Paseo por La Caleta buscando el fantasma de Fernando Quiñones, y me encuentro con Martínez Ares, cabizbajo pero sonriente. Lo dejé hace un año en el Falla, trabajando para Onda Cádiz. Muy maquillado y perfecto. Hace unos meses se publicó su biografía, y todo fueron agasajos.
Es un grande entre los grandes.
La comparsa “Gaditanos” (2004) de Luis Rivero, le dedicó un pasodoble a Antonio. Le decían que había sido uno de los más grandes, que había sabido ganarse el respeto y la admiración del público diciendo verdades como puños, cosas que a nadie se le hubiese pasado por la cabeza. O mejor, que no han hecho.
La comparsa “Volver a empezar” (2010) de Tino Tovar, también le dedicó un pasodoble a Martínez Ares. Le pedían que volviese al mundo del Carnaval, que dejase ese palco de prensa. Martínez Ares dijo al oír el pasodoble que se lo agradecía mucho, y que era la “lanza” que más hondo se le había clavado, que dolía. El pasodoble le exigía que volviese. Tino no entendía al hijo que no le cantaba a su madre (Cádiz).
Mientras Antonio subía las escaleras junto al Club Caleta, rodeado de admiradores, recordaba en la arena ese pasodoble inédito (que nunca llegó a cantarse en el Falla), “Cogidito con hilos”, de la comparsa “La niña de mis ojos” (2001):
Son más viejos que Moré,
que el mismo parque Genovés
y están hechos unos chiquillos.
Más viejos que el trolebús.
Mucho más que decir “¡Ojú!”.
“La niña de mis ojos” (2001) consiguió el primer premio de su categoría. Las voces muy finas, el tipo majestuoso (ciegos del Lazarillo). Letra y música de Martínez Ares.
Algún día volverá Antonio, para grandeza de todos, para cantar a su madre (Cádiz). Y ese día no tardará.