A pesar de pensar en la muerte muy a menudo, es bello vivir. Todos los propósitos y enmiendas que otorgué a estas fiestas han desaparecido. Tomé entre las manos el tomo de Carlos Edmundo de Ory con su Diario y no consigo salir de él.
La cubierta está arrugada y el papel de Ocnos en los años setenta era de baja calidad. Y aún así el contenido atrae. Busco entre las páginas los encuentros con Isabel P. Traen recuerdos, de nombres, de escenas. Pepe Cala acudía a la calle Antonio Susillo acompañado de una joven morena que hablaba mucho. Con el paso del tiempo esa mujer fue hablando menos, y menos, como los versos de Cernuda.
Hoy un poeta da las gracias por una explicación. Ahora las cosas se hacen por correo electrónico. Antes había hasta diarios de la tarde. Le respondo: “Disculpa por las palabras, respeto tu obra y no soy nadie para opinar de ella, pero el libro era desigual”.
Una vez Pepe Cala me hizo una foto en la cafetería América. Cuando reveló la escena apareció un áurea en el reloj. Era un reloj rojo como las gafas. Nunca reproché las palabras de la joven. Como Ory disfrutaba de la compañía de Isabel P.
Hay un párrafo del libro del poeta de Cádiz que me ha interesado mucho. Fechado el lunes 12 de octubre de 1953.
“No hay poesía sin experiencia. No hay poetas jóvenes. La poesía es una operación del amor”.
Espero a Isabel P. tras la noche. No llega. Odio el amor. Siento repugnancia de la vida.