Siempre que preguntaban su nombre, respondía: “Soy liberado sindical, me llamo Antonio”. Primero el puesto y después la consideración. Su sueño era ocupar un alto cargo en el ministerio de turno. Con ello se cumplirían sus propósitos: comer cigalas de tronco y tener coche con chofer.
Un día, al salir de la liberación que ocupaba, se topó con unos manifestantes que le rompieron varias cajas en la cabeza. Sangrante y abatido comprobó la realidad de sus deseos. Las cajas eran de cigalas, cigalas de tronco. Una ambulancia con chofer le llevó al hospital.