La rutina y la música, la inmadurez y la objetividad. Y recuerdo, vuelvo al pasado.
Deseaba que llegara el domingo para correr al mueble del salón y retirar mi paga semanal. Era una paga humilde. Mi padre la dejaba junto a dos gallos de porcelana que aún conserva mi madre. No recuerdo la cantidad, pero al principio, podía ir al cine los domingos por la tarde (doce pesetas), en sesión doble, y comprar algún libro.
No valoraban los que adquiría cada semana, y siempre acababan almacenados en el cuarto. Montañas y montañas de libros.
Pasó el tiempo y los libros los recibía dedicados. Ya he comentado en este Cuaderno que los que no me gustaban los vendía en librerías de viejos. Y con ese dinero compraba tabaco. El vicio era muy malo. Otro día contaré las anécdotas de vender tus propios libros hasta quedarte sin ningún ejemplar.
En esa época me pedían las obras. Y llegó un momento que apuntaba en un cuaderno negro a quién había hecho el préstamo. Tenía que ser negro por narices. Y como siempre, pierdes bastantes. Una enormidad. Así es que inventé el término “intereses libreros” (Interests booksellers). Por ejemplo, mi amigo David Silva se llevó en verano una obra de Juan Bonilla, y cuando habían pasado doce o catorce meses le llamé y dejé un mensaje en el contestador: “David, te recuerdo que tienes un libro mío desde hace mucho tiempo. Te ruego me devuelvas cuatro ejemplares de libros propios además del prestado”.
Nunca he vuelto a ver el libro de Bonilla. Y mi inventó no me reportó ninguna obra adicional. A David sí lo he vuelto a ver, y nos hemos reído mucho.
Deseaba que llegara el domingo para correr al mueble del salón y retirar mi paga semanal. Era una paga humilde. Mi padre la dejaba junto a dos gallos de porcelana que aún conserva mi madre. No recuerdo la cantidad, pero al principio, podía ir al cine los domingos por la tarde (doce pesetas), en sesión doble, y comprar algún libro.
No valoraban los que adquiría cada semana, y siempre acababan almacenados en el cuarto. Montañas y montañas de libros.
Pasó el tiempo y los libros los recibía dedicados. Ya he comentado en este Cuaderno que los que no me gustaban los vendía en librerías de viejos. Y con ese dinero compraba tabaco. El vicio era muy malo. Otro día contaré las anécdotas de vender tus propios libros hasta quedarte sin ningún ejemplar.
En esa época me pedían las obras. Y llegó un momento que apuntaba en un cuaderno negro a quién había hecho el préstamo. Tenía que ser negro por narices. Y como siempre, pierdes bastantes. Una enormidad. Así es que inventé el término “intereses libreros” (Interests booksellers). Por ejemplo, mi amigo David Silva se llevó en verano una obra de Juan Bonilla, y cuando habían pasado doce o catorce meses le llamé y dejé un mensaje en el contestador: “David, te recuerdo que tienes un libro mío desde hace mucho tiempo. Te ruego me devuelvas cuatro ejemplares de libros propios además del prestado”.
Nunca he vuelto a ver el libro de Bonilla. Y mi inventó no me reportó ninguna obra adicional. A David sí lo he vuelto a ver, y nos hemos reído mucho.
36 comentarios:
Por aquí decimos "no hay mal que por bien no venga...", es decir, perdiste un libro pero si no hubiera sido por eso no te hubieras encontrado con David para reírte de ello...
A la larga esas son las cosas que cuentan y las que realmente tienen valor, los afectos nunca son a canje ni tienen intereses (o por lo menos así debería ser).
Me encantó tu anécdota, me encantó Javier.
Un gran cariño.
Libros perdidos, amigos reunidos... Riéndose de anécdotas de épocas pasadas, y actualmente disfrutadas...
Saludos Javier
Que bien tus recuerdos.....
besos y amor
je
A veces pienso que todos los libros que hemos prestado y no nos han devuelto se reunirán "en el último día" en algún lugar para nuestro disfrute. En otro lugar distinto al de los mecheros o bolis que se pierden o son birlados, con mucho más honor, y todos ordenaditos y juntitos en una biblioteca tipo Rex Harrison en My fair lady.
Y nosotros ahí, en medio, como Rex y su escalerita con la eternidad, sin prisas. Una gozada.
La esperanza en encontrar lo dejado (y no devuelto) es lo último que se pierde (con los amigos, que también es lo último que se puede perder, por un libro -o varios, ay- no vamos a discutir).
Un abrazo y buenos días
Aurora
¡Bonita anécdota, Javier!
Siempre me he preguntado por qué los "despistaos" (los que pierden y se llevan mecheros, verbigracia) gozan de buena fama y los "atentos" (los que no le perdemos el ojo al mechero para evitar pérdidas) nos llevamos el sambenito de maniáticos un pelín roñosos.
¡Pues no, Señor! Yo te presto mil veces en una noche el mechero pero me lo devuelves porque es mío, porque me he preocupado por llevarlo y porque si no fuera por mí, tendrías que levantarte, ir a la mesa de al lado, pedir el encendedor, devolverlo, dar las gracias y así una y otra vez. ¿O no?
Salu2
No sabría decirte la cantidad de intereses que me deben a mi por el préstamo de libros jeje.
Pero bueno siempre te queda el buen sabor de boca de haber hecho un acto de caridad, prestar palabras y mensajes escritos es un buen acto verdad?
Además de ganar un buen amigo, como son las cosas eh!! :-)
Besitos
Me gusta pensar que por cada libro que se presta se gana un amigo. O, cuando menos, un lector. Yo he perdido la cuenta de libros prestados a amigos y alumnos. Muchos me los devuelven y los comentan conmigo.
Todo compensa.
Un abrazo, Javier.
Gracias Liliana, por estas tierras también se dice, eh.
Un fuerte abrazo, y mil gracias.
Saludos KI.
Un fuerte abrazo.
Gracias Sede.
¡Nos quedan los recuerdos!
Un abrazo.
Avísame Aurora, no lo olvides. Avísame a ver si encuentro algunos de los que presté.
Y de paso tomo "prestado" algún boli y mechero.
Como Rex, y con Rex. Aunque yo me quedo con Audrey Hepburn, bellísima siempre.
Un abrazo.
Dyhego, coño, qué alegría.
A ver si vamos para arriba, hombre, que la vida son tres días, y en este álogo ya hemos gastado uno.
Como sé que te gusta buscar y encontrar, te voy a decir dos expresiones, muy típicas de México, para que te las apliques, levantes un poco el vuelo.
"Dadas, ni las puñaladas duelen".
Y otra.
"A ver si te comes un zapote"
Un fuerte abrazo Dyhego, y mil gracias.
Darilea, pues si quieres montamos una librería, pero cuando nos devuelvan lo que nos deben.
Un abrazo.
Todo compensa Juan Antonio. Hasta el punto de perder primeras ediciones, y descubrir que las han vendido.
Todo compensa.
Un abrazo.
¡Ya me gustaría a mí encontrarme a más de uno, que le iba a "comentar" tres o cuatro cosas!
Aunque el otro dia lei un comentario tuyo sobre mi, que no me gusto, tengo que confesar que a mi si que me gustó tu blog.
Pero en ese momento no quise enlazarte,pero quiero que sepas que he venido a "escondidas" a leerte...
Muchos Saludos
Ana
Gracias Ana.
La libertad te honra.
Agradezco tus palabras y tu visita.
Recibe un fuerte abrazo.
Javier:
He mirado y requetemirado por diccionarios y "gúguel" lo de "comerse un zapote" y no encuentro el significado figurado de la espresión. Te ruego me lo digas, por favor.
Un saludo.
Aunque parezca que estoy desocupado no lo estoy: en lo que va de mañana he dado una clase, he hecho una guardia, he atendido la biblioteca (de la que me ocupo), he pasado a limpio un acta de departamento, he puesto al día la contabilidad de la biblioteca, he preparado el último pedido de libros, he preparado trabajos extra para los alumnos que quieren subir nota, me he preparado la reunión de departamento que tengo a continuación y a las dos menos cuarto me voy a la piscina. Tengo la inmensa suerte de tener la piscina municipal a 50 metros del Centro y cuando salgo a penúltima hora, zas, me doy una zambullida. Como a esa hora sólo hay un grupo de señores mayores que hace acuayin en la piscina chica, hay veces que tengo la piscina grande casi para mí solito. UN LUJAZO.
jejejeje, esta es la demostración que los profes nos tocamos todo el dia los ...
Un saludo
Joder, pues sí que haces cosas. Un lujo.
Siempre he defendido la ocupación de los profesores, y recientemente en una entrada hablaba de eso.
Sobre el zapote, pues es un fruto fresco, carnoso, de buena y suave pulpa. Digamos, un "revitalizador".
Un abrazo.
Buena entrada, llena de recuerdos y nostalgia, ¡ay, lo que hacían algunos (nunca fumé)por el dichoso tabaco! Gracias por visitar mi blog. Te añado a mis enlaces. Un abrazo, Javier.
Gracias a ti Javier.
Un placer doble.
Prestar libros es un precioso rito siempre y cuando nos lo devuelvan alguna vez...y si no al menos queda la anécdota y la escusa para verse(yo tengo uno que me guardo...)Besos
Qué bonita anécdota, Javier. Coño, que eres el inventor del book crossing.
Ay los libros prestados y no devueltos. Yo, sólo pondré una condición del préstamo, que lo leas; aunque, a veces, hay casi alivio en desprenderse de algunos tochos que ocupan mucho sitio y aportan sólo el peso del papel; pero claro, ésos sólo eran pedidos en los tiempos de estudiante y entonces sí que eran necesarios.
Me ha encantado esta reflexión sobre la amistad de papel y la carnal. Un abrazo.
Me ha gustado mucho imaginarte recogiendo la paga dominical. Escenas muy sencillas que, al ser recordadas, vienen cargadas de mucho corazón.
En cuanto a los libros prestados he de decir que hay una cosa peor que no te los devuelvan: que te lleguen sucios, destrozados, ajados ¿verdad?
Un beso
Espero que te haya servido el hecho de guardarlo Marisa, y tengas esa escusa de la que hablas.
Un fuerte abrazo.
No Julio, sólo inventé el interés librero, pero nunca cotizó en bolsa.
Un fuerte abrazo y mil gracias.
Gracias Ranzzionger.
Dices bien. Si lo leen el préstamo ha cumplido el objetivo.
Pero "de vuelta".
Un fuerte abrazo.
Gracias Mery.
Pues sí, es un coñazo recibirlos maltrechos.
Siempre que he pedido un libro les ponía un papel, para evitar manchar la cubierta.
Odio las cubiertas manchadas.
Un abrazo, y desde luego gracias por tu álogo.
Joé, este blog esta "acolasao", como diría alguno. Cuando he llegado aquí abajo, ya no me acordaba de lo que habías escrito.
Yo soy de la idea de que la mujer, la espada y el caballo no se prestan, lo demás, dependerá de quien te lo pida. En cualquier caso, me han gustado mucho esos recuerdos de cines y de pagas familiares.
Un abrazo
¿El cine a doce pesetas? El precio más remoto que recuerdo, es la revista "Mortadelo", a seis pesetas. Ya ha llovido, y no quedan pesetas.
Muy simpático lo que cuentas. Es cierto que hemos vivido cosas maravillosas que hoy se las están perdiendo estas generaciones. Esa es nuestra suerte. Aunque quien tubiera ahora veinte años. Un abrazo. milagros
Miradme, eres genial.
La mujer , la espada y el caballo.
Eres genial.
Un abrazo.
Sí, Joaquín, y dos películas.
Uno que ya es mayor.
Un abrazo.
Milagros, tú sabes bien lo que se pierden.
Veinte, o quince, mujer, o quince.
Un abrazo.
Yo ya no presto libros... también me desapareció uno "El código da vinci" :( y lo malo es que con la mala memória que tengo, no sé a quién se lo presté :(
Un abrazo Javier.
Gracias Emma por tu álogo.
Debes apuntar, debes apuntar.
Un fuerte abrazo.
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