós presentaciones. Se acabaron. La libertad me azota. La misma que repite: “Adiós, que gran alegría vivir, sin ser estado de nadie compartido”.
¡Si fuera mujer! Sería grande. Cotta es un genio. Abel no entiende. La vida depara sonrisas de personas mayores. La belleza no es visible para los necios. Jurado es prudente. Todos somos lo que debemos ser. Y la tristeza conlleva insinuación. ¡Qué putada! Vulgaridad en torno al misticismo.
Cuento la anécdota de un pobre (muy pobre) (paupérrimo de espíritu) (tremendamente pobre) (gilipollas también) poeta sevillano, y sonrío. Muere la libertad sin la nostalgia.
¡No me mires más, que así es la rosa! Una pobre rosa que se encuentra en proceso de “verificación”. Manda buenos cojones. Los mismos que tendría si hubiera dejado en la cuneta todo cuanto sigue, todo lo que acontece. Al final, para ser de una secta debes estar solito. Solito y apaleado. Y así todos seguirán con su seguridad. La misma que produce un libro de Trapiello o de Sánchez Rosillo. ¡Qué barbaridad!
Pasan las horas y sigo con los libros en las manos. Debiera hacerle caso, y recoger los libros más tarde, mañana tal vez. O acaso enviar a un mensajero. Un señor que defiende el miedo en los viajes.
Está claro que dios no existe. No puede existir. Me dejó plantado, una cálida noche. Y entre llantos y miserias, prefirió un árbol a la continuidad de la existencia compartida. No existe. Era una sombra.
El sábado sonrío. Vivo. Desnudo, dejaré las palabras sobre el carrusel de la tormenta. Y nadie me comprende. Una simple palabra me atrapa, me apasiona. Deseo besarte y ese beso produce un temblor de caminos en la vida. Estoy solo.
Magníficamente solo. Soy la una. Las dos dejaron ya de ser. Y aquella simple verdad te quiere. Busco entre los árboles una justificación y encuentro miserias. Os veo las caras y no te tengo cerca. ¡Mírame por favor!
Me has robado la vida. Y tú, que siempre sonríes, has mentido. No me haces tanto bien. Para nada. Exige la libertad un proceso de aprendizaje. Hoy acabé con las presentaciones. Ya no hay más, al menos, para mí. No existo. De verdad. No existo. No soy. No vivo.
Gracias Alejandro. Tu viaje me ha valido. Cerca, pero válido. Y como figura teatral tomo mi Custom y canto. Adiós. Adiós presentaciones. Se acabaron. La libertad me azota. La misma que repite: “Adiós, que gran alegría vivir, sin ser estado de nadie compartido”.